Juan Carlos Oblitas convenció a Ricardo Gareca a ser el técnico de Perú en el año 2015. (Foto: AFP)
Juan Carlos Oblitas convenció a Ricardo Gareca a ser el técnico de Perú en el año 2015. (Foto: AFP)
/ CRIS BOURONCLE
Mario Fernández

Los años del burguismo (léase, tiempos de Manuel Burga) traían a las comisiones seleccionadoras como escudo protector del presidente; eran un rejunte de dirigentes de conocimiento pelotero cero que elegían entrenadores sin mayor criterio. Resultado de ello tuvimos al Lander que adquirió al peor Pacho, al Giacarini que le firmó solo 5 partidos a Ternero y al Juvenal que se cerró y botó a Uribe en tiempo récord. Burga corrigió tarde su error y él mismo lideró la elección de Markarián en 2010, pero no fue hasta el ciclo Oviedo que por fin las comisiones perdieron ante la figura del gerente deportivo.

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La idea del ex jugador con habilidades directrices se imponía por fin a la chachara inservible de capos dirigenciales a los que Burga daba sitio solo para después reclamarles votos. Gareca, sin ir más lejos, fue una elección de Oblitas, en ese nuevo rol. Él -no otro- pensó que el perfil de un entrenador sereno, afín al toque habilidoso y con experiencia en la región, podía darnos resultados. Él -no otro- viajó a contactarlo y arregló el trato que nos lo dio en 2015. Es verdad que el proceso de Gareca se benefició de una generación de jóvenes (Advíncula, Carrillo, Yotún, Ramos, Cueva, Flores, etc) que ya habían empezado a acumular partidos con el anterior seleccionador, pero también es cierto que reunirlos en un colectivo con roles claros fue todo mérito del ‘Flaco’.

Que Oblitas haya quedado al margen de la negociación final con Gareca supone no solo un insólito ninguneo, sino también una promesa futura no de darle bola a la figura del gerente deportivo. Es claro que el aporte del ‘Ciego’ no fue muy visible en otras categorías, pero sería mezquino no reconocer su excelente labor como respaldo a la figura del entrenador. La solicitud no solo -como pide Melgar en un comunicado- sería que Oblitas no se vaya. Es, sobre todo, que si se queda sea escuchado e intervenga. La Videna ya tiene demasiadas estatuas o figuritas decorativas. No necesita una de carne y hueso.


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