José Antonio Bragayrac

La noche es mía, piensan, mientras se tiran un paso. Sudorosos pero bien disimulados por los perfumes de alta gama, André Carrillo y Christian Cueva cumplen sus obligaciones maritales con el ocio. Están de vacaciones y lo celebran en un centro nocturno al sur de Lima con la opulencia y carisma de dos rockstars. Sin remordimientos ni vergüenza, al ritmo de una salsa sabrosa y arrullados por luces sicodélicas, los dos mundialistas se dejan ver desde un palco VIP mientras disfrutan de una bien merecida juerga luego de una Copa América agotadora. Ambos, el Cholo y la Culebra, tienen millones de dólares en sus cuentas bancarias y por encima de eso, la conciencia tranquila de haber dado el máximo esfuerzo en la titánica tarea de recuperar deportivamente a la selección peruana.