Con Reynoso en el banco, la selección nacional disputó 13 partidos: cuatro victorias, dos empates y siete derrotas. (Foto: Agencias)
Con Reynoso en el banco, la selección nacional disputó 13 partidos: cuatro victorias, dos empates y siete derrotas. (Foto: Agencias)
Pedro Ortiz Bisso

Partidos como el jugado en La Paz me hacen pensar que Ricardo Gareca no aceptó seguir en la selección por decisión propia. Que en realidad no hubo maltrato ni peseteo. Nadie como él, después de haber bebido durante siete años de las aguas dulces e indigestas de nuestro fútbol, para darse cuenta que la burbuja que creó no daba para más. Que ese grupo de entusiastas veinteañeros, algunos moldeados desde el cuasi anonimato, había sido fagocitado por el elogio desmedido, la pesadez de la rutina y la soberbia de quien se sabe parte de la historia grande de un país huérfano de éxitos. Que muchos de ellos, además, pronto padecerían el declive lógico que traen los años de rodillas gastadas y noches dispendiosas. Y que el relevo era demasiado escuálido como para repetir la gesta.

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