En unos pocos días, el mundo conocerá quién gobernará Estados Unidos por los próximos cuatro años. Aunque la campaña ha estado marcada por hitos y caos, como el cambio de candidatura demócrata y los intentos de asesinato contra el contendor republicano, las encuestas de intención de voto ciudadano se han mantenido siempre ajustadas. A la fecha, no hay un favorito que se imponga, y los candidatos –la vicepresidenta Kamala Harris y el exmandatario Donald Trump– siguen centrando actividades proselitistas en estados que podrían definir su victoria.
En la actual carrera a la Casa Blanca son Pennsylvania, Wisconsin y Michigan, además de Carolina del Norte, Georgia, Arizona y Nevada, los máximos “swing states”, y es por eso que los candidatos Trump y Harris concentran en ellos sus esfuerzos de campaña. Pero los estados mismos tampoco son un monolito, pues tienen condados que se desmarcan de otros y pueden inclinar completamente la balanza hacia el voto rojo o el azul. Esto último puede terminar sellando el resultado de toda la elección, pues –salvo en Maine y Nebraska– basta que un candidato alcance la mayoría de “electoral votes” para llevarse todo el estado.
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“Si uno realmente quiere seguir en profundidad el centro de la elección estadounidense, debe centrar su atención en cómo se inclinan los votantes en condados específicos de Arizona (Maricopa), Georgia (Fulton), Michigan (Wayne), Pennsylvania (Lackawanna) y Wisconsin (Brown), principalmente. Estamos hablando de un puñado de no más de 300 mil votos–con otros condados de Nevada y Carolina del Norte– que pueden voltear el resultado por completo para todo el país”, explicó David Schultz, profesor de ciencia política en la Universidad de Hamline, en Minnesota.
Schultz, quien es autor del libro “Presidential Swing States”, señaló a El Comercio que las elecciones pasadas tuvieron casi la misma foto y que esto se debe a una curiosa distribución de personas con alineaciones políticas distintas en uno y otro territorio. California, por ejemplo, no es un estado péndulo, pues se puede predecir que, al menos, gran parte de sus 54 delegados votarán demócrata tras orientarse por la votación ciudadana, tradicional y mayoritariamente demócrata.
“Miremos lo que ocurrió en el 2016: Si [Hillary] Clinton [quien ganó el voto popular, pero no alcanzó los 270 votos delegados] hubiese logrado unos 90 mil votos distribuidos entre condados pequeños de Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, se hubiera convertido en la presidenta de Estados Unidos. Cuatro años después, si Trump hubiese conquistado unos 40 mil votos ciudadanos en condados de Arizona, Georgia y Wisconsin, estaría hoy terminando su segundo período presidencial. Es curioso porque estamos hablando de toda una elección presidencial sostenida en menos del 5% de votantes en un grupo de condados”, comentó el especialista.
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El sistema electoral estadounidense no otorga directamente la victoria a quien obtiene más votos ciudadanos. Esto, porque el voto popular se dirige a representantes del “colegio electoral”, entidad compuesta por 538 miembros. Este número no es casual, sino que se trata de una suma exacta correspondiente a la cantidad de diputados y senadores que tiene el Parlamento Nacional –435 y 100, respectivamente– más tres delegados adicionales por el Distrito de Columbia, donde se ubica Washington D.C.
Entre los 50 estados de Estados Unidos y el Distrito de Columbia, estos 538 delegados orientan los votos recibidos de la población hacia uno de los dos candidatos. Así, para ganar la elección presidencial, basta con lograr 270 de esos “electoral votes” o votos delegados: la mitad más uno de los 538. Sin embargo, hay estados en donde los “electoral votes” generan más disputa porque no hay una preferencia mayoritaria clara por uno u otro partido entre los ciudadanos votantes. Estos estados –donde es difícil predecir si es demócrata o republicano el competidor que se llevará los votos delegados– se denominan “swing states” o “estados péndulo”.
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El voto latino también movilizará la contienda
En cifras del Pew Research Center, la comunidad hispana representa al 19% de habitantes en Estados Unidos. Para este año, los latinos habilitados para votar son más de 36 millones, cuando apenas un par de décadas atrás eran menos de 15 millones. Los estados con más votantes latinos habilitados son California, Texas, Florida, Nueva York y Arizona. Juntos, estos cinco estados conglomeran a 22 millones. Sin embargo, la comunidad latina no es un “bloque” ni social ni políticamente hablando.
“Los latinos/hispanos son un grupo demográfico mucho más diverso en Estados Unidos de lo que algunas personas creen. Por ejemplo, el latino o hispano del sur de Florida suele ser cubano o de raíces cubanas y bastante conservador. Pero también hay latinos/hispanos bastante republicanos en Texas y Arizona. Hay temas de agenda electoral, como el aborto, que también tienen un impacto en la decisión que toman subgrupos de latinos con mayor formación conservadora o religiosa”, dijo el profesor David Schultz.
Desde la estrategia electoral, el latino es un voto a captar, pero también un voto a dividir. La inmigración no autorizada o “ilegal” es uno de los problemas sobre los que gira el discurso y las propuestas de los candidatos. Este año, según el Pew Research Center, existen más de 11 millones de personas viviendo ilegalmente en Estados Unidos, de los cuales 4 millones tienen origen mexicano.
“Si todo mundo viene [a Estados Unidos], debería ser de manera legal”, opina Jerry DuBois, un votante republicano de 72 años, veterano de la Fuerza Aérea, que vive en el estado de Wisconsin. “Esa es la manera en que debería ser. Si buscan cruzar [la frontera], debemos saber quiénes son y qué han hecho antes. Yo estoy en contra de la inmigración ilegal. Pienso que necesitamos saber sus perfiles antes de que entren a Estados Unidos porque no necesitamos más problemas que los que ya tenemos”, refirió.
Para ciudadanos como DuBois, el gobierno estadounidense no ha controlado el ingreso de inmigrantes adecuadamente y esto ha devenido en una amenaza para la seguridad nacional debido a la infiltración de personas con récord criminal. Latinoamericanos –quienes en algún momento tuvieron estatus irregular o ilegal– comparten ese punto de vista.
En Florida, cubanos y cubano-americanos tienden a votar por el partido republicano. “Muchos años tendrán que pasar para que yo empiece a pensar diferente”, dijo Pedro, un ciudadano cubano en Miami, Florida. Aunque en Estados Unidos rige legislación especial desde 1966 que permite a los inmigrantes cubanos obtener la residencia, muchos de ellos, como esta persona, cruzan la frontera estadounidense de manera ilegal y a pie tras salir de la isla. “Yo voy por Trump”, respondió al ser consultado por qué candidato votaría.
Arizona es uno de los estados péndulo más importantes de estos comicios y agrupa 11 votos delegados. Aquí, Trump repitió su ofrecimiento de colocar 10 mil agentes de control migratorio para proteger la frontera con Mexico. En este último tramo de la campaña. el candidato republicano también ha anunciado un plan de deportaciones masivas y culpado a los inmigrantes ilegales de poner en riesgo al país.
“No me gustan las políticas de Trump ni su agresividad”, comentó Irene, una mujer mexicana que trabajó como mucama en Phoenix (Arizona) durante 19 años. “Dice que los mexicanos robamos el trabajo a los estadounidenses, pero eso no es cierto. Hay muchos trabajos que los estadounidenses no quieren hacer y es por eso que las compañías estadounidenses contratan mexicanos o latinos en su lugar”, agregó.
Irene considera cruel el ofrecimiento de Trump de eliminar la ciudadanía por derecho de nacimiento a los hijos de inmigrantes que no cuentan con papeles. Al preguntarle sobre los inmigrantes mexicanos que apoyan el discurso de Trump, refirió que “eso no sorprende”, pues “hay mucho racismo y clasismo entre mexicanos, especialmente entre aquellos que viven en Estados Unidos”.
La retórica de Trump sobre los inmigrantes puede dirigir las balotas a su favor. El Pew Research Center ha mostrado que, para este año, los votantes latinos se inclinan por Trump en un porcentaje mayor que en el 2020 y en el 2016. Aunque Kamala Harris tiene cerca de un 56% de respaldo entre electores latinos y Trump un 37%, la actual vicepresidenta tiene problemas para conquistar a esta comunidad mucho más que Biden y Clinton lo hicieron en el 2020 y en el 2016, respectivamente.
En general, la principal preocupación de los votantes es el estado de la economía. Este último viernes, el Departamento de Empleo (Department of Labor; un símil de lo que se conoce como ministerio de Trabajo en otros países), actualizó su reporte sobre la situación de la empleabilidad estadounidense. Según la información oficial, en octubre solo se crearon 12 mil nuevos empleos, mientras que la tasa de desocupación se siguió manteniendo en 4.1%. Esto, tomando en cuenta el contexto de los huracanes Helene y Milton, y una huelga masiva de trabajadores del campo de la maquinaria aeroespacial. En la cuenta regresiva hacia el día de los comicios, el informe ha caído como el material perfecto para Trump y los republicanos a fin de afilar sus críticas contra el gobierno de Joe Biden y la candidatura de su vicepresidenta Harris.