Detrás de esos carteles negros de lona que hasta hace unos meses llamamos antiespías, y debajo de esos rostros que no encontraban explicación a los dos puntos y apenas un gol en la Eliminatoria, había esto que tanto se extrañaba: un equipo con sonrisa. Piero Quispe en el clásico apanado de bienvenida para los últimos en llegar del extranjero, el martes. Bryan Reyna cuando camina escuchando al coach Erick Bravo Fujita, que con las manos parece imitar la gambeta de su último gol en Córdoba. Paolo Guerrero que se abraza con Jorge Fossati como si fuera, no sé, el Cholo Castillo que acaba de descubrirlo.