Mientras aguardamos por la respuesta de Ricardo Gareca para su continuidad en la selección peruana, hacemos un repaso de lo bueno y lo malo que nos ha dejado el proceso del ‘Tigre’ en todo este tiempo.
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SÍ
Forjó una identidad de grupo.
Aunque demoró hasta varias fechas de la pasada eliminatoria en decidirse, Gareca cortó con dos de los cuatro fantásticos (Vargas y Pizarro), dio cabida a por lo menos siete apuestas jóvenes que le dejó Markarián (Advíncula, Carrillo, Yotún, etc) y amasó una idea grupal que fue consolidando en la Copa América Centenario del 2016. Gente como Gallese, Tapia y Cueva fue cobrando protagonismo en el ciclo. El rush final de la Eliminatoria a Rusia 2018 lo tuvo invicto más de un año, pero, sobre todo, lo halló jugando consistentemente bien del medio hacia adelante con un plan sólido de tres llegadores (Carrillo, Flores y Cueva) y un punta empoderado (Paolo Guerrero).
Nos puso Top5 de la región.
El resumen de su ciclo dice que compitió en seis torneos internacionales desde el 2015 y en los seis Perú no bajó del quinto puesto. El universo de seleccionados realmente fiable no pasó de 14 o 15 jugadores, pero la administración inteligente de recursos hizo que nos alcanzara para discutir posiciones competitivas en el continente. La gestión del recurso tuvo algunos recambios muy notables: atrás, se fue Rodríguez, pero halló a Callens. Y arriba se lesionó Guerrero, pero captó a Lapadula, un hallazgo que no provino de la Liga 1 sino del Calcio. Un uso eficiente de las chances de nacionalizar que le reportó un ‘9′ que el propio torneo casero no produce. Movida astuta.
Refundó al enlace creativo vía Cueva.
Su “yo confío en el jugador peruano” (marzo 2015) no era una frase de ocasión sino una admiración genuina de la impronta que algunos habilidosos locales todavía poseen. En esa línea, se preocupó por reemplazar a Pizarro no con otro tanque que estorbara a Paolo, sino con un ofensivo picante -a la sazón, un 10- que, desde una cintura de goma, propiciara visión de juego para la elaboración. El enlace que se perdió con Chemo y se recuperó a medias con Markarián -solo a veces usaba a Mariño-, volvió con Gareca. Cueva, en ese sentido, fue mucho más que un titular: fue emblema y símbolo de su idea. Con malas, buenas y extraordinarias, ‘Aladino’ le cumplió.
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NO
Poco dado a giros tácticos.
Siendo un muy buen entrenador, Gareca es, también, un gran tradicionalista en lo táctico. Le cuesta hace cambios en el plantel y el equipo entre una fecha y otra. Cree en fundar grupos y que estos, desde su propia evolución, lo hagan ganar. Y cuando esto no le sirve para abrir partidos, se apoya en individualidades que lo saquen del problema (Paolo contra Colombia 2017, Flores contra Ecuador 2022). No es de los técnicos que se especializa en mover el pizarrón durante el juego mismo y desde el banco golpear con giros tácticos de sorpresa. El partido de Australia lo mostró inmóvil y sin recursos.
Falló totalmente en Doha.
El punto primero nos lleva al segundo. Gareca, mal que nos pesa decirlo, perdió feo el duelo táctico con su par australiano. Fue superado en el planteo y el replanteo. Sin ir más lejos, armó un banco de suplentes insólito, retirando de las opciones la teórica creatividad peruana que podría dañar la estructura más física de los amarillos; dejó fuera a Costa, Raziel y Concha, los tres suplentes naturales de Cueva y un Carrillo que venía de meses sin fútbol. Tampoco usó a López y metió cambios que no lograron mejoría ninguna de Perú por casi 100 minutos. Es como si hubiera imaginado un partido demasiado diferente del que salió.
No deja un heredero en cuerpo técnico.
La idea de que Gareca se quede encargado de todas las secciones es buena, siempre y cuando su ojo para elegir acompañantes sea más elevado. Si los técnicos de la sub 23, sub 20 y otras van a ser como Solano, no estaremos progresando en nada. Ñol merece gran respeto por lo que hizo en la cancha, pero como técnico no da señales, ni por sus resultados cuando entrenó juveniles ni por sus ideas de fútbol de ser una pieza de gran proyección. Cuando se fue Popovic en 93, quedó Oblitas. Y cuando se fue Markarián en 2013, quedó Bengoechea. Este ciclo no nos da un relevo de esas características.