Con el inicio de la fase 2 de reactivación, ahora, además de seguir combatiendo la pandemia, también toca luchar en el frente económico. Luego de un trimestre en coma inducido, nuestro aparato productivo tratará de ajustarse a la nueva normalidad tanto por el lado de la oferta como el de la demanda agregada. En esta misma línea, nuestro sistema financiero, sector clave en cualquier economía, estaría en los próximos meses librando probablemente la batalla más dura de las últimas décadas.
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Afortunadamente, el COVID-19 encontró al sistema financiero peruano en una sólida posición: altos niveles de caja, holgados ratios de apalancamiento y carteras pesadas reducidas y bien provisionadas. Asimismo, los reguladores han sido muy diligentes controlando los daños iniciales de la plaga. En pro de la liquidez, el BCR ha dado y sigue dando todo tipo de facilidades (líneas de crédito, operaciones de ‘repos’, ‘swaps’) para que los entes financieros mantengan al tope su posición de caja. En paralelo, la SBS ha dictado normas de emergencia para que bancos y cajas reprogramen deudas y manejen las provisiones de cartera. Hasta aquí todo bien, el problema es lo que viene.
Buscando dimensionar el posible tamaño de una futura crisis, revisé las cifras de las últimas décadas y tomé como referencia la crisis de la deuda externa latinoamericana y el fenómeno de El Niño de 1982. Ese año, el PBI peruano se redujo en 12% y la cartera pesada de los bancos se deterioró en 13 puntos, pasando del 5% en 1982 al 18% en 1985.
Según recientes cálculos del Banco Mundial, este año nuestro PBI caería en un 12%. Por lo tanto, tomando esta última cifra y asumiendo un comportamiento similar a la mencionada coyuntura de 1982, podríamos también prever una desmejora adicional del 13% en las colocaciones bancarias. Es decir, por cada 100 soles de préstamos, 13 soles dejarían de ser pagados puntualmente, consecuencia directa de la emergencia sanitaria.
En base a los balances de marzo último, publicados por la SBS, el mencionado deterioro en las carteras del sistema financiero –con todo lo demás igual– causaría, vía mayores gastos en la cuenta de resultados, una reducción en el patrimonio efectivo de un 60% para los bancos y de un 65% para las cajas y financieras. Demás está decirles que una reducción de esta magnitud tendría un efecto dramático, especialmente en las cajas y financieras, dado su menor tamaño y la concentración de su negocio en créditos de consumo y créditos mipymes. Para darles perspectiva, según la ley de bancos, la SBS interviene de oficio a una institución financiera si es que su patrimonio se reduce un 50% o se reduce más allá de su mínimo legal (cosa que ocurriría con varias entidades en este escenario).
Lo anterior es solo una simulación teórica, cada coyuntura tiene sus particularidades, no somos el mismo país de hace 40 años y podemos ir tomando medidas preventivas (como Reactiva Perú). Sin embargo, la mala noticia es que el escenario antes descrito para nuestras entidades financieras –visto los duros e inimaginables efectos de esta crisis– no deja de ser probable. Esto último, sin contar siquiera con que nuestros congresistas sigan incentivando a la población, vía torpes proyectos de ley, a incumplir con todo tipo de obligaciones.
Por lo anterior, debemos ir diseñando medidas de apoyo al sector financiero desde hoy. Probablemente sea necesario que el Gobierno cree algún mecanismo de capitalización que evite que las empresas del sistema caigan en insolvencia. Este programa de capitalización, dado que usaría fondos públicos, debería ser diseñado y permanentemente supervisado por la SBS. Además, el programa solo debería estar limitado a aquellas instituciones que cumplan con determinados criterios de viabilidad económica y que –condición precedente e indispensable– sus respectivos accionistas estén dispuestos a inyectar dinero fresco. Las modalidades específicas de este rescate financiero se podrán ir definiendo según las necesidades del momento.
Nada está escrito aún, existe mucha incertidumbre y habrá que ver cómo reacciona la economía en los próximos meses. Sin embargo, a la luz de la información actual, el riesgo de una crisis financiera es real. Aún no conocemos el tamaño de esta ola, pero sabemos que será grande y que viene sí o sí. Mateo 13:9: “el que tenga oídos que oiga”.
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