Lo primero que hacía Mario Razzeto en sus clases de periodismo en la universidad era encender una radio. “Las redacciones son ruidosas, tienen que acostumbrarse a trabajar así”, les decía a sus jóvenes alumnos quienes, con timidez, empezaban golpear las teclas, componiendo la música que los acompañaría el resto de sus vidas.
“Una redacción no es una biblioteca ni una pinacoteca, sino en todo caso una discoteca”. Así describía Miguel Ángel Bastenier ese caos maravilloso de voces, gritos, risotadas –a veces alaridos- que hace trizas los nervios del más común de los mortales y suena como una melodía dulce en los oídos de un periodista. Como la canción de su corazón.
Esa música no se escucha más en la redacción de El Comercio en Santa Catalina. Hay apenas unos golpes secos en los teclados, y el murmullo de los cursores se mezcla con algunas voces aisladas. El COVID-19 también nos ha cambiado las vidas y el recién estrenado piso donde se producen los textos, audios e imágenes que usted disfruta en el decano, hoy está semivacío. Minimizar la posibilidad de contagio es un deber impostergable y nos ha obligado a acoger una palabrita nueva: teletrabajo.
No ha sido un proceso fácil, sobre todo para quienes nos encargamos de sacar adelante la edición que usted toca, huele y hojea, nuestra versión en papel. Pero hubo que meter el pie en el acelerador conforme la epidemia se expandía y los peligros para la salud eran mayores.
Con un software accedemos desde nuestras casas a los servicios editoriales que nos permiten escribir, editar y diseñar el diario como si estuviéramos en la redacción. Como imaginará, los grupos de whatsapp se han multiplicado y las reuniones editoriales se realizan a través de Zoom, una aplicación que permite comunicar a varias personas a la vez por el lapso de 40 minutos. Los airados reclamos de un bebe, así como los ladridos de un perrito se han colado en algunas de nuestras reuniones, pero qué podemos hacer. El trabajo se hace mejor cuando abunda el buen humor.
No vaya a creer que no tenemos periodistas en las calles. Aunque su número se ha reducido, nuestra cobertura se mantiene. Nuestros periodistas recorren el país con los elementos de seguridad necesarios que eviten un contagio. La salud está por encima de todo.
La ‘inmovilización social’, eso que los viejos como yo conocimos con el nombre de Toque de queda, nos ha obligado a ajustar nuestras rutinas y que los cierres de edición deban adelantarse. Pero nuestro compromiso es el mismo: llevarles la mejor información, en diversos géneros, con el dato y el análisis preciso.
Hacer periodismo en estas circunstancias resulta muy complejo. Pero quienes trabajamos en esto sabemos que este no es un oficio cualquiera. Es, antes que nada, un servicio que El Comercio lleva a cabo desde hace más de 180 años.
No los vamos a defraudar.