En medio de esta crisis sanitaria que agobia al planeta entero por la epidemia de coronavirus, hay pocas cosas que ofrecen certidumbre. Y entre ellas está saber que en los quioscos de periódicos, en los centros de abastos y en su casa, si se trata de un suscriptor, la edición diaria de El Comercio sigue presente. Todos los días.
Y otra cosa cierta es que el rostro que le dice “hola”, “buenos días”, “¿cómo se encuentra?” a todos los lectores de este Diario es la portada. La página que muestra los contenidos más relevantes y de interés que han elaborado sus periodistas: aquellas informaciones de utilidad y de servicio tan necesarias en estos días; los temas de reflexión y crítica sobre la pandemia que padecemos; y también, por qué no decirlo, las notas que pueden servir de esparcimiento, de aire fresco.
La portada es la cara de cada jornada que se rejuvenece para que no se parezca a la del día anterior y que sea distinta a la de mañana. Textos, cifras, fotos, ilustraciones… Todo importa en esa faz, cada letra, cada trazo. Y más en estos tiempos de inmovilización y restricciones, pues el periódico es también una forma de socializar, de sentirse parte de una sociedad que -aun confinada- late, se desarrolla y sigue viva.
Por ello mismo, elaborar y editar la portada de un periódico conlleva una enorme carga de responsabilidad. Y más aun si se trata de El Comercio, pues cada primera página, cada cubierta del diario es un testimonio de la historia, un relato fresco que con el pasar de los años se vuelve un referente de lo que sucedía en el Perú y el mundo.
Dicho todo esto, quiero contarles cómo estamos elaborando la portada de El Comercio por estos días. Una tarea que acometo cinco veces a la semana como parte de mis responsabilidades profesionales. Los invito a mirar este espejo en el que tratamos de reflejar lo mejor de nuestro quehacer periodístico.
Como un rompecabezas
Un diario refleja el devenir los acontecimientos y esos no cesan nunca. Pero un diario tiene horarios de cierre porque de lo contrario sería imposible imprimirlo y distribuirlo para su venta y lectura. Por ello, existen pautas de trabajo cotidiano que nos permiten manejar mejor el tiempo y organizar el trabajo. Rutinas laborales que, por supuesto, se han visto afectadas por el estado de emergencia.
En El Comercio hay una reunión clave para la edición impresa: habitualmente, a las 4 de la tarde, el director periodístico, los editores de secciones y los editores de cierre nos encontramos para discutir cuáles son las propuestas de temas e imágenes para la portada. Cuáles son las informaciones que deberíamos presentar allí y por qué, cuáles serían los ángulos más relevantes y cómo se explican mejor los acontecimientos. Esa reunión, hoy por hoy, ha cambiado en sus formas. Para empezar, ahora se desarrolla dos horas antes, dada la orden de prohibición para circular por las calles desde las 6 de la tarde. Además, la reunión ya no se realiza in situ, sino a través de la aplicación Zoom dado que gran parte del equipo periodístico -por prevención- se ha aplicado ahora al teletrabajo.
Una vez que cada responsable de sección comenta página por página cuáles son las informaciones que está acometiendo, se empieza a definir el esbozo de la portada.
Imaginemos que la portada es una especie de rompecabezas donde hay que insertar las piezas para tener una imagen completa del panorama noticioso. Algunas de esas piezas tienen un nombre, el que le hemos puesto en El Comercio para entendernos mejor y usar un lenguaje común a la hora de trabajarlas.
La nota más importante, la que consideramos puede concitar el interés de los lectores y provocar que quiera saber más, es la abridora. Es la noticia que generalmente va en letras más grandes, la primera que se lee, por lo general en el lado izquierdo superior de la página debajo del logotipo de El Comercio. A veces, cuando la información es muy potente y relevante, cuando su impacto es más grande, esta nota abridora puede ir a todo el ancho de página y con una imagen.
Después de la abridora, está la nota cerradora. Es aquella que también posee un contenido informativo de alta importancia y que acompaña a la abridora, en el lado derecho superior de la página, para cerrar justamente ese primer nivel de lectura que atraiga la atención de los lectores. Generalmente, esta información va acompañada por una imagen.
Luego está el punto C, el punto central, la imagen principal de la portada, la más grande, aquella fotografía, ilustración o infográfico que por sí solo lleve a los lectores al interior del diario para saber más. Una imagen potente, con carga informativa y emocional, una invitación ineludible a querer saber más.
Además está la nota fuerte. Es aquella información que generalmente sería la tercera en términos de tamaño y de espacio en la página. La noticia que merece tener un espacio propio destacado.
Luego vienen otras informaciones, algunas con lugares más o menos fijos. Entre ellas, los frisos, que van encima del logotipo y que por lo común son piezas más lúdicas, de ocio, de entretenimiento. O el sumario, donde a suerte de resumen se pueden colocar dos, tres o más informaciones interesantes; una pieza que ayuda a ahorrar espacio.
La hora del boceto
Definidas cuáles son las piezas que pueden ir en la portada, un diseñador trabaja uno, dos o más bocetos para decidir cómo se verá mejor, cómo resultará más atractiva e interesante… y distinta, ya no solo a la que hemos elaborado los días previos, sino pensando también en que marque una pauta de diferenciación frente a otros diarios.
El punto C, por ejemplo, cómo destaca mejor, si en forma horizontal o vertical. O la cerradora, sin en vez de una foto puede ir acompañada por unas cifras. O acaso si en vez de un friso con dos noticias va mejor con una sola que rompa el esquema (por decirlo coloquialmente). O si la abridora va a tres o cuatro líneas de titular. O si va una pieza con los artículos de opinión más interesantes de los comentaristas. O si se requiere una segunda imagen que acompañe al punto C. O si…
Existe una gama de portadas diagramadas que sirven de base y consulta, un álbum con opciones que pueden servir para tales o cuales situaciones, pero ya está en la habilidad y la capacidad del diseñador usarlas, reusarlas o rehacerlas. O crear nuevas, que siempre será una aventura y un reto más atractivo.
Elaborados al menos dos bocetos (a veces más), se pasa a una primera consulta con el director periodístico que pedirá algunos ajustes y finalmente lo aprobará. A partir de ese momento, empieza otra etapa crucial.
Así es como se fue armando la portada del diario del viernes 3 de abril.
Un menú diferente
Antes de seguir, una reflexión gastronómica. Uno debe alimentarse todos los días, es lo ideal. Desayuno, almuerzo, cena. Y en lo posible, combinar distintos tipos de comidas. No todo es plato de fondo, puede haber un aperitivo, un postre, una sopa… Se puede cambiar de condimentos, mezclar verduras y frutas, menestras y cereales, carnes blancas y rojas, guisos, arroz y fideos y otros complementos, se puede beber jugos o refrescos. Se puede incluso experimentar con una receta nueva.
Eso es lo que pienso los cinco días a la semana que me cabe la responsabilidad de elaborar los textos y editar la portada de El Comercio. Un tarea sensible, delicada, meticulosa, tensa, en la que debo poner mis seis sentidos (añado el de la intuición), y para la que me preparo desde que despierto viendo noticias, leyendo mensajes informativos, planificando -incluso horas antes de la reunión de portada que he descrito antes- cómo podría ir la página uno del diario.
En la portada, siempre digo lo mismo, debe haber una combinación de notas duras y amigables, de informaciones extensas y cortas, de noticias que pueden mostrar crudeza pero también optimismo y esperanza, artículos que generen algún tipo de emoción y reacción en el lector, que este no se mantenga indiferente, que despierten el deseo de saber más, de leer más, de aceptar la invitación e ingresar a las páginas interiores.
La portada no se trabaja del aire sino en base a los datos que otros periodistas han conseguido. Y a medida que los obtienen. Porque se debe ir avanzando contra el reloj, porque hay una hora tope de cierre pues de lo contrario se rompe con la cadena de producción de la edición impresa: el periódico debe estar listo, en estos días de COVID-19, a las 7 de la noche, para que pueda llegar vía digital a la planta de impresión y pueda ser distribuido a primera hora. En tiempos que parecen lejanos, la hora de cierre habitual era a las 11:15 de la noche, y los fines de semana, a las 10 de la noche.
Es claro para todos que la tarea se hace más complicada: hay menos tiempo y más presión para el trabajo. Pero ello no implica que se dejen de lado todos los preceptos de calidad ni que se baje la guardia, por usar un símil boxístico. Y en el caso de la portada, más porque como he comentado desde el inicio, es el rostro del diario. Un error puesto allí (toco madera tres veces) tiene un eco negativo por donde se vea, y peor si es de El Comercio. De esos somos conscientes: los lectores del Decano de la Prensa Nacional y quienes no lo son nos exigen responsabilidad, compromiso, perfección, calidad, servicio, profesionalismo multiplicado. Y lo aceptamos.
Las primeras piezas
Pero vuelvo a la portada. Allí, con las piezas del rompecabezas en blanco, el primer cometido es no caer en la pesadilla de la página en blanco. Sé que debo llenar una a una esas piezas y lo más conveniente es empezar por aquellas informaciones que ya estén listas o que difícilmente vayan a variar. Por ejemplo, los frisos, donde por lo general van notas de las secciones Luces, Deporte Total o Ciencias.
Aquí empiezan los devenires del quehacer diario: puedo tener una idea de titular atractivo, rompedor, que cumpla con responder las preguntas básicas del periodismo (qué, quién, cómo, cuándo, por qué, dónde), pero debe calzar, tiene que caber en el espacio que ha sido asignado. Siempre hay posibilidad de una “negociación” con el diseñador (dame un poquito más a la derecha, ajusta este párrafo, disminuye la letra una pizca…) pero es lo que hay.
Luego de estas primeras piezas, suelo seguir con aquellas de secciones que cierran antes sus informaciones: Mundo, Economía… Claro, en estos días de coronavirus esto se ha trastocado y muchas de las noticias de índole global y financiero forman parte del paquete especial de información que publica El Comercio a diario. Ante esto, hay que hilar fino y dialogar con editores y redactores para conocer qué ángulos están destacando en sus notas, cuáles son los datos precisos que podríamos destacar, cómo está evolucionando la información.
Porque aunque suene a obviedad, lo que está puesto en la portada es reflejo del interior. Lo que el lector encuentre en la página inicial debe estar desarrollado con amplitud adentro. No puede haber contradicción ni datos inexactos o imprecisos.
La irrupción de lo imprevisto
Y los minutos siguen corriendo. Y aunque uno puede tener un boceto ya definido, cualquier noticia puede irrumpir de pronto y alterar la pauta establecida. Esa adrenalina mezclada con presión puede llegar en cualquier momento y hay que estar listos para recibirla. Y peor con los tiempos ajustados. Y sucede, porque de pronto se confirma la fecha de llegada de las pruebas moleculares para diagnosticar el coronavirus. O se constata que los fallecidos en España han superado todos los récords. O una norma de urgencia se publica a último minuto en la gacetilla de “El Peruano”. O se obtiene la declaración en exclusiva de la ministra de Economía…
Y el tiempo pasa. Y las notas deben pasar por una primera instancia de control de calidad, para que exista precisión lexicográfica, que no haya errores de forma, que exista coherencia. Porque uno es humano y se requiere de un segundo par de ojos, y a veces más, para que la página sea lo más limpia posible. Clara, precisa, atractiva, sin errores de ortografía, con las palabras justas y precisas.
Y para colmo, en tiempos del COVID-19, cuando la mayoría de informaciones giran en torno a este mal, procurando no repetir los términos pandemia, enfermedad, coronavirus, contagio, emergencia, etc. en los textos. Y con los verbos más adecuados, los calificativos medidos, los términos precisos, conocedores del impacto que cada elemento allí presente tendrá en los lectores. Ese contrato tácito firmado con cada persona que acoge a El Comercio como su medio referente de información.
Y las piezas van encajando, los espacios vacíos se van llenando, y uno que le da vueltas y más vueltas a los titulares sea porque sobran letras, porque no reflejan el sentido de lo que se quiere expresar, porque el núcleo está aún incompleto, y porque siempre se puede mejorar, siempre se puede comunicar mejor. Aunque los segundos avancen cada vez más rápido.
¡Ah! Y sin contar que, dada la situación de emergencia y en prevención, la elaboración de la portada y el chequeo final de páginas interiores se debe hacer mediante teletrabajo. Los editores hemos instalado en nuestras laptops y pc de casa accesos a los programas de edición, pero acostumbrarse a este sistema cuesta, así como perder la interacción y la conversación inmediata, y ni hablar de cuando el sistema sufre algunos cortes y uno se queda frente a la máquina cruzando los dedos. Al estrés habitual se suma entonces la ansiedad, con alguna dosis de impotencia, pero al final deben prevalecer la certeza de que otros compañeros están en la redacción in situ para darnos una mano y así sobrellevar el temporal.
Los pasos finales
Con la portada ya completa, los textos listos y las imágenes acordes, se pasa a una etapa de consulta final a un chat de WhatsApp donde el director periodístico y los editores principales hacen sus últimas observaciones. Es la mirada final del conjunto de informaciones para que exista coherencia editorial. A la par, la página pasa por una segunda revisión de estilo para que no se escape ningún yerro. En paralelo, el editor de la página hace también una revisión de los textos y coteja que cada nombre, cada cifra, cada dato corresponda a la información que se despliega en las hojas interiores.
Finalmente, con los múltiples OK que provienen de cada ámbito, la página es enviada a la planta de impresión en Pando. Una hoja de papel en A3 con el contenido que se verá al día siguiente suele colgarse en una pizarra donde la acompañan las otras páginas del diario entero. Es el vistazo definitivo del trabajo hecho a conciencia y con cariño. Con pasión y compromiso. Con oficio y experiencia. Es el diario que palpita y los periodistas que forman su mente, corazón y alma.
Y quienes hacemos la portada disfrutamos de una manera especial de cada creación: somos hacedores anónimos que nunca firmaremos la obra con la alegría de saber que esta representa a un todo. Y así, hasta el día siguiente.