El recorte forzado de períodos presidenciales ha sido una constante en el escenario político de América Latina. Solo entre 1991 y el 2023, en nueve países de la región hubo en total 26 procesos de destitución de sus gobernantes.
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Con juicios políticos, mociones de vacancia o intentos de levantamiento de inmunidad, los parlamentos consiguieron la salida anticipada de ocho presidentes. Además, cuatro renunciaron antes de ser retirados del poder.
En noviembre próximo, Ecuador tendrá un nuevo mandatario luego de que su aún presidente Guillermo Lasso anunciara la disolución de la Asamblea Nacional y su dimisión, bajo un mecanismo constitucional conocido como la muerte cruzada. Esto ocurrió en medio de un juicio político iniciado en contra de Lasso por presunta corrupción.
Previamente, el Congreso ecuatoriano destituyó a dos mandatarios: Abdalá Bucaram en 1997 y Lucio Gutiérrez en el 2005. A la fecha, las naciones latinoamericanas con más procedimientos parlamentarios de remoción de presidentes en los últimos 32 años son el Perú, Paraguay, Ecuador, Brasil y Chile.
Consecuencias
Si bien los Congresos de la región justificaron el inicio de juicios políticos o pedidos de destitución por indicios de actos ilícitos o de corrupción, especialistas consultados por El Comercio coinciden en señalar los efectos negativos en el uso frecuente de los llamados ‘impeachments’ o vacancias presidenciales y disoluciones del Parlamento.
“Las disoluciones y destituciones traen consigo una profunda desconfianza ciudadana, no sólo a la clase política, sino sobretodo a la democracia. La desconfianza lleva a la incertidumbre en base a las reglas del sistema político”, comentó a este Diario la internacionalista y asesora política mexicana radicada en Berlín, Diana Luna. Destacó que, en varios de los escenarios, los poderes Ejecutivo y Legislativo –a falta de plataformas partidarias sólidas– basaron su identidad en la confrontación.
El internacionalista Óscar Vidarte recalcó que la democracia y la institucionalidad se han debilitado a nivel mundial. En el caso latinoamericano, indicó que la fragmentación política ha puesto en mayor riesgo la estabilidad que se busca gobierno tras gobierno.
“Hace 50 años hablábamos más de golpes de Estado, de rupturas del orden constitucional. Hacia los 90s, comenzamos a hablar de situaciones que ponían en riesgo la democracia, con las dictaduras en Perú, con Fujimori, o Venezuela, con Chávez. Pero ahora vemos otras figuras, que algunos llaman ‘golpes parlamentarios’. Al final, por votos del Congreso, se afecta el devenir democrático y se debilita el sistema político”, opinó el internacionalista Óscar Vidarte.
El profesor de Derecho Internacional Público, Francisco Belaunde, indicó que la inestabilidad política se alimenta de la polarización, “la cual es cada vez mayor y tiene en medio a políticos improvisados y con intereses materiales”. “Ahora, desde el Congreso, se ha comenzado a destituir presidentes. Pareciera que la polarización política es la que lleva a conflictos extremos entre poderes. La calidad de los políticos hace también que, eventualmente, no haya capacidad de negociación ni de soluciones saludables a las crisis”.
En comparación con otros países de América Latina, Perú y Ecuador han tenido la mayor inestabilidad en sus períodos presidenciales. Entre el 2000 y el 2022, los distintos Congresos peruanos presentaron hasta 8 mociones de vacancia contra presidentes. De estos pedidos, 4 no tuvieron resultado, mientras que en 3 se decretó la destitución del mandatario (Alberto Fujimori, en el 2000; Martín Vizcarra, en el 2020; Pedro Castillo, en el 2022) y en una se obtuvo la renuncia presidencial (Pedro Pablo Kuczynski, en el 2018).
La última semana, el aún presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, anunció que no se presentará a la reelección para los comicios generales que vendrán en agosto, tras su decreto de “muerte cruzada”. Para Diana Luna, la renovación forzada de los poderes Ejecutivo y Legislativo ecuatorianos no es, en sí misma, una salida a la crisis institucional que el país viene arrastrando.
“Con la muerte cruzada en Ecuador estamos ante la premier de un nuevo mecanismo de destitución gubernamental en América Latina. Este mecanismo fue un blindaje establecido por Correa con elementos más allegados al parlamentarismo. Ecuador necesita a corto plazo una tregua política que permita un gobierno funcional y pragmático. Mientras eso ocurre es fundamental fortalecer el sistema de partidos mediante estructuras democráticas de partido y, sobre todo, promover la creación de plataformas”, expresó.
La vuelta de la inestabilidad presidencial en América Latina, por Tomas Dosek*
La inestabilidad presidencial en los países latinoamericanos es recurrente. Tras los procesos de democratización, apareció el fenómeno de “presidencias interrumpidas”. Los presidentes de turno no terminan sus mandatos constitucionales. El uso de juicios políticos, las renuncias y las salidas anticipadas por presiones sociales permitieron la “flexibilización” del presidencialismo. Los presidentes se van, pero los regímenes democráticos no quiebran. Los militares (normalmente) no vuelven a gobernar.
"El problema es que la debilidad institucional y los patrones de inestabilidad se vuelven crónicos: Perú y Ecuador son los mejores ejemplos".
Tomas Dosek, politólogo
A finales de la década de 1990 y comienzos del nuevo milenio, América Latina vivió una importante ola de inestabilidad presidencial. Varios presidentes fueron destituidos o expulsados de sus cargos, particularmente en Ecuador y Bolivia, pero también en Argentina o Paraguay.
Después del fin del boom de commodities a mediados de la década pasada, parece que volvieron los mismos patrones. La lógica anti-incumbente se impuso en la región. Los presidentes de turno (y sus partidos) no se reeligen. Gobernar se volvió cada vez más difícil.
Los recientes casos de presidencias interrumpidas de Pedro Castillo (golpe de estado fallido) y Guillermo Lasso (“muerte cruzada”) responden a mecanismos diferentes, pero condiciones similares: fuerte fragmentación de sistemas de partidos, debilidad partidaria, falta de proyectos políticos y mal desempeño gubernamental.
¿Sorprenden estos patrones? Difícilmente. Los datos de encuestas de opinión pública muestran (con excepciones) el descrédito de los principales actores políticos – partidos, presidentes, congresos. Democracia sin actores (democráticos). Solo desprestigio. La democracia se vacía.
La creciente polarización, propuestas demagógicas, interpretaciones arbitrarias de las constituciones y soluciones cada vez más extremas solo empeoran la situación. Las respuestas de los actores políticos erosionan la democracia. En vez de fortalecer las instituciones, las politizan. En fin, dominar o neutralizar los mecanismos de control. El problema es que la debilidad institucional y los patrones de inestabilidad se vuelven crónicos: Perú y Ecuador son los mejores ejemplos.
Los políticos con compromiso democrático enfrentan una tarea importante: fortalecer los partidos políticos y las instituciones democráticas. En caso contrario, se vienen más políticas públicas deficientes, mayor inestabilidad o concentraciones autoritarias de poder. Con el magro desempeño de los gobiernos y el descontento social generalizado, es en realidad extraño que no se registre más inestabilidad. En ningún caso son buenas noticias para la ciudadanía en los países de la región.
*Tomas Dosek es doctor en Ciencia Política por la Pontificia Universidad Católica de Chile, magíster en Estudios Latinoamericanos por el Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca y magíster en Estudios Internacionales y Europeos - Diplomacia por la Escuela Superior de Economía.