Un breve inventario sobre lo que hay en mi escritorio en el nuevo piso de El Comercio en Santa Catalina arroja una verdad sobre el pasado: libretas llenas de teléfonos y frases en clave, decenas de recortes de diarios, pos-it con pendientes que nunca termino, hojas sueltas de artículos arrancados de la revista, y mi personal colección de todos los ejemplares de Somos desde el 2017, cuidándome las espaldas, ordenados como muralla china. Hay, sin duda, más papeles que apps en el celular.
Los escritorios de todo el equipo de Somos tienen, ahora que lo pienso bien, la misma geografía.
Una primera conclusión es que este equipo periodístico fue, sin duda, educado para el print, ese lujo. Esos fueron sus cimientos, como los míos. Todos soñamos con su olor, con las fotos impresas en páginas, con la romántica idea de poder coleccionar todos los textos donde apareciera el apellido de los viejos. La segunda, acaso, es la más valiosa: adecuado a los nuevos tiempos, a la velocidad de la publicación on line, los periodistas de Somos no solo siguen construyendo una edición print con crónicas, reportajes, ensayos y columnas de opinión todos los sábados, sino que hoy alternan ese trabajo con una pestaña web (elcomercio.pe/somos) que se alimenta 24/7 con otra agenda, más digital, más fresca, igual de rigurosa. Vienen entendiendo que el formato papel no es ya el único, y que hay otras formas -multimedia, en redes sociales- para contar sus historias.
Por eso sigue siendo la revista semanal más buscada para leer en el Perú.
Ese equipo tuvo esta semana un nuevo reto, sin embargo: tanto su romántico papel como su visitada web tuvo que ser trabajada a distancia, cada uno en sus casas, por el Estado de Emergencia e inamovilidad social decretada desde Palacio de Gobierno para combatir el coronavirus.
Este sábado cumplió ya dos ediciones.
***
Como los periodistas suelen tener información inmediata, y los rumores sobre la cuarentena ya estaban instalados en los chat de whatsapp, Rafaella León, editora de Somos envió una orden el viernes 13, 5 días antes del Decreto Supremo. Ella tiene esa destreza: sabe ordenar y sabe abrazar. Me ha pasado. Es mi suerte haber tenido -en los 15 años que llevo en El Comercio- editores brillantes, nobles robles, muros de contención. Como Rafaella. Bueno, sus órdenes se polemizan, se leen, pero se cumplen:
-Todos deben instalarse en sus laptops los programas necesarios para trabajar la edición papel y el formato web.
-Esto debe hacerse a más tardar el lunes 16.
“Y luego veremos”, dijo. “Cuídense todos, por favor”.
Ese fue el último día en que parte del equipo se vio, sentados en sus escritorios. Nos cruzamos en el café con Nora que, inagotable, tenía decenas de temas para la web. Bromeamos. Ella es Somos. La China Verónica mandó un sticker al grupo, para romper la calma del lunes. Seguramente Óscar estaba escuchando algún disco que nadie más ha escuchado. Como suele pasar, Rafaella fue quien apagó la luz.
***
Desde entonces, martes 17 de marzo, el trabajo de los periodistas de Somos ha reinterpretado su semana, apurado las horas de cierre y puesto en vigencia una nueva forma de reporteo, acaso reñida con esa ley del periodismo que indica que necesitamos ir a la calle, y caminarla, para poder recién escribir. ¿La razón? Ya no es tan sencillo ir a la calle. Existen horarios, Toque de Queda, restricciones, distancias, miedo colectivo. Respeto, sobre todo. Esa nueva forma de reporteo utiliza todas las herramientas digitales que hoy acercan: llamadas por skype, videollamadas por zoom, testimonios de vecinos.
La curaduría de cada información no ha cambiado, sigue teniendo hasta 6 ojos encima. Solo se adaptó.
En esa primera parte del trabajo -me ha pasado- hay una nueva música que se cuela por los audífonos donde antes solo salía música para volar: el ruido de la licuadora, los goles que hacen los hijos en la Play Station, el Contigo Perú que ponen algunos patrulleros a la hora que arranca el Toque.
***
Las reuniones, que antes se hacían en la alfombrada rotonda de la casona en Miro Quesada, con ese aire noble de estar decidiendo la historia, se ha mudado a una muy eficiente pantallita con al menos 10 caritas que se despiertan -o no han dormido- y se conectan a un zoom, esa sala de reuniones virtual que sirve para:
1. Organizar la edición y encargar los temas.
2. Discutir lo que se hizo bien o mal la última semana.
3. Escuchar sugerencias o plantearlas.
4. Repasar la edición web, los titulares y los enfoques.
5. Qué hacer para que la agenda vaya más allá del Coronavirus.
6. Ver nuestras horribles pijamas.
7. Mirarnos, porque aunque nadie lo ha dicho con todas sus letras, todos se extrañan.
Casi de inmediato, y gracias a una telaraña invisible de conexiones que cruza Lima, Santa Catalina, La Javier Prado, etc., Verónica Calderón -editora de diseño- y Richard Hirano -editor de fotografía- revisan la edición, hacen preguntas, proponen gráficas, gastan alguna broma. Si hoy la edición print de Somos cierra entre miércoles y jueves, la mañana del viernes es cuando todos se ponen nuevamente on. Ellos, Verónica y Richard, primero que nadie.
Conocí a Verónica Calderón cuando era un irresponsable redactor de deportes. Tenía 23 años. Desde esa época admiro su orden, su predisposición y lo sencillo que es para ella ganar los Padre Urías, el premio anual del diario. Y admiro, sobre todo, su finísimo buen humor y ese secreto para no decir nunca que no. “Yo lo arreglo, Miguelito”, dice. Y ella lo arregla. Esto opina de estos días: “Cuando arrancamos con el teletrabajo asumimos un reto muy grande. Nos enfrentamos a un método laboral desconocido en la práctica para todo el equipo. Fueron más horas de trabajo, luchar con la conexión, más tazas de café, aprender a coordinar vía zoom, organizarse con esmero y responsabilidad, dividir nuestro tiempo. ¡Cuando uno es madre o padre con niños chicos en el hogar se complica un poco la labor! Pero seguimos. Lo positivo fue que el equipo habló el mismo idioma, tomó las riendas y arrancó y siguió andando. Así fueron fluyendo las cosas: siento que todos sacamos lo mejor de cada uno y dimos más de su 100%. Qué satisfactorio para uno mismo como profesional sentir que la hicimos, con ganas, con entusiasmo. Salimos airosos a pesar del estrés de cerrar una edición a tiempo. Con ánimo, todo se puede”.
Y esto piensa Richard, al cabo de dos semanas. Hace poco nomás estábamos en bus rumbo a Ayacucho para ver un partido de fútbol. Hace poco nomás estábamos de comisión en Río de Janeiro. “Lo bueno de estos dos cierres a distancia es que, a pesar del distanciamiento físico, hoy más que nunca ha aumentado nuestra comunicación como grupo. Incluso no hemos perdido el humor. Lo difícil es en mi caso mostrarles los avances gráficos a todos desde mi sitio. WhatsApp y las capturas de pantalla se han convertido en una herramienta invaluable”.
Como siempre, Somos se cerró a tiempo, pasadas las 10 de la noche. Hora de una salchipapa en el Múnich, una cerveza en el Queirolo; o el quinto café pasado que ya no se cuenta.
***
Las dos ediciones print de Somos han sido una nueva prueba de fuego para un equipo del que me he sentido parte apenas dejé el islote paradisíaco de Deportes -o sus cavernas futboleras, como se lea mejor-. Los espío, los acompaño, participo de sus zoom con alguna idea, y al cabo de estas dos semanas he reconfirmado lo que se veía desde lejos, cuando las oficinas de la revista eran para mí el Everest: hay que tener el talento y las agallas, el respeto y la letra, para estar aquí arriba. No es fácil pero nadie dijo nunca que lo era. Es lo que otros llaman solidaridad, y que es el mensaje escondido detrás de estas dos ediciones del papel.
Jaime, Rafaella, Verónica, Nora, Óscar, Richard, Arturo -que sin estar, estuvo-, Vanessa C., Ricardo, Gaby -que ya vuelve- Ana, Vanessa R., Jorge, Kelly, Ana Claudia, Fátima, Daniel, Úrsula, Nadia, Elías, Fidel, Karen. Ellos hicieron Somos estos últimos sábados. Siempre es una edición de colección, pero esta vez tiene un fuego distinto.