Gustavo Adrianzén lleva poco más de dos meses en su cargo y ya se ha convertido en el presidente del Consejo de Ministros más impopular de la última década, a la par de Dina Boluarte, quien es la mandataria con mayor rechazo ciudadano en el mismo margen de tiempo. Pero esto no es únicamente producto de errores políticos compartidos. De hecho, es una tendencia reciente que los jefes de gabinete lleguen tan desaprobados como los presidentes de la República.
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De acuerdo con el estudio de abril de la encuestadora Datum, Adrianzén Olaya, quien juró al puesto en marzo, tiene solo un 8% de aprobación ciudadana, apenas un punto porcentual más que Boluarte. En su momento, Alberto Otárola, quien precedió a Adrianzén, cumplía su primer mes con un 13%, tres puntos menos que la mandataria.
La primera caída conjunta del binomio que conforman estas autoridades fue notoria a inicios del 2022, durante la administración de Pedro Castillo y la asunción del expremier Aníbal Torres. En febrero del 2022, ambos fueron valorados con un 19% y un 21%, respectivamente. Hasta entonces, de agosto del 2011 a fines del 2021, los presidentes mantenían un promedio de aprobación de 46% y sus entrantes jefes de gabinete, un 30%. Eran 17, en promedio, los puntos porcentuales de diferenciación entre estos funcionarios. Hoy, ese promedio es mucho menor: de solo 2 puntos.
Para expertos consultados por ECData, de El Comercio, la tendencia negativa conjunta en la popularidad de estos cargos se explica desde varios aspectos, que van desde el agotamiento de perfiles adecuados para la PCM, el debilitamiento de la figura presidencial, la corrupción y los malos manejos que profundizan daños institucionales, y el consecuente rechazo —cada vez en aumento— de la población hacia sus políticos.
Pérdida de relevancia
Para el politólogo Rodrigo Barrenechea, los puestos tanto de mandatario como de presidente del Consejo de Ministros lograban valoraciones distintas porque, de cierta forma, las personas en ellos mantenían un desenvolvimiento público de roles muy propio y marcado.
“Puede ser que estas diferencias sean el reflejo de cambios en la fortaleza de la figura presidencial en la opinión pública. La mayor distancia entre presidente y PCM se da durante la etapa de [Martín] Vizcarra que, en el contexto de la crisis del COVID-19, tuvo mucha visibilidad mediática, asumiendo un papel de liderazgo. En ese contexto, el primer ministro resulta secundario y gris. En el caso de Castillo y Boluarte, por el contrario, vemos figuras sin popularidad y que no proyectan liderazgo. Han tenido primeros ministros mucho más visibles que ellos mismos. Al momento de evaluar al gobierno, la población no diferencia al presidente y al PCM”, dijo Barrenechea.
Omar Awapara, secretario general de la Asociación Civil Transparencia, comentó en un sentido similar y agregó que el problema también tiene origen en un menor margen de convocatoria de cuadros para la PCM, además de una desnaturalización más pronunciada en el uso del puesto.
“Yo creo que el cambio empieza a darse, más o menos, con el gobierno de Martín Vizcarra, que también coincide con el inicio y la profundización de la crisis política, donde empieza a haber una mayor volatilidad ministerial. También debemos considerar que, cada vez que se va convocando a nuevos primeros ministros para reemplazo, se va apelando progresivamente a rostros menos conocidos o menos mediáticos. El factor de la rotación tiene una consecuencia. Es más difícil ahora, para los gobernantes [con Boluarte ahora, y antes con Castillo], reclutar personas calificadas y con peso político que se sume al gabinete conforme avanza la crisis. Por ahí empieza también un tema de convocar personas con perfil no necesariamente apropiado para el puesto, sino con un ánimo de casi ejercer la defensa personal del presidente. Ocupan un poco más un rol casi siamés con el presidente, y eso puede explicar la evaluación negativa conjunta de ambas figuras”, señaló.
Insatisfacción general
En abril de este año, se conoció el más reciente informe de la corporación Latinobarómetro con respecto a la valoración de la democracia en la región. Según este estudio, Perú sigue arrojando números alarmantes: solo un 51% apoya este modelo de gobierno, pero apenas el 19% dice estar satisfecho con este.
Awapara expresó que “hay una evidente y profunda insatisfacción de la ciudadanía peruana hacia el sistema democrático y con las gestiones de las autoridades. El único que logró darle la vuelta temporalmente a esa insatisfacción fue Martín Vizcarra a punta de políticas populistas y gestos concretos, pero después de eso no ha habido nadie que logre pasar el 50% de aprobación. Luego de eso, es una caída libre”. Añadió que “hay, entonces, una mezcla de la insatisfacción generalizada hacia la política, y también un entendimiento ciudadano sobre la incapacidad de gestión de los gobernantes. Hoy vemos una capacidad de respuesta más pobre por falta de experiencia y de habilidad política y técnica”.
Barrenechea, por su parte, indicó: “Estamos en un momento de mayor rechazo y distancia de la población con respecto a la política en general. Entonces, todos los indicadores de respaldo y aprobación tienden a la baja. La gente usa las preguntas sobre aprobación de autoridades para manifestar ese rechazo a la política en general, y eso termina afectando por igual a la presidencia y la PCM”.
Desde el 2011, los últimos cinco primeros ministros —Violeta Bermúdez (del gobierno transitorio De Francisco Sagasti), Guido Bellido, Mirtha Vásquez, Aníbal Torres (del régimen Castillo) y Alberto Otárola (de la gestión Boluarte)— no lograron reducir sus niveles de impopularidad al momento de dejar el cargo.