Pedro Ortiz Bisso

Cuando se trata de fútbol, la memoria es corta y muy selectiva. Pocos recuerdan ya que cuando Agustín Lozano le bajó el pulgar a Ricardo Gareca, la oposición a su seguro sucesor -el Cabezón Juan Reynoso- era escasa, mínima, diría que hasta liliputiense. Incluso cuando a sus entusiastas promotores se les preguntaba sobre las manías y obsesiones que lastraban la imagen de Juan, la respuesta que enrostraban no parecía tener fisuras: “Olvídate, ha cambiado”.