En medio del temporal político regional, los limeños se organizaron lo suficiente como para cumplir una agenda cultural y deportiva múltiple y digna de sus 10 millones de ciudadanos. Uno de esos eventos era de nivel mundial, con el agravante de que se tuvo que organizar en tres semanas. A pesar de las evidentes limitaciones del Jorge Chávez, del perímetro del cerco de seguridad que obligó a largas caminatas, del estado lamentable de los baños del Monumental y de un loquito que quiso pasar a la historia a través del vandalismo, lo cierto es que el resultado fue satisfactorio. Pasemos, entonces, a lo futbolístico.
River Plate y Flamengo demostraron por qué llegaron a esta final. El primero por la aplicación de la estrategia inicial; el segundo, por la reacción al límite. La paridad quedó demostrada en un hecho: el partido se definió por detalles, no por el establecimiento de una superioridad o jerarquía. El más clamoroso fue el ‘blooper’ de Pinola, pero un error individual no puede borrar la rara belleza de dos colosos pujando entre sí durante 90 minutos. Los argentinos predominaron en el primer tiempo tácticamente porque se jugó el partido tal como ellos lo propusieron: sin espacios y a la espera de que la presión provoque fallos de los cuales sacar ventajas. Los brasileños remontaron por el desgaste que ocasiona este esquema y porque River no tuvo oportunidad de recuperación: los dos goles de Flamengo llegaron en segundos y terminó el partido. Es difícil imaginar lo que implica ir arriba desde el minuto 14 para perder el encuentro en los descuentos. El trabajo de Gallardo por delante será rehacer psicológicamente a un plantel que debe estar devastado.
Los tres minutos de furia tienen un nombre: Gabigol. Es un delantero formidable, con potencia, olfato y zurda. En el primer tanto acompaña la magia de Bruno Henrique sin ponerse en fuera de juego. En el segundo fuerza el error del back y define con maestría. No hay muchos como él en Sudamérica, aunque ello se deba a la generosidad del Inter de Milán que lo cede a préstamo. Lo que lleva a un comentario adicional: el triunfo del ‘Mengao’ es también el de una dirigencia con capacidad adquisitiva y plan de trabajo. Salvo alguna escuadra de México, no hay institución latinoamericana capaz de contratar a un entrenador europeo como Jorge Jesús, campeón de todo lo que se puede ganar en Portugal con el Benfica, a la vez que convoca a talento europeo como Marí mientras repatria a Filipe Luís y Rafinha. Al lado, los ‘millonarios’ parecen pobres: Suárez y Borré están lejos en categoría. Pero los de Gallardo tenían algo más: una idea de equipo y una racha internacional histórica. Esto último lo han perdido también.
A futuro, Flamengo debería medir los límites de su ambición en el torneo de clubes; con Liverpool enfrente será una tarea dura. River, en cambio, tendrá una labor mucho más complicada: la derrota los obliga a la reingeniería y a evaluar si este es el fin de un proyecto, quizás el más glorioso de todos aquellos que se emprendieron en Núñez, o si solo es el bache de un camino más largo. En meses habrá respuestas a ambas preguntas.