(Foto: El Comercio)
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Pablo Lavado

Una de las relaciones más estudiadas en economía es la que sucede entre la productividad y el crecimiento económico. Este permanente interés se debe a que, a lo largo de los años, entendemos cada vez más cuáles son los factores que determinan el crecimiento. De manera muy resumida, estos son tres: la calidad de las instituciones, la productividad del capital y la . En esta oportunidad me quiero enfocar en los dos últimos.

Primero, la productividad del capital. El mundo avanza a pasos agigantados en la tecnología. En un estudio del año pasado para Uganda, se muestra que aquellos agricultores que adoptaron tecnologías aumentaron su productividad y redujeron su pobreza e inseguridad alimentaria de manera significativa.

Sin embargo, el principal problema fue el bajo número de agricultores que aprendieron a utilizar la tecnología (Bold et al., QJE, 2017). A su vez, hay experiencias en América Latina y el Caribe en las que el empleo de las tecnologías de información estaría ayudando a fomentar la formalización de las micro y pequeñas empresas (OIT, 2018).

Finalmente, las carreteras, electricidad y telecomunicaciones incrementan la productividad de la agricultura de pequeña escala en aproximadamente 30% (Galarza y Díaz, 2016). Estas evidencias son sumamente relevantes, más aun si consideramos que una mayor productividad del capital facilitaría la diversificación productiva, necesaria para el desarrollo del país.

Segundo, la productividad del trabajo. Quisiera resaltar tres aspectos: flexibilización laboral, salud y secundaria técnica. Es necesario revisar el fallo del Tribunal Constitucional del 2001, cuyo impacto fue encarecer los despidos. No se trata de desproteger al trabajador, sino de desarrollar un sistema laboral flexible y, a la vez, seguro. Esto es con un beneficio durante el desempleo, un buen sistema de pensiones y un buen seguro de salud. En este último aspecto, el Seguro Integral de Salud (SIS), el cual cubre a casi 16 millones de personas, se puede aprovechar para proteger al trabajador y así fomentar el aseguramiento universal. Para ello, es importante una reingeniería del SIS que incluya una eficiente compra de las prestaciones y el fortalecimiento del sistema contributivo.

A su vez, es necesaria la secundaria técnica, inexistente en nuestro país. Solo 30 de cada 100 escolares siguen estudios superiores. Los 70 restantes se insertan al mercado laboral sin preparación alguna para trabajar. La secundaria debe tener un camino técnico en alianza con institutos y para desarrollar habilidades demandadas en el mercado laboral.

La productividad en el ha estado casi estancada: mientras la economía crecía a 6% anual, la productividad lo hacía a una tasa menor al 1,5% anual (Céspedes, Lavado y Ramírez-Roldán, 2016). No podemos confiar en que solo la inversión pública o, lamentablemente, solo los factores externos sostendrán al Perú. Es necesario un paquete de reformas integrales que tengan un impacto en el corto y en el largo plazo. Un auto no puede avanzar lejos con una llanta desinflada.

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