Hace unos días, en Enfocados –el podcast que conducen Jefferson Farfán y Roberto Guizasola– escuché a Christian Cueva contar el episodio del penal fallado ante Dinamarca en el Mundial 2018. Es cierto que ya han transcurrido seis años de aquel momento frustrante, y que no tiene ningún sentido seguir lamentando retrospectivamente esa derrota, pero me sorprendió (para mal) el desparpajo con que el jugador confesaba haber hecho caso omiso a las indicaciones de Ricardo Gareca, quien desde el banco ordenó que sea Jefferson Farfán quien disparara ese penal. Estuve aquella tarde en Rusia, en la tribuna Norte del estadio de Saransk, y recuerdo cuánto dolió aquel disparo alto sobre el arco danés, y todo lo que significó a larga. Por eso habría esperado de parte de Christian una catarsis más cercana al arrepentimiento que a la mera anécdota. Más que un profesional examinando un error sonaba a un niño que narraba una travesura.