Un paquete de tallarines, una lata de leche evaporada, un atado de acelga o una caja de naranjas, pero también detergentes o jabones. Estos ítems tienen algo en común: todos caducan, tienen fecha de vencimiento o una vida limitada de anaquel. Contra esa frontera temporal corre el Banco de Alimentos creado en el Perú en el 2014, para contribuir a la reducción de los desperdicios y así del hambre en nuestro país, una realidad que afecta a unas 3,1 millones de personas.
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Con ese foco, desde sus inicios, la ONG (certificada por el Global FoodBanking Network) ha distribuido unas 36 millones de raciones de un total de 9 mil toneladas recuperadas de alimentos y no alimentos (como productos de limpieza) a más de 200 mil personas.
Detrás de escena, están sus aliados: unas 150 empresas industriales, supermercados, empresas agrícolas y agroexportadores, y recientemente, el Gran Mercado Mayorista de Lima (donde poseen un área especial destinada a la selección de los víveres en buen estado).
“Recibimos en calidad de donación alimentos que han perdido valor comercial, pero que son aptos para el consumo, por ejemplo, productos que se encuentran cerca de su fecha de vencimiento, con empaque defectuoso, campañas que no tuvieron éxito, entre otros”, explica a Día1, Daniela Osores, gerente general de la ONG.
¿Cómo lo logran? La organización ha diseñado dos estrategias en este sentido. La primera: la sensibilización. A través de la iniciativa “Destrucción Cero”, en línea con el ODS 12 (producción y consumo responsable), busca informar a los actores de la industria alimenticia sobre el mal uso de los recursos y animarlos a reciclar y reducir los desechos “tomando en cuenta que no todo debe irse al relleno sanitario”.
La segunda: la gestión logística. Para ello, crearon la “Ruta de los Supermercados”, que recorre de lunes a domingo supermercados y organizaciones benéficas para recoger las donaciones de alimentos y llevarlas a los depósitos que la ONG utiliza para canalizarlas.
Los alimentos, precisa, se recogen una semana antes de que caduquen y son distribuidos el mismo día a beneficiarios identificados por el banco o que les tocan la puerta. Se trata de organizaciones que brindan servicios de alimentación, atienden personas en situación de vulnerabilidad y sin acceso a alimentación y cuentan con RUC y un representante legal, precisa Osores sobre el perfil del beneficiario. “En provincias, sí los buscamos”, anota.
Junto a la distribución de alimentos y no alimentos, la ONG implementa proyectos de incidencia para luchar contra la anemia en alianza con organizaciones y gobiernos. El año pasado, junto a la empresa Forticao, fabricante de chocolates con hierro hemínico (de origen animal) realizaron un proyecto piloto en una población de 124 niños y niñas de 3 a 5 años, logrando aumentar un punto el nivel de hemoglobina en sangre tras un consumo de 30 días del producto. Además, en Piura, en el 2017, en alianza con el Gobierno regional, durante tres meses entregaron 107.090 sobres de micronutrientes y 7.500 kilos de papilla a 1.191 niños y 890 familias de 9 distritos. El nivel de hemoglobina en sangre se incrementó en el 67% de los niños que participaron del proyecto, cuenta.
UN INCENTIVO CLAVE
¿Qué convence a los privados, cuyas donaciones han crecido exponencialmente, según Osores? Además del impacto social y reputacional, participar de la cadena genera un beneficio tributario para las empresas y organizaciones avalado por la ley 30631, que amplía la deducibilidad de los gastos de donaciones de alimentos en buen estado del Impuesto a la Renta.
“El incentivo para las empresas es que pueden deducir hasta el 1.5% de sus ventas en el caso de los alimentos y en el caso de los no alimentos y las donaciones de dinero pueden deducir el 10% de la renta neta de tercera categoría”, explica Osores. Aclara que las donaciones de dinero se emplean para el desarrollo de proyectos para la gestión de los alimentos de las empresas.
Bajo ese marco, durante el 2019 un total de 371 empresas e instituciones redujeron S/25.008.093,85 a través de donaciones al Banco de Alimentos, precisa.
La próxima milla del Banco está a la vuelta de la esquina. El plan es tocar las puertas de los restaurantes.
“Dado el boom gastronómico y, con ello, la apertura de nuevos restaurantes, es evidente que el desperdicio también se incrementará. Por ello, es importante que dichos negocios incluyan prácticas de prevención y reducción de desperdicios, lo cual además tendría un efecto positivo en su eficiencia y reducción de costos”, afirma Osores.
¿Se viene la “ruta de los restaurantes”? Pues, sí. La ONG ha comenzado un proyecto piloto en cuatro locales del Grupo Delosi, que busca involucrar a un total de 50. ¿Contra el tiempo? Es que el hambre no espera.
DATOS
- 14 millones de toneladas de alimentos se desperdician en el Perú por año, según el Banco de Alimentos. El volumen supone el 30% de los alimentos que se producen.
- $6,70 al día es el gasto mínimo promedio de un consumidor que tira comida, según Wageningen Economic Research.
- 30% de los alimentos para consumo humano de desperdicia o pierde, estimó la FAO en el 2011. La tasa se duplica si se consideran los hogares de países ricos, reveló recientemente Wageningen Economic Research.
PROYECTO DE LEY
- En el último Congreso, se aprobó la ley 30988, que promueve la reducción y prevención de pérdidas y desperdicios de alimentos y su reglamento está en discusión. La iniciativa dejaría a un lado la posibilidad de donar y obligaría al aprovechamiento de los desperdicios alimenticios, explica Osores. También alentará la investigación científica de soluciones ante la problemática.
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