Pedro Canelo

Nunca te olvides dónde estuviste el 15 de noviembre del 2017. Esa mañana abrí los ojos muy temprano con la irreal convicción de no dormir nunca más. Que si iba a vivir como si estuviera en un sueño, ese día no debía terminar. Salí al estadio Nacional de Lima casi al mediodía, porque cuatro horas antes del Perú-Nueva Zelanda en Lima íbamos a transmitir para una cadena de TV internacional. En un momento tan extremo, estar ocupado era el secreto para cubrir los vacíos de la ansiedad y disfrazar cualquier temor. Ese día, la buscaba su pase al Mundial después de 36 años y millones de peruanos estábamos sobrepasados en el purgatorio de los deseos incumplidos. Éramos impacientes de una infinita sala de espera.

LEE TAMBIÉN | Tabla de posiciones de Eliminatorias Qatar 2022: sigue en directo partidos y resultados de la fecha 14

Perú tiene que clasificar hoy. Dejémonos de cosas, hay una superioridad muy clara con Nueva Zelanda”, me dice Pedro Troglio, subcampeón mundial argentino en Italia 90, en una de las cabinas de transmisión del estadio Nacional. Siendo un extranjero, era de los pocos que se animaba a ser tan resuelto en su pronóstico. Otro analista foráneo, el estadístico español Mister Chip, le dio a Perú un total de 75 por ciento de posibilidades para superar la valla neozelandesa en el repechaje por el último cupo mundialista. “Tranquilo, vas a ganar allí y allá”, le respondió a uno de sus seguidores peruanos en la red social Twitter. Eso sí, una semana antes Mister Chip redujo las opciones al 65%. Perú había empatado de visita, en Wellington, 0-0 ante los ‘All Whites’. No perdió en el campo, pero sí en el universo de la confianza. Viajó más de once mil kilómetros para ese partido. Había sido (e iba a ser) una ruta de largo aliento.

Antes de Wellington, la primera estación en la travesía neozelandesa fue Auckland. Esta ciudad, que funciona como centro económico de este país, fue elegida por la dirigencia de la Federación Peruana de Fútbol debido a que reunía mejores condiciones logísticas, más hoteles disponibles, más campos de entrenamiento y más facilidades para el transporte. El plan era volar hacia Wellington en la tarde previa al encuentro de ida por el repechaje mundialista. Las temperaturas por esos días bordeaban los 14 y 15 grados centígrados, aunque con vientos algo fríos que golpeaban desde el final de la tarde. Estábamos en el tercer lugar con mejor calidad de vida en el mundo (según el reporte anual de la Consultora Mercer) y con la sensación de haber aterrizado en el futuro. Nueva Zelanda tenía 18 horas más en comparación a Perú. Habíamos llegado al día después.

15 de noviembre 2017: el día que la selección peruana volvió a un Mundial
Se cumplen cuatro años de la clasificación de la selección peruana a una Copa del Mundo después de 36 años. En el siguiente video repasa todos los detalles de aquel día inolvidable para todos los peruanos.

Cuarenta y ocho horas antes de este viaje, había llegado la noticia del doping de Paolo Guerrero. El resultado analítico adverso detectado e informado por la FIFA, se produjo después del empate 0-0 ante Argentina en la Bombonera. La máxima entidad del fútbol anunció una sanción provisional de 30 días para después hacer oficial el castigo de un año. Los abogados de Paolo apelaron ante el Comité de Apelaciones de la FIFA y lograron una reducción de seis meses al demostrar que Paolo no era un consumidor de cocaína, sino que la sustancia benzoilecgonina había ingresado en su cuerpo de manera accidental. La última voz la tenía el Tribunal Arbitral del Deporte, que amplió el castigo a 14 meses. Sin Guerrero de manera oficial, el plantel blanquirrojo iba a viajar hasta Auckland tratando de disimular esa sensación de sentir que algo (o mejor dicho alguien) faltaba.

El chárter decisivo a Auckland

Apenas se confirmó que Perú había llegado al repechaje, se organizó un plan logístico donde no se descuidó ni un solo detalle. “Siempre tratamos de darle todas las facilidades al profesor Gareca. Nunca lo tomamos como un gasto adicional, sino como una inversión. Quizá él considere eso al momento de evaluar una renovación de contrato”, nos dijo Edwin Oviedo, entonces presidente de la Federación Peruana de Fútbol y hoy con prisión preventivo por el caso “Los Wachiturros de Tumán”.

En los antecedentes de repechajes entre Sudamérica y Oceanía solo había una marca negativa del pasado. Ocurrió en las Eliminatorias para Alemania 2006, allí Australia superó a la selección uruguaya por penales en Sídney. Años después, jugadores como el ex capitán Paolo Montero explicaron que los australianos sacaron alguna ventaja desde la elección del transporte. Los ‘socceroos’, al volver del partido de ida en Montevideo, hicieron una escala en una isla para entrenar y descansar. En cambio, los celestes hicieron un vuelo comercial con escalas que demoró más de 24 horas.

Era un detalle que merecía ser anotado en la libreta del comando técnico peruano para evitar el ‘jet lag’ o desgaste viajero ante la modificación horaria, al trasladarse de una zona geográfica a otra muy lejana. Contratar un vuelo chárter exigía una inversión superior, sobre todo si se necesitaba un avión que reuniera las condiciones para que los futbolistas puedan descansar durante las horas de vuelo (más de quince) y no haya desgaste muscular en el trayecto. La proyección era de un gasto superior al millón de dólares. En la Federación Peruana de Fútbol aceptaron la propuesta sin mirar hacia atrás. Era ahora o ahora.

La segunda tarea era conseguir una buena cancha de entrenamiento y un hotel cómodo para la concentración. Luego de una expedición previa, el gerente Antonio García Pye sugirió que el viaje sea a Auckland y no a Wellington. “Tiene mejores condiciones para trabajar”, fue lo que nos declaró García Pye cuando se oficializó el itinerario peruano en Nueva Zelanda. En Auckland iban a tener el centro de operaciones, con cuatro días de prácticas antes de partir hacia Wellington (a 45 minutos en avión). Tocaba hacer las maletas y emprender el vuelo más largo de aquella cobertura premundialista.

Llegamos a Auckland en un vuelo comercial con escala de ocho horas en Chile. Al aterrizar no nos recibió ninguna danza maorí, pero sí música nativa que nos adelantaba el fenómeno multicultural de este país oceánico. Casi ochenta dólares era el costo del chip telefónico para podernos comunicar al momento de enviar los reportes al Perú. Ya nos habían advertido los precios altos de hoteles en la zona del centro financiero, la selección se iba a hospedar a pocas cuadras del Sky Tower, un lujo arquitectónico (edificio de 328 metros de altitud) que se ha ganado la denominación de centro turístico en esta ciudad neozelandesa. Una de las mejores opciones para no perderle el paso al equipo de Gareca era alquilar un departamento por siete días. Norman Ling, nuestro anfitrión, era descendiente de chinos y nos demostraba una vez que estábamos frente a uno de los espacios más cosmopolitas del mundo.

Publicación oficial con el anuncio del Perú-Nueva Zelanda en Wellington. (Foto: AFP).
Publicación oficial con el anuncio del Perú-Nueva Zelanda en Wellington. (Foto: AFP).

El país del rugby

“Esta es una ciudad con pocos sobresaltos, solo si alborota cuando se juega algún partido de rugby. ¿Perú es bueno en ese deporte?”, me dice con algo de ingenuidad Norman. En ese momento del encuentro, mientras le pagaba por el hospedaje, recién se enteraba que lo que se iba a jugar era la definición de un cupo para un Mundial de Fútbol. Sí, fútbol. Ese fenómeno deportivo algo esquivo en este lugar. Mientras en cada rincón del Perú se podía percibir la euforia premundialista, aquí solo se alcanzaban a ver algunos posters en zonas cercanas a los restaurantes latinos. “Quizá sea bueno que vayan a tomarse algo a un bar inglés. Ha sido un viaje largo”, me propone Ling con la frescura de sus 25 años. Escogimos uno que anunciaba transmisiones deportivas a tiempo completo.

Apenas ingresamos al restobar, era posible distinguir el estilo inglés de colocar monitores por todas las paredes frente a las barras de consumo. Allí pedimos algo para almorzar y, mientras servían el “fish and chips” (pescado crocante con papas fritas, plato heredado de las costumbres inglesas), pudimos contar más de diez monitores. Uno transmitía noticias, los otros cinco eran canales exclusivos de rugby y los otros cuatro eran de rugby 7 (una variante del deporte que manda en Nueva Zelanda). Al irnos a descansar, era inevitable sentirnos reporteros de un hecho aislado.

En Nueva Zelanda se publicó una revista oficial con las estadísticas de ambos equipos.
En Nueva Zelanda se publicó una revista oficial con las estadísticas de ambos equipos.

El 6 de noviembre del 2017, la selección peruana llegó a Auckland en cómodo vuelo chárter. Esta localidad neozelandesa a veces luce como una inmensa casa de retiro en medio de grandes edificios y transitadas pistas. Hay movimiento, pero mucho silencio, el desorden aquí es casi una dimensión desconocida. Pero siempre hay una excepción y esa, por supuesto, tenía que llamarse Perú. Bullicio, euforia y entusiasmo fue lo que vivió el aeropuerto de esta ciudad neozelandesa mientras llegaba la selección nacional.

Eran unos 300 compatriotas, pero el rebote masivo de su aliento remecía como una tribuna repleta de barristas en el clásico de cualquier domingo. Javier Egúsquiza fue uno de los organizadores de esta fiesta nacional en Auckland. Vestido de chalán, ensaya una marinera, mientras se prolonga la espera. “Tengo 25 años aquí en Nueva Zelanda, me dicen que seremos más de cinco mil en el estadio de Wellington”, anuncia con genuina seguridad.

Hubo cajón, tambores, festejo y un “Contigo Perú” para comprometernos más. Ricardo Gareca levanta el dedo pulgar al ser el primero en salir rumbo al bus que trasladó a la selección al hotel Crowne Plaza, donde iba a concentrar Perú. Luego, siguió parte del comando técnico, y al final el grupo de jugadores que viajó en el chárter. La idea de la policía en el aeropuerto era despejar el camino del plantel blanquirrojo hacia el bus, hasta que se rompió el mínimo cerco de seguridad sin que ocurrieran incidentes. Solo selfies, grabaciones en vivo con el celular, más gritos y unos oficiales con cara de emoticón de sorpresa. Quizá nunca vieron algo así.

La concentración en Auckland

La primera mañana de Perú en Auckland llegamos muy temprano al hall del hotel Crowne Plaza, ubicado en el centro financiero de la ciudad. “Es una noticia muy dura, pero el grupo quiere dedicarle la clasificación a su capitán Paolo Guerrero”, me alcanza a decir Oviedo antes de juntarse a tomar un café con el secretario general de la Federación, Juan Matute. No había tiempo ni espacio para la pena por el caso Guerrero. Ricardo Gareca había charlado con sus dirigidos antes de subirse al avión. “Teníamos mucha desazón, pero nos hablaron a todos para renovar la responsabilidad ante la importancia del encuentro que se venía. Clasificando íbamos a revertirlo todo”, nos dijo Yoshimar Yotún, uno de los líderes deportivos y generacionales de esta nueva selección. Los once mil kilómetros que los separaban por esos días de Lima fue la mejor terapia para olvidar un poco el incidente. Había que tomar distancia ante la tristeza.

Solo fueron cuatro horas de descanso para la selección peruana al arribar a Auckland. Los últimos en llegar fueron André Carrillo y Jefferson Farfán, quienes realizaron una prolongada travesía desde Dubái. Ya no faltaba nadie. El grupo que llegó en el chárter salió a entrenar al QBE Stadium de esta ciudad, a treinta minutos del hotel de la concentración. Para esos días, el clima en Auckland era de otoño, aunque con algo de sol por las mañanas. Los vientos comenzaban a golpear recién después de las cinco de la tarde.

Así presentaban en Nueva Zelanda a la delegación de Perú.
Así presentaban en Nueva Zelanda a la delegación de Perú.

Al costado de una de las canchas de entrenamiento aparecía solitario un hombre con chompa crema y bufanda, llevaba una libreta que llenaba de anotaciones. Estaba muy atento a los movimientos tácticos de la selección peruana. Era Andrew Voerman, reportero del diario neozelandés Stuff, quien fue uno de los pocos redactores de este país que no faltó a un solo entrenamiento.

- “¿Por qué no entrena Jefferson Farfán?”, pregunto muy amigable, sin sentirse un intruso en esos días de agitada cobertura.

Ya había comenzado la primera práctica de la selección peruana en el estadio QBE de Auckland y ver a Jefferson Farfán recostado sobre una colchoneta al lado del campo no despertaba ninguna sensación positiva. Después de tantas situaciones adversas en esas semanas, no era exagerado decir que a este equipo peruano no le sobraba nada. Y ver al delantero del Lokomotiv trabajando aparte, por los menos despertaba un desfile de preguntas y un natural nerviosismo. El preparador físico, Néstor Bonillo, apagó con calma cualquier inquietud. “Lo de Farfán fue solo prevención por el largo viaje. Está bien”, dijo. Con Paolo Guerrero suspendido de manera provisional, ese enorme vacío tenía que ser ocupado por su compadre más querido.

Hubo casi diez mil peruanos en el partido de ida del repechaje, en Wellington. (Foto: Pedro Canelo).
Hubo casi diez mil peruanos en el partido de ida del repechaje, en Wellington. (Foto: Pedro Canelo).

El jet lag superado

Fueron casi dos días de adaptación en la cancha del QBE, mientras los jugadores iban superando el ‘jet lag’ se intensificaba la exigencia en las prácticas en Auckland. A dos días del esperado encuentro en Wellington, Farfán exhibía máxima recuperación. Sus números como atacante del Lokomotiv en esos meses lo convertían en una prioridad para alcanzar un sueño. Iba a ser el ‘9′ de reemplazo en el repechaje que iba a clasificarnos al Mundial de nuestras vidas.

A dos días del partido de ida por el repechaje mundialista, los entrenamientos habían ganado máxima exigencia con el plantel completo. Solo entrenaba aparte el defensor Miguel Araujo, el único descartado por lesión. Desde Wellington las noticias tenían que ver con el tamaño de la cancha del Westpac Stadium: iban a reducir todas sus dimensiones para proponer un partido de fútbol más cerrado. Tocaba ensayar un poco con esa variable y después alistar el vuelo hacia una de las ciudades con los vientos más fuertes del mundo.

En la víspera del encuentro, el avión con el plantel peruano descendió sin sobresaltos en esa capital neozelandesa. Había antecedentes de vientos incómodos, pero esa mañana los únicos sobresaltos aterrizaron con los cánticos de los hinchas peruanos que habían llegado hasta allí. Apenas descendió el plantel blanquirrojo del avión, tuvo que conducirse rápido a la concentración en el Sofitel de Wellington. Luego una merienda rápida, un descanso mínimo, para después desarrollar la práctica en el Westpac Stadium, donde Ricardo Gareca ofreció su conferencia de prensa. Todo en menos de tres horas.

La cancha del estadio Westpac fue reducida para el Perú-Nueva Zelanda. Una curiosa estrategia del cuadro rival. (Foto: Pedro Canelo).
La cancha del estadio Westpac fue reducida para el Perú-Nueva Zelanda. Una curiosa estrategia del cuadro rival. (Foto: Pedro Canelo).

Lo atípico de ese encuentro hizo que el comando técnico de Gareca decidiera modificar parte de su plan rutinario antes de jugar de visita. Esta vez sí hubo reconocimiento de campo, a la misma hora del partido. Había que sentir ese césped y conocer más de cerca detalles del viento en Wellington. Hubo un poco más de frío que en Auckland y una dosis extra, tampoco exagerada, de interés por este partido. El estadio quedaba cerca de un puerto donde se importa mucha madera de la región. Había que llegar muy abrigado y sin exponerse a que la credencial de prensa vuele al primer viento potente. Para el cierre de la jornada, lo más atractivo en el menú cultural nocturno era un tributo a “The Beatles”. Entre canciones del disco “Rubber Soul”, entendimos que iba a ser muy difícil poder dormir esa noche.

Un lesionado clave

“Creo que no va a jugar Chris Wood”, me dice Andrew Voerman en la mañana del partido. Era la confirmación de un rumor insistente. El delantero, y máxima figura de Nueva Zelanda, no había llegado con su mejor estado físico luego de una lesión muscular con su club Burnley, en un partido ante el Manchester City por la Premier League. Las horas previas en el estadio, la pasamos entre envío de reportes periodísticos y una colaboración televisiva para una cadena internacional. Pudimos captar, entre otras cosas, la llegada de una inmensa barra peruana. Fueron casi cinco mil peruanos llegados desde todas las ciudades de Nueva Zelanda, Australia y del mismo Perú. Los fanáticos de los “All Whites” llegaron sin hacer muchos aspavientos, una hora antes del encuentro. Subimos a la sala de prensa del Westpac Stadium a unos quince minutos del arranque del cotejo. Mientras se presentaba el ‘Haka’ de bienvenida (danza nativa que los deportistas neozelandeses usan como motivación para competir), mientras se alistaba el canto de los himnos, la lesión de Wood se hacía tendencia en las redes sociales peruanas. El atacante no iba a iniciar las acciones, pero iba a esperar su momento en la banca de suplentes. La misma historia se repitió días después en Lima.

Esa tarde en Wellington, Perú no pudo anotarle a Nueva Zelanda. Dejó un sabor agrio ese empate 0-0 en el Westpac Stadium. Hubo varios minutos de tranquila superioridad. Perú rotaba el balón, pero con el transcurrir de los minutos encontraba menos espacios y más presión. Tanto Yoshimar Yotún como Christian Cueva se enredaban en ideas y la pelota pocas veces llegaba con claridad a la zona de ataque. Teníamos que ser fuertes por los costados y ni Edison Flores, ni mucho menos André Carrillo se afianzaron en el desequilibrio. Tapó bien los frentes Nueva Zelanda, sobre todo en el segundo tiempo. Tuvo que ser más hambriento Perú, más obsesionado con el gol y menos preocupado por el pase al jugador más cercano.

El partido de ida, en el repechaje del Perú-Nueva Zelanda, quedó 0-0 en Wellington. (Foto: Reuters).
El partido de ida, en el repechaje del Perú-Nueva Zelanda, quedó 0-0 en Wellington. (Foto: Reuters).
/ ANTHONY PHELPS

El momento más difícil comenzó cuando se acercaron los últimos veinte minutos. La blanquirroja ya no podía triangular, Jefferson Farfán no tenía mucha movilidad arriba y en el rival ganaron motivación y confianza con el ingreso de Wood. Muchas tareas pendientes llevó Perú en su equipaje de mano, sobre todo recuperar la eficacia arriba a pesar de la ausencia de Paolo Guerrero. Las ventajas ahora eran la localía, el cansancio por el largo viaje de ellos (no llegaron en chárter) y que había más margen para conocer al rival. Está claro que con mejor manejo de la ansiedad, Perú tenía que ser superior a Nueva Zelanda en Lima. No había lugar a más pretextos.

Gareca y el momento de cambiar

Nunca te olvides dónde estuviste el 15 de noviembre del 2017. Los noticieros deportivos coincidían en que Raúl Ruidíaz y Luis Advíncula iban a ser las novedades para sacar ventaja ante Nueva Zelanda en Lima. Las tribunas llenas del estadio Nacional estaban garantizadas desde octubre. La pasión había ingresado a sala de emergencias. Habíamos convivido un sufrimiento sin pausa, sobre todo en estos últimos seis meses. El cabezazo de Godín, el remate de Justiniano, el penal de Ecuador, los disparos de Messi en la Bombonera, los 70 minutos que estuvimos eliminados ante Colombia. La pelota en la raya que salvó Marinovic en Wellington. Tenía que acabar todo de una vez.

Nos despedimos de Pedro Troglio recordándole sus gritos al árbitro Codesal en la final del Mundial Italia 90. Antes de reiniciar las transmisiones, ahora para el diario “El Comercio”, buscamos con unos compañeros un espacio para almorzar. Tenía que ser dentro del perímetro del estadio Nacional, salir a esas horas de la tarde era poco conveniente. Las pistas estaban intransitables, todos querían llegar al recinto o a sus casas para ver el partido.

Los primeros minutos del decisivo encuentro fueron tranquilizando la ansiedad colectiva. Otra vez no estaba Chris Wood en Nueva Zelanda desde el inicio, y las modificaciones en el once inicial sumaron agresividad al cuadro bicolor. Más veloces, más dinámicos, dejando atrás con el paso de los minutos la enorme responsabilidad de cambiar la historia. Nuestra historia.

Nunca te olvides dónde estabas el 15 de noviembre del 2017. Ojalá esa noche hayas estado con los más queridos, ojalá te hayas tomado muchas fotos. En la sala de tu casa, en la tribuna del estadio, en la mesa de un bar. Con la afonía, con la explosión bendita de la gloria alcanzada. Eran las 9:43 de la noche del 15 de noviembre del 2017, cuando Christian Cueva desbordó con señorío al mejor defensor de ellos, Reid, y le concedió a Jefferson Farfán ese dichoso privilegio de anotar el gol más importante de nuestras vidas. Cómo controlaste ese balón, Jefferson. Preciso para fusilar y condenar a nuestro pasado.

El estadio Nacional fue escenario de un momento histórica. Así lució el 15 de noviembre del 2017. (Foto: Pedro Canelo).
El estadio Nacional fue escenario de un momento histórica. Así lució el 15 de noviembre del 2017. (Foto: Pedro Canelo).

“Ya había preparado la celebración para el primer partido ante Nueva Zelanda. Me quedé pensando en lo cerca que estuve de anotar de visita. Pero en Lima pude hacerle ese homenaje a mi compadre. Esos días del repechaje hablé como dos o tres veces con él. Todo el plantel lo tuvo muy presente”, me comentó Jefferson Farfán, aún afónico por su grito más esperado.

Vas a acordarte hasta el último de tus días cuando Christian Ramos sanó del corazón a todo un país. Tantos preinfartos evitados con ese gol, Christian. Gracias por esa tranquilidad en el momento más necesario. No le digas terco a Ricardo Gareca. Lo que hemos visto en este año y medio no ha sido insistencia, sino fidelidad a un plantel. No le digas terco, además, porque movió las fichas en la hora justa. Se arriesgó cuando nadie lo hacía, buscó los goles cuando casi todos los repechajes estaban acabando en cero. Con Ruidíaz ganamos presión y movilidad, con Advíncula y Polo esa banda derecha tuvo un arranque de Fórmula Uno, con Farfán gritamos el gol.

Un par de años después de esa gran noche, pudimos tener una larga charla con Christian Ramos. Él, sin molestarse, pedía que se haga justicia con la memoria de los hinchas. Que su gol sea tan inolvidable como el de Farfán. “Yo veo todas las publicidades y los programas deportivos, y para serte honesto siempre me encuentro con el gol de Jefferson a Nueva Zelanda. Mi gol no lo repite nadie en la TV. A veces me he puesto a pensar y digo ¿será que solo ganamos 1-0 ese partido? Pero soy consciente que no le gusto a mucha gente, no me voy a quejar por eso. Lo mío ha sido de mucha lucha siempre”.

El estadio Nacional comenzó a llenarse, aproximadamente, unas tres horas antes del partido. (Foto: Pedro Canelo).
El estadio Nacional comenzó a llenarse, aproximadamente, unas tres horas antes del partido. (Foto: Pedro Canelo).

Ya no merecíamos esperar más por todo esto. Fueron las Eliminatorias más largas que un corazón puede resistir. Treintaiséis años, ni más ni menos. Perú esa noche iba a ser el último clasificado al Mundial de Rusia 2018, pero fue el primero en la fila siempre, desde el lejano España 82. Nunca te olvides cuántos abrazos diste, a quién llamaste, a qué hora acabó tu festejo. O si lloraste o si te alcanzó la voz para gritar los dos goles. Clasificados con todas sus letras. Díselo a todos, escríbelo un millón de veces. Llora si quieres. Pero nunca te olvides dónde estabas anoche.

Nunca te olvides del 15 de noviembre del 2017, de nuestra noche de peruanos unidos hace cuatro años. Clasificamos por fin, no era imposible, tenía que pasar algún día. Fuimos superiores a Nueva Zelanda aunque la ansiedad y apuro disminuyeron las distancias. Ya estuvo, soñemos con un próximo mundial. Que no demore tanto como Rusia. . Vivamos siempre como si siguiera siendo 15 de noviembre del 2017. Que nadie nos quite esa noche interminable. Soñamos desde niños con ver a Perú en un Mundial de Fútbol. Han pasado cuatro años. Muchos todavía no podemos despertar.

MÁS EN DT...

VIDEO RECOMENDADO

Ricardo Gareca analizó el partido frente a Bolivia