“La confianza para contratar se mantiene muy por debajo de su nivel promedio de los últimos 15 años”, dice Saavedra. (Foto: Andina)
“La confianza para contratar se mantiene muy por debajo de su nivel promedio de los últimos 15 años”, dice Saavedra. (Foto: Andina)
José Carlos Saavedra

En los últimos 12 meses, hemos visto cambios positivos importantes en el . A pesar del deterioro del entorno para hacer negocios, de la incertidumbre política que viene afectando las decisiones de inversión y del ataque regulatorio a la creación del formal, el empleo y los ingresos nominales se han recuperado. ¿Es sostenible? Veamos qué ha causado esta mejora, así como sus limitaciones y algunos problemas que se han revelado.

Rebote pos-COVID-19

El control del COVID-19 y el levantamiento de restricciones a la movilidad han sido las principales causas de la recuperación del mercado laboral de los últimos 12 meses, observada en el retorno a la fuerza laboral de mujeres y adultos mayores, en el incremento del empleo de mayor calidad y en la mejora de los ingresos. En ese período, el empleo total del país ha crecido en más de un millón de personas, impulsado principalmente por contrataciones en las actividades del sector servicios más afectadas por las restricciones, como restaurantes y hoteles.

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El regreso de puestos de trabajo con mayor productividad que aquellos que surgieron en un mundo de restricciones ha gatillado mejoras en el salario por hora de muchos de los trabajadores. Esta es una diferencia marcada frente al 2021, cuando el ingreso por hora cayó en promedio. Más aún, esta mejora se ha dado mayormente dentro del sector informal, que fue el más afectado por la pandemia.

Acotada formalización

En el sector formal, la recuperación reciente ha sido más modesta, pues había menos espacio de “rebote” que en el sector informal. Además, en este segmento hay cada vez más limitaciones para las contrataciones. De todos los empleos generados el último año, solo un tercio han sido formales.

En un sondeo reciente de Apoyo Consultoría a gerentes de recursos humanos de las empresas más grandes del país, encontramos que el bajo crecimiento esperado de las ventas y la necesidad de reducir costos han cobrado mayor importancia como limitantes para la contratación, frente a lo observado hace un año. Estos factores se suman al entorno regulatorio adverso, que continúa siendo una de las principales limitantes. Como consecuencia, la confianza para contratar se mantiene muy por debajo de su nivel promedio de los últimos 15 años, lo que anticipa un bajo crecimiento del empleo formal hacia delante.

Así, todo parece indicar que la recuperación del mercado laboral vista este año no es sostenible, considerando además el debilitamiento de la inversión privada, que es el principal motor de crecimiento de empleo formal del país. Y es en este contexto que las últimas dos tendencias pueden parecer algo contradictorias.

Escasez del talento

A pesar del moderado crecimiento del empleo formal, más del 60% de las empresas grandes del país esperan enfrentar dificultades para encontrar mano de obra calificada en los próximos seis meses.

La escasez de talento era una característica del mercado laboral peruano hace diez años, cuando la economía y el empleo crecían a tasas altas. Ahora, a pesar del bajo ritmo de crecimiento, esta se ha activado nuevamente. La falta de profesionales en algunos segmentos donde la demanda es creciente (como científicos de datos o desarrolladores de software) podría explicar parte de este problema. Asimismo, es posible que la transición abrupta hacia la virtualidad, producto de la pandemia, haya afectado los aprendizajes de los estudiantes que ahora egresan.

Presiones salariales

De igual modo, pese a que la demanda formal de trabajadores crecerá a tasas moderadas, más del 60% de las empresas encuestadas perciben presiones al alza sobre los salarios y planea dar aumentos en los próximos seis meses. Este es el porcentaje más alto desde el 2013.

Esto probablemente tiene tres explicaciones. Por un lado, la alta tasa de inflación, que intensifica las negociaciones salariales de los trabajadores para mantener su capacidad adquisitiva. Por otro lado, la percepción de escasez de profesionales mencionada anteriormente. Y, por último, el entorno regulatorio que puede generar presiones adicionales, como el incremento del sueldo mínimo.

En suma, estas cuatro tendencias describen un mercado laboral que ha cambiado mucho en los últimos 12 meses, con mejoras importantes en favor de los trabajadores. Sin embargo, todo parece indicar que estas mejoras no son sostenibles si no vienen acompañadas por una recuperación en el crecimiento de la inversión privada, un cambio de 180 grados en la pésima política laboral del Gobierno y de esfuerzos para defender la calidad de la educación superior.


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