(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Redacción EC

Como dice el Papa Francisco: la esperanza no defrauda. La gran ilusión generada por nuestra en el no solo fue una experiencia inolvidable, sino un fenómeno social digno de análisis.

La enorme delegación de compatriotas procedentes de todo el mundo y en muchos casos a expensas de un gran sacrificio económico, desafiando la distancia, el idioma o a las estrictas medidas de seguridad, fueron sin duda motivadas con creces por sentirse parte de esta fiesta y llevar con orgullo en el pecho nuestra bicolor.

La barra peruana fue, sin duda, todo un espectáculo, por su aliento ejemplar y porque realmente fue emocionante sentirse locales tan lejos y escuchar a voz en cuello “Porque yo creo en ti” o sollozar colectivamente con “Contigo Perú”.

TRABAJAR EN EQUIPO

Las expresiones de unión, optimismo y pertenencia no las podemos desaprovechar hoy. No renunciar al éxito tendría que ser la nueva actitud para el futuro. Por eso hace bien Oblitas al manifestar que luego de nuestra participación en el Mundial –en el cual no clasificamos a los octavos– no deberían haber homenajes, pero sí un reconocimiento que deberíamos capitalizar.

Es una lección que invita a la clase dirigente a valorar el deporte como una herramienta de comportamiento social, que requiere inversión, pues detrás de ella no solo hay valores, sino motivos para reactivar la confianza y la economía.

Gareca nos enseñó cómo un grupo de jugadores comprometidos, con fe, actitud profesional y, sobre todo, trabajando en equipo, consiguieron este fenómeno patriótico.

Ahora la pelota está en nuestra cancha, la tarea urgente es la reforma del sistema deportivo, si no volveremos a nuestra penúltima ubicación (por lo menos en el fútbol). Esta es la gran oportunidad de generar cambios y aprender que hoy no debe importar qué hagamos, ni en dónde trabajemos: todos deberíamos continuar vistiendo con esperanza nuestra bicolor

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