Tal vez una de las características que mejor grafique la historia económica del Perú –al menos en sus 200 años como República– es que somos un país de bonanzas cortas e insuficientes, y de crisis largas y costosísimas.
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Esa triste paradoja nos deja un breve repaso por los remezones más graves que ha sufrido nuestra economía desde la independencia, en 1821; un ejercicio de memoria que nos ayude a comparar el actual trance pandémico del COVID-19 y, de pronto, a esbozar un mapa para salir del descalabro, como ya hemos hecho frente a onerosas dificultades anteriores.
¿De qué catástrofes económicas está compuesto el pesado ramillete de nuestras crisis republicanas? Para el historiador Martín Monsalve, quien es profesor del departamento de Humanidades de la Universidad del Pacífico (UP), en este repaso de tragedias al menos se deben considerar tres crisis: [1] la de nacimiento, para decirlo coloquialmente, que se sitúa entre 1825 y 1840, y que fue causada por los estragos que dejó, en el erario público, las sucesivas guerras de la independencia de España.
Luego está [2] el terremoto económico que sufrimos entre 1873 y 1896, y que fue provocado por una crisis mundial originada por una ‘burbuja’ especulativa en torno a la construcción de ferrocarriles, que eran obras muy demandadas en dicha época, un requerimiento del que el Perú –por supuesto– no escapaba.
Finalmente, a juicio de Monsalve, se debe recordar también a [3] la llamada ‘Gran depresión peruana’, desde 1975 a 1990, que tiene su nacimiento en la crisis mundial del petróleo y que en nuestro país recorre controversiales períodos como el de la Reforma Agraria, el terrorismo y la híper inflación de finales de los 80.
Una lenta reactivación
Como hemos adelantado, la primera reflexión que nos deja este ligero repaso histórico es que al Perú le cuesta mucho salir de sus crisis económicas. “Estas tres que menciono fluctúan entre los 15 y 23 años de duración”, apunta Monsalve a Día1. ¿Por qué nos cuesta tanto la reactivación? Es una pregunta ineludible sobre todo ahora, que lidiamos con la emergencia sanitaria.
Una de las razones pasa por el golpe que dejan estos descalabros económicos en el PBI, como explicó en setiembre pasado el director ejecutivo de la plataforma educativa Infox, Yuliño Anastacio. “Entre las secuelas están las enormes crisis fiscales, que hacen más titánica la tarea de la recuperación macroeconómica”, escribió el especialista en una columna publicada en El Comercio (en setiembre). “El descenso del PBI reduce los ingresos corrientes y, en consecuencia, eleva el déficit fiscal y la deuda pública”, detalló entonces.
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Efectivamente, en el 2016 el investigador Bruno Seminario publicó el libro “El desarrollo de la economía peruana en la era moderna”, y en él dejó datos que conforman una extensa referencia para lo planteado por Anastacio. Por ejemplo, tras la independencia y nuestro nacimiento como República, el PBI del Perú cayó en 25,4%, según el autor. Esto debido, en gran parte, a las deudas con las que se financiaron las guerras independentistas y a la desatención del algunas actividades económicas que, antes, eran el sustento de la economía (virreynal), como la minería. Para volver a los niveles de PBI de 1820 tuvieron que pasar 15 años.
Pero si lo anterior fue negativo, lo acontecido tras la guerra del Pacífico (entre el Perú y Chile, en 1879) fue catastrófico. De acuerdo con Seminario, en ese período el PBI de nuestro país cayó en 51%, y no fue sino hasta que inició el nuevo siglo –es decir, pasado 1900–, que el Perú logró recuperar los niveles de 1879.
También de 25% fue la caída del PBI tras el primer quinquenio presidencial de Alan García, a finales de la década de los 80. Para tener una idea del tamaño de la tragedia económica, sirve recordar un informe del Instituto Peruano de Economía (IPE), publicado en este Diario el 2017. De acuerdo con esta institución, entre 1987 y 1990 nuestro país experimentó “la mayor hiperinflación en la historia de América Latina”. En 1990, añade, esta llegó a 7.649% y, en agosto de dicho año, alcanzó la máxima inflación mensual, equivalente a 397%, lo que quiere decir “que los precios en el Perú se duplicaban cada 13 días”.
Pobreza y corrupción
Para volver a estos días, explica Anastacio que el golpe provocado por el COVID-19 superó el 10% del PBI en el 2020, aunque aclara que se proyecta una recuperación más rápida que en nuestras anteriores crisis, pues retomaríamos el PBI del 2019 apenas el próximo año.
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¿De qué depende ese resultado? Son varios los factores que influyen para llegar a la meta, y sin duda entre ellos está la certidumbre en cuanto a las políticas de Estado en materia económica; “las reglas claras”, como han señalado varios de los voceros que participarán en el CADE 2021. Con 30% de pobreza y un pesado –e histórico– lastre de corrupción, al país no queda mucho oxígeno.
Bonus track: el país de las breves bonanzas
No son tan numerosas como nuestras crisis, pero también hubo períodos en que el Perú gozó de bonanza económica, como la llamada ‘Era del guano’, entre 1840 y 1870, y la del salitre, que dio pie a la guerra con Chile (en 1879). Eran tiempos de economías basada en la extracción de recursos naturales, casi al 100%.
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