Garbiñe Muguruza se ha convertido en la hija favorita de la Madre Patria. Con la final disputada el sábado pasado en Wimbledon ante Serena Williams, esta tenista de 21 años se ha instalado desde ayer en el top ten del ránking WTA. Su ascenso registra una marca que no se repetía hace veinte años y anuncia una nueva armada española en el tenis femenino. Desde 1995, España no tenía a dos tenistas entre las diez mejores de la clasificación mundial femenina. Hoy Muguruza se ubica en el puesto nueve y su compatriota Carla Suárez ocupa la casilla diez. Perdió su primera final de Grand Slam, lloró con bronca guerrera y ahora promete revancha. La furia es de la española.
Muguruza, según la siempre querida Martina Hingis, es “el futuro del tenis femenino”. No solo tiene condiciones físicas asombrosas (talla y potencia), sino que tiene la sana adicción al trabajo. Su entrenador Alejo Mancisidor la define así: “Entrena cinco horas diarias, tiene una agresividad pocas veces vista en este juego”. Su primera escala al puesto 9 solo es un aviso para esa asunción inminente.
En 1995, Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez ocuparon los dos primeros puestos del ránking WTA. Parecía un registro irrepetible hasta la aparición de Muguruza y Suárez en el circuito. Si en el tenis masculino ha comenzado el descenso español, la marea femenina ha comenzado a traer buenas noticias a las orillas del deporte blanco.
Son once puestos los superados por Muguruza con este subcampeonato en Wimbledon. En la cima sigue cómoda Serena Williams, con casi el doble de puntuación que su escolta María Sharapova.
Nació en Caracas, Venezuela, aunque pronto podría ser la nueva reina de España. Vive en Barcelona pero su padre es de Eibar. Tiene sangre del país vasco, un territorio donde la tradición gastronómica es indiscutible. Muguruza sabe de buena comida. Todas las tenistas del mundo están avisadas. Garbiñe tiene hambre.