A cuatro semanas de la toma de mando, la incertidumbre política y económica generada por esta nueva administración ha dejado al país casi al garete. A pesar de que los voceros oficiales siguen tratando de convencernos de que vamos en camino a recuperarnos, varios indicadores económicos y financieros confirman la desesperanza y, hasta temor, que sentimos a diario.
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Para empezar, el PBI sigue por debajo de los niveles del 2019 y recién recuperaría el nivel pre-covid en el 2022, aunque esto último también está en duda. Las cifras del empleo y remuneración son las que más han sufrido con esta pandemia y son las que muestran más retraso. Según el último informe del Instituto Nacional de Estadística (INEI), la tasa de desempleo en Lima es 9% al segundo trimestre de este año, significativamente mayor al 6% registrado a mediados del 2019. Peor aún, el empleo se ha precarizado, puesto que dentro de la población que tiene trabajo, el nivel de subempleo ha subido un 28% también medido desde el 2019 hasta esta parte.
En el campo financiero, el dólar se devaluó en más del 13% durante este año y lo seguirá haciendo alimentado por la salida de capitales que no cesa y las cada vez mas débiles cifras en inversión privada (nacional y extranjera). Por si fuera poco, la inflación también nos ataca, efecto directo no solo de la subida del dólar, sino también de los precios internacionales de muchas materias primas y alimentos que son parte importante de la canasta familiar: petróleo, trigo, soya, azúcar, aceite vegetal, entre otros.
En el frente fiscal, tampoco hay buenas noticias, la pandemia deprimió los ingresos tributarios mientras que los gastos corrientes subieron efecto de los bonos a la población, mayores gastos en salud y la vacunación masiva. Según cifras oficiales Ministerio de Economía, efecto directo de lo anterior, el déficit fiscal saltó del 2% al 11% del PBI del 2019 al 2020; mientras que el endeudamiento del público subió del 27% al 35% del PBI para estos mismos años.
Todo este lúgubre escenario económico es en cierta medida consecuencia del COVID-19, pero también en gran parte es resultado de la desastrosa carrera electoral que vivimos y la crisis política generada este último mes por un presidente ausente. No mostrarse al mando de la situación, no declarar a la prensa, no interactuar con los ciudadanos, no es una alternativa ni un estilo político aceptable para un primer mandatario. Por el contrario, dar mensajes erróneos y contradictorios, hacer nombramientos cuestionables y dejar que dubitativos ministros enfrenten a la opinión pública, no ha hecho más que fortalecer esta sensación de desmanejo económico y social.
En este caso, la solución a nuestros actuales problemas económicos comienza necesariamente por una mejora en el desempeño de nuestro poder ejecutivo. En el campo económico, como en todo orden de cosas, un país para florecer necesita reglas claras y gobernantes con propuestas y un liderazgo efectivo. Las personas por naturaleza precisan y buscan líderes a quien creer y seguir y, si no ven a nadie, pues llenarán ese vacío con lo que tengan a su alcance (por mas malo que esto sea).
A un mes de asumir el mando, tenemos un presidente que se sigue escondiendo detrás de un – ya ridículo - sombrero. Equivocados o no, la mitad de los peruanos votaron por un jefe de gobierno que guíe al país y comande la salida del Perú de esta dura crisis sanitaria, económica y social. Nada de eso hemos visto. En una democracia, los ciudadanos no solo tenemos el derecho a cuestionar a cada uno de nuestros gobernantes, es nuestra responsabilidad. Y, en este sentido, desde esta tribuna le exijo al Presidente Castillo que haga la chamba para la cual fue elegido.
Tenemos las mismas máquinas, la misma infraestructura y la misma fuerza laboral que antes de la pandemia. Si nos organizamos bien, nada debería impedirnos retomar la senda de crecimiento económico. Además, los peruanos hemos demostrado ser una sociedad muy resistente y adaptable. En doscientos años hemos sobrevivido, guerras, gobiernos revolucionarios, hiperinflación, terrorismo y demás calamidades. Lo anterior me hacen abrigar esperanzas de que también podremos superar a esta pandemia y a este experimento llamado Perú libre.
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