El fin último de la economía y de todas las decisiones que se toman, utilizando los conocimientos de esta ciencia para darle velocidad al crecimiento de los países y de sus sociedades, es el hombre. Cuando el crecimiento no se refleja en el bienestar de este, entonces hay que reprogramar la marcha. Hay que reprogramar para conectar.
Pese a los años de crecimiento económico que han acompañado a nuestro país, la informalidad no se contrajo de manera importante. Así, el crecimiento es esencial para crear empleos de calidad pero, claro está, no es suficiente. El trabajo en condiciones de informalidad es uno de los problemas más graves que tiene el Perú, se convierte en enemigo del progreso y del bienestar, sobre todo para aquellos que forman parte de este sector.
Trabajar de manera informal es, muchas veces, la única forma de ser parte del mercado laboral pero, al mismo tiempo, convierte a estas personas en las más vulnerables, pues no cuentan con ningún tipo de protección social y se hace, además, muy complicado acceder a un crédito. Sus puestos de trabajo son poco productivos y precarios. Según un estudio del INEI del 2014, el valor del PBI en el 2007 (uno de los años de mayor crecimiento) ascendía a 319 mil 693 millones de soles, la cantidad de trabajo disponible era de 15 millones 330 mil empleos equivalentes.
El sector informal absorbía el 61% de la cantidad de trabajo total disponible y, pese a ello, su valor agregado representaba menos de la quinta parte del PBI (19%). El sector informal acoge a la mayor parte de la PEA ocupada, aproximadamente el 60%, pero contribuye al PBI en no más de la quinta parte. Estas cifras no pueden sostener a un país que quiere crecer, reducir pobreza, incluir y generar bienestar. Quien quiera gobernar deberá tener como uno de sus ejes principales darle solución a este problema si no quiere remar contra la corriente.
¿Por qué existe informalidad? ¿Qué incentivos son eficientes para lograr la formalización? Contestar estas preguntas es complicado. El problema es que muchos gobiernos han intentado soluciones sin plantearse ni siquiera las preguntas. El Estado debe trabajar en ello de manera coordinada y eso, en nuestro país, ha sido casi imposible. El Consejo Nacional de Trabajo debería ser un espacio para la discusión entre autoridades, empresas grandes y sobre todo pequeñas, pero este no ha rendido muchos frutos los últimos años.
El trabajo es mayúsculo, pues las medidas que se tomen no sirven si el ciudadano desconfía de los poderes públicos (que es lo que fomenta un mercado que funciona al margen de las estructuras formales). Para que este sea un proceso exitoso, debe traer consigo confianza en las instituciones públicas, ciudadanos que se conecten con el Estado, o mejor dicho un Estado que se conecte con sus ciudadanos.