A pesar de la pandemia, el año pasado fue un buen año para el Banco de la Nación (BN) a diferencia de su par Agrobanco, que dirige su oferta de financiamiento al agro en forma directa (banca de primer piso). En el 2020, el BN reportó utilidades por S/658 millones frente a los S/66,6 millones de pérdida de Agrobanco.
Contrario al rol de Agrobanco, el Banco de la Nación solo ofrece créditos directos a los gobiernos subnacionales, empresas del sector público, entidades financieras (como las cajas), y trabajadores y pensionistas del sector público. Todos tienen en común, que reciben parte o la totalidad de sus ingresos a través del BN, lo que acota el riesgo al que está expuesta esta entidad.
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Esto ha permitido que la entidad estatal cierre el 2020 con una morosidad del 2%, lejos del 41,1% al que llegó en 1996 cuando funcionó como un banco de fomento. Por su parte, Agrobanco cerró el 2020 con una tasa de mora del 89,1%.
El economista peruano y profesor de economía de la Universidad George Mason, en Estados Unidos, César Martinelli, afirma que la teoría económica “no dice que las empresas públicas deban funcionar mal”. Sin embargo, el hecho de que estas operen asignando recursos con criterios políticos en vez de económicos (o sin disciplina de mercado) las condenan a ello.
“Pueden haber buenas intenciones de hacer las cosas mejor a como lo que hacen los mercados, pero nada garantiza que los burócratas nombrados por el Estado puedan alcanzar ese objetivo”, dice.
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Costos de politizar la asignación de créditos
Martinelli recuerda los costos que generó la banca de fomento por politizar la asignación de créditos. Señala que, en primer lugar, aumentó la injerencia del Estado sobre la economía más allá de lo que se quería.
Según la literatura sobre economía peruana, en los 70, la intención del Gobierno de Velasco no fue estatizar todo el sector empresarial, sino cumplir con el rol subsidiario del Estado, al suplir la labor que el sector privado no cumplía.
Sin embargo, como señala Martinelli, la politización en la oferta de créditos provocó pérdidas en la banca de fomento, que fueron financiadas por el Banco Central, subordinándolo a estas entidades.
En segundo lugar, agrega Martinelli, la falta de criterios de mercado en la asignación de créditos provocó pérdidas en la productividad.
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Estima que para 1990, la capacidad de producción de la economía peruana se había reducido en 30% debido al capitalismo de Estado.
Luis Miguel Castilla, director de Videnza Consultores, precisa que basta ver los resultados de Agrobanco y Cofide otorgando créditos directos para advertir el peligro al que se puede estar expuesto el BN.
Castilla, junto a Sergio Barboza, socio de DLA Piper, y Luis Alberto Arias, expresidente del BN, resaltan que la entidad no tiene experiencia asumiendo riesgos como banca de primer piso y su participación distorsionaría la competencia en las cajas y no en la banca comercial.
Según Castilla, para aumentar la competencia es necesario fortalecer a las microfinancieras. Para Martinelli, se deben reducir las barreras de entrada para fomentar la competencia y no ejecutar políticas como topes a las tasas de interés, que distorsionan la competencia en segmentos donde es más costoso proveer créditos.
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