Del cielo al infierno, y del infierno de regreso al paraíso. Ese es el recorrido que ha experimentado -sin querer- Tiger Woods, quien vive su propia divina comedia. Sea como fuere, Woods ha superado el viaje de la redención y, hoy por hoy, sigue alimentando su leyenda tras alcanzar el histórico récord de 82 títulos en el PGA Tour, que lo ostentaba el gran Sam Snead.
Woods necesitó tocar fondo para volver a acariciar la gloria. En la oscura madrugada del 2009, un día luego de acción de gracias, la vida del golfista estadounidense se dividió en un antes y un después. Un antes en el que rozó la perfección, donde la felicidad no se podía ocultar en su rostro, mucho menos en un campo de golf. Inimaginable lo que sucedería luego de aquella noche.
Woods sufrió un accidente que hizo pedazos no solo el carro que conducía, sino también su matrimonio. Y es que el estadounidense estaba huyendo de su entonces esposa Ellin Nordegren, quien descubrió su infidelidad. Ese fue el principio del viaje que tenía que realizar el golfista para volver al paraíso, su lugar.
Pasó por el infierno primero. Tuvo que ver, con frecuencia, su nombre en las portadas. No por un logro, sino por un escándalo tras otro. Diferentes mujeres confesaban ante los medios, en fila india, haber tenido relaciones sexuales con el golfista.
El norteamericano gastaba miles de dólares para tener sexo con distintas mujeres, y cada encuentro era combinado con drogas y alcohol. El efecto dominó era previsible: sobre el Green sus virtudes se opacaron y sacaron a la luz sus miserias más grandes. Entres las tinieblas, optó por dejar el golf por un tiempo indefinido.
Toda su vida fue cuesta abajo. No encontraba una escapatoria. En su intento por cambiar rápidamente esta historia, Woods se sometió a terapias para contrarrestar esos vicios. Volvió a jugar en Augusta el 2010, pero sin éxito.
Su golf estaba en decadencia. Ya no era el mismo Woods que generaba aplausos y halagos con sus golpes. Las lesiones intensificaron más su desgracia, lo que dejó al golfista en un estado de incertidumbre y frustración total.
Pasó por el purgatorio, tratando de enterrar el pasado y pensar en ser mejor persona. La esperanza era lo último que el estadounidense podía perder. Aunque su divorcio ya era una realidad, Woods le puso prioridad a su familia, sus hijos y trató de vivir una vida tranquila. Además, las cuatro operaciones de espalda a las que se sometió le permitieron volver a tener opciones en una cancha.
El regreso más esperado en el mundo del deporte se dio y Tiger volvió a rugir. En setiembre del 2018, Woods ganó su primer título luego de más de cinco años en el Tour Championship. Y eso no quedó ahí. El estadounidense encontró el horizonte del paraíso y conquistó su quinto Masters de Augusta luego de 14 años.
El domingo, Woods volvió a escribir una página más en la historia de este deporte. El golfista estadounidense ganó el Zozo Championship disputado en el club Accordia Golf Narashino de Chiba, Japón, y alcanzó a su compatriota Sam Snead, quien era el más laureado en la historia del PGA Tour con 82 títulos desde hace 54 años.
“Es simplemente loco, es mucho”, comentó un sorprendido Woods tras igualar el histórico registro. “La semana fue larga, cinco días al frente de la clasificación fue largo. Fue estresante, está claro”, añadió feliz.
Cual Dante en la divina comedia, Tiger ha debido sortear todos el infierno y el purgatorio para llegar por fin al paraíso. Su salvación definitiva parece ya una realidad. Aquella genialidad y leyenda, de las que todos eran testigos, vuelven a caminar a su lado. Hoy las vuelve a exponer en las canchas. Tiger retorna a su mejor versión con 43 años. Woods ha resucitado en el golf.
“Estoy disfrutando. Ahora sí me veo jugando hasta los 52 años. Hace dos años no lo hubiera pensado. Ahora sí. Desde el punto de vista del swing, la velocidad está volviendo y me duelo menos la espalda. Me sigue molestando, pero mucho menos. El futuro lo veo brillante”, sentencia Tiger. El paraíso ahora está a su disposición.