La búsqueda de alternativas que permitan la continuidad de las transacciones económicas en la pandemia aceleró la transformación digital de las entidades financieras y la innovación de las ‘fintech’.
Incluso, esto ha permitido identificar a los productos y servicios financieros digitales como un medio efectivo y eficiente para la promoción de la inclusión financiera, según el Estudio de Inclusión Financiera y Digitalización de Credicorp.
Sin embargo, la investigación del holding financiero concluye que dichos avances en los medios digitales no necesariamente han sido acompañados de un uso más intensivo de estos.
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En el Perú solo el 21% de la población usa los canales digitales en forma recurrente, es decir, por lo menos una vez al mes, el 9% en forma ocasional y el 70% no los usa.
El estudio de Credicorp también analizó la situación de Chile, Bolivia, Colombia, Ecuador, México y Panamá. Así, por nivel de personas que no usa canales de digitales, estamos en cola junto a México.
En Colombia, por ejemplo, la participación de usuarios recurrentes de los medios digitales es similar al Perú, pero el grupo de personas que los utilizan de manera ocasional nos duplica (19%), de ahí que el porcentaje que no los usa es menor al nuestro (60%).
En Chile, el nivel de usuarios recurrentes es del 41%, ocasionales el 24% y los que no son digitales son el 35% [ver infografía].
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Para los especialistas y participantes del sistema de pagos, las razones del menor uso de medios digitales en el Perú abarcan problemas en el ámbito financiero, pero a la vez son de índole estructural, lo que abre el debate en la comunidad financiera y el Gobierno sobre las medidas necesarias para tener un sistema de pagos más eficiente y equitativo.
“Las cifras [del estudio] evidencian la necesidad y oportunidad que tenemos como país para seguir impulsando una digitalización que, además, se traduzca en inclusión financiera. [...] Lo hemos podido ver de cerca con experiencias transformadoras como la de Yape, que ha logrado incluir a más de 1,6 millones de ciudadanos al sistema financiero”, precisa Enrique Pasquel, gerente de Asuntos Corporativos de Credicorp.
Brecha de conectividad
Aunque en el diagnóstico de las barreras asociadas con las telecomunicaciones pueden haber discrepancias entre los especialistas, todos coinciden con el estudio en que la brecha de conectividad a Internet, la falta de conocimientos de la población para sacarle provecho a los medios digitales e incluso la desconfianza de los adultos sobre el gobierno impiden el avance de la digitalización financiera.
De acuerdo con la investigación, el 88% de la población rural no usa canales digitales y el 87% de los usuarios del segmento socioeconómico bajo (C y D) tampoco los usa.
Para Felipe Venturo, CEO de izipay, Martín Santa María, CEO de la Cámara de Compensación Electrónica (CCE) y Darío Bregante, gerente senior de Regulación Financiera y Fintech de EY Law, lo anterior obedece sobre todo a la brecha de infraestructura que existe para garantizar que en todos los lugares del Perú se tenga acceso a Internet estable.
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A decir de Carlos Huamán, CEO de DN Consultores, la mitad de centros poblados del Perú, alrededor de 50 mil, no tienen acceso a Internet, lo que implica una agenda muy importante en conectividad para el país, según Huamán.
Pero no es lo único que explica la baja ‘digitalidad’ en las zonas rurales o en la población de bajos recursos. De acuerdo con los cuatro entrevistados, también influye la falta de alfabetización digital sobre todo en esta población, que les genera desconfianza en las herramientas digitales.
Para brindar una idea de la problemática de la alfabetización digital en el país, Huamán señala que solo alrededor del 12% de usuarios de Internet realizan transacciones de comercio electrónico, pese a que existen novedosas formas de pagar en línea, sin la necesidad de estar incluido en el sistema financiero.
También, el estudio de Credicorp señala que los grupos de personas de 43 a 59 años y de 60 años a más, el 83% y 89%, respectivamente, no son digitales.
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El profesor de Economía de la Universidad del Pacífico, Marco Ortiz, considera que a los factores anteriores y a la posible dificultad que implica para las personas mayores el uso de herramientas digitales se suma la desconfianza de estas personas sobre el Gobierno.
Ortiz explica que hay experiencias como la nacionalización de la banca o la aceleración de la inflación hasta el punto de extinguir los ahorros que solo las han vivido las personas mayores, lo que las lleva a ser cautas sobre el uso de medios de pago que impliquen dejar el dinero en el sistema financiero.
El papel de la informalidad
La investigación de Credicorp también señala que, por ejemplo, el 69% de trabajadores independientes no hacen uso de los canales digitales.
Para los entrevistados, además de los factores anteriores, la informalidad representa una barrera importante para la digitalizBanca: ¿Por qué solo el 30% de la población usa los canales digitales?ación financiera, vinculado sobre todo a la intención de “evadir impuestos”.
El profesor Ortiz explica que el dinero digital opera como un gran libro de registros, cuya información es centralizada por un ente en el sistema financiero. Con lo cual, el sistema conoce cuánta gente tiene dinero en su cuenta, cuál es el monto, en qué lo gasta, cuánto recibe, etc.
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Según Ortiz, esta forma de operar del dinero digital genera adrede que las personas por un tema de evasión tributaria busquen no participar para no figurar en el registro.
Esta situación a su vez, agrega Ortiz, genera incentivos al resto de personas para no participar en el sistema de pagos, dado que al no estar todos, las herramientas digitales se vuelven interoperables.
“Por ejemplo, cuando la gente sale de vacaciones a un lugar rural, lo que hace es ir al cajero y sacar todo lo que espera gastar, porque no va a ser fácil encontrar un cajero o que acepten sus medios de pago”, explica Ortiz.
Otro aspecto que explica la baja digitalización en la población independiente, según Bregante, Santa María y Ortiz, es la situación de la digitalización de las microfinancieras, que son las que principalmente atienden a dicho público.
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En primer lugar, según Bregante, las microfinancieras operan bajo un sistema híbrido entre la digitalización y lo físico, porque sus clientes no son digitales.
A ello se suma, según Santa María y Ortiz, los altos costos de inversión que demandan a las microfinancieras ser digitales.
Santa María señala que, por ejemplo, si bien las microfinancieras en la actualidad ofrecen la posibilidad de realizar transferencias interbancarias a través de la Cámara de Compensación Electrónica, dicho servicio no lo ofrecen por su ‘banca móvil’, sino desde la ventanilla de la entidad.
Interoperabilidad
La falta de interconexión entre las entidades financieras también dificulta la interoperabilidad y la eficiencia de los sistemas de pagos, según el Banco Central de Reserva.
Sin embargo, según Ortiz y Bregante, el problema de la interoperabilidad estaría asociado a los “altos costos” de los sistemas de pagos, que incentiva a las entidades no solo a no compartir el sistema con sus competidores, sino a preferir a los clientes que les permitan financiar dichos sistemas de pago.
“Lo que hay que entender es que el sistema de pagos es costoso. Mientras un cliente use sea rentable para los bancos, estos están dispuestos a subsidiar el sistema de pagos, pero mientras menos rentable sea el usuario, no solo se pierden los incentivos a subsidiar, sino les cobran el servicio”, dice Ortiz.
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“Lo anterior hace que las personas no decidan participar en el sistema de pagos, pero es una discriminación de mercado correcta. Por este equilibrio que se da en el mercado, los gobiernos hacen mucho por subsidiar, por crear plataformas de pago o de alguna manera facilitarlos, porque entienden que representa un beneficio para la sociedad”, agrega Ortiz.
Además, el profesor Ortiz explica que la naturaleza de los sistemas de pagos como la Cámara de Compensación Electrónica y de las billeteras digitales como Yape y Plin son muy distintos, lo que aumenta la complejidad de la interoperabilidad.
En el caso del negocio de las billeteras, según Ortiz, la banca cuenta con un monopolio de información privada muy importante, gracias a que ha invertido para saber qué tan buen pagador son sus usuarios, cuáles son las características de lo comercios que la usan, etc., con lo cual, obviamente, esa información no la quieren compartir.
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“En las empresas de medios de pagos, uno de los subproductos del negocio es la data. [...] Dicha información, el banco la explota e incluso la vende, por eso es obvio que no quieran compartir esa información ni ese canal con nadie, dado que es un beneficio que está percibiendo gracias a su inversión de montar dicha canal de pagos, que como mencioné es costoso”, refiere.
¿Amenaza no creíble?
En su último Reporte de Estabilidad Financiera, el Banco Central de Reserva (BCR) anunció que evalúa alternativas y coordina con los participantes de los sistemas de pagos para promover la interoperabilidad entre las billeteras digitales, los servicios de pago con código QR y el dinero electrónico con cuentas de depósitos.
La autoridad monetaria aseveró que la falta de interoperabilidad entre Plin y Yape, por ejemplo, “es ineficiente e impone costos de transacción a los usuarios”. También, afirmó que la falta de interoperabilidad entre las cuentas de dinero electrónico y cuentas de depósito limitan la inclusión financiera.
Por otro lado, en el mismo reporte, la autoridad monetaria destaca la efectividad que han tenido las plataformas de pagos minoristas gestionadas por los bancos centrales para lograr una mayor interoperabilidad e impulsar el crecimiento de los pagos digitales, que en algunos casos han obligado a las entidades a conectarse.
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Este último mensaje, según el profesor de Economía de la Universidad del Pacífico, Marco Ortiz, podría significar una señal del BCR hacia los privados que si no se ponen de acuerdo todos podrían perder.
Sin embargo, dicha acción tampoco es tan sencilla de ejecutar para el BCR en el eventual caso que los privados no se pongan de acuerdo, porque la autoridad monetaria no cuenta con los recursos para hacerlo o porque le sería muy costo llevarlo a cabo, con lo cual, la estrategia del Banco Central para persuadir a los privados a que interoperen podría podría llegar a ser una amenaza no creíble, según Ortiz.
Sin embargo, nada está dicho. La autoridad monetaria podría encontrar otros mecanismos para alcanzar su objetivo.
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“Es interesante ver a qué equilibrio se va a llegar con la interoperabilidad. Eventualmente, la competencia debería llevar a que todos lleguen a un acuerdo y uno compre a la otra, que es lo que ha pasado en las redes sociales. Se dan cuenta que al final lo que conviene a todo el sistema es que haya un solo jugador”, comenta Ortiz.
“La pregunta es si esto va a ser público, privado, mixto o subsidiado, pero en principio, por lo general converges a un solo jugador”, concluye Ortiz.
Lo valioso del estudio de Credicorp es que ayuda a complementar la información disponible sobre la problemática de la inclusión financiera y a identificar lo que se debe hacer.