[Rafael Venegas es director independiente de empresas y senior advisor de Spencer Stuart]
¿Los planes y presupuestos económicos de los países, así como sus resultados, están siendo bien estructurados y medidos? ¿Se están tomando en cuenta los factores que generan bienestar para la población en estos planes y mediciones? A primera vista, parece que no. Al menos en nuestro país y región, es claro que no.
Desde tiempos inmemoriales, el Producto Bruto Interno (PBI), se ha utilizado como el indicador que mide la riqueza de un país, la cual es generalmente asociada al éxito. El PBI es el valor del mercado de todos los bienes y servicios finales producidos en el interior del país, en un período de tiempo determinado. El índice de crecimiento del PBI se ha convertido en el principal indicador del éxito (o fracaso) de los países y, por consiguiente, del gobierno de turno. Esto último debido a su difusión mediática. Como información adicional, se dice que un país ha entrado en recesión cuando el crecimiento del PBI es negativo por dos trimestres consecutivos.
El concepto del PBI se le atribuye al filósofo y economista escosés Adam Smith, conocido como el padre de la Economía Política. En su libro “La riqueza de las naciones” (1776), sostuvo que la riqueza de una nación procede de su trabajo, es decir, de lo que produce y comercia. Esta fue la primera descripción del PBI.
Según Smith, el país que más produce y comercia es el más rico y, por ende, el más exitoso. Esto, a mi parecer, no es completamente cierto, al menos en estos tiempos, ya que se trata de un indicador netamente económico, que no considera la naturaleza de la producción ni el tamaño de la población. Tampoco toma en cuenta otros factores subjetivos, que son de gran relevancia para calificar a un país como exitoso. En todo caso, y a pesar de ser también solo económico, considero que un mejor indicador es el PBI per cápita, que es la división del PBI entre el número de habitantes del país.
Al comparar ambos indicadores, nos damos con la sorpresa de que los países con mayor PBI absoluto (Estados Unidos, China, Japón, Alemania, India e Inglaterra), no son los de mayor PBI per cápita. EE.UU. es el 8vo y China el 64. Siendo los seis de mayor PBI per cápita Luxemburgo, Suiza, Noruega, Irlanda, Islandia y Qatar. Desde un punto de vista solo económico, creo que todos estarán de acuerdo en que se deben considerar como países más exitosos a los que tienen mayor PBI per cápita y no a los de mayor PBI absoluto.
Sin embargo, esto no es suficiente para calificarlos como los países más exitosos, ya que, como mencioné antes, en esta medición no se toman en cuenta factores subjetivos de gran importancia para el bienestar de la población.
La necesidad de incorporar estos factores subjetivos en la medición del desarrollo y el éxito de una nación se hace más evidente y necesaria en nuestros tiempos, si tomamos en cuenta los grandes cambios que vienen presentándose a nivel global. Estos incluyen, principalmente, a los riesgos del medio ambiente, el avance exponencial de la tecnología, el aumento de la longevidad de las personas, así como el aumento de la brecha entre riqueza y pobreza.
Lo anecdótico del caso es que el mismo Adam Smith, en su libro “La teoría de los sentimientos morales”, había observado esto, al sustentar que “el valor de un gobierno se debe medir en proporción a como este contribuye al bienestar de su población”. Lo interesante de esto es que este libro fue publicado en 1756, es decir 20 años antes que “La riqueza de las naciones”. Es así como Adam Smith estaba de acuerdo en que ambos factores (económicos y de bienestar) deben ser tomados en cuenta para poder determinar la riqueza y el éxito de una nación. Tal vez, sin saberlo, fue el creador del concepto de “Economía del bienestar”.
Actualmente, esta tendencia viene siendo adoptada por varios países en sus planes de gobierno y en sus presupuestos anuales. La corriente se denomina “Wellbeing Economics” (Economía del bienestar), que se define como la economía al servicio de la humanidad y del planeta. Incluso, ya existe un grupo de países que en el 2018 formaron una institución denominada Wellbeing Economic Alliance (WEAll), cuyo principal objetivo es complementar el uso de indicadores económicos en los planes de gobierno de las naciones, introduciendo el uso y monitoreo de indicadores de bienestar colectivo.
Como era de suponer, los países abanderados de esta iniciativa son los que tienen un alto PBI per cápita, siendo Escocia, Islandia y Nueva Zelanda los promotores y los más avanzados en el tema. Anecdóticamente, estos tres países son liderados por mujeres, quienes son las verdaderas promotoras del tema.
En los tres casos, no solo han definido sus propios indicadores de bienestar y su respectivo Dashboard (tablero de control para hacerle seguimiento), sino que ya elaboraron, presentaron y aprobaron sus respectivos presupuestos nacionales, considerando estos indicadores, así como sus objetivos de mejora. El Dashboard es una herramienta fundamental para el éxito de este proceso, especialmente por la opinión pública, que de esta manera puede poner la debida y necesaria supervisión y presión a sus gobernantes.
Obviamente, existen innumerables temas subjetivos que generan bienestar y que deben ser medidos. Además, cada país, según su grado de desarrollo y sus respectivas características, tiene diferentes prioridades. Por eso cada uno debe hacer su análisis interno y determinar su propio tablero de control de indicadores. Estos deben estar perfectamente alineados con el plan de desarrollo del gobierno y las respectivas políticas de Estado.
El tablero de control no debe contener muchos indicadores para que sea práctico y eficaz. Además, el gobierno debe tener la obligación legal de difundirlo ampliamente, para que la población pueda ver los avances (o retrocesos) y así se pueda tener una gran herramienta de medida de la performance del gobierno. Obviamente, estos indicadores deben ser medidos, actualizados y auditados por instituciones de reconocida seriedad, preferentemente privadas o internacionales.
En el caso del Perú, considero que los frentes que más afectan el bienestar de la población son: pobreza, mortalidad infantil, brecha entre riqueza y pobreza (Gini), acceso a la salud, agua y saneamiento, administración de justicia, seguridad ciudadana, transporte y tráfico urbano, tramitología, desarrollo digital y educación, y otros temas. Por lo tanto, los indicadores que deben estar en nuestro Dashboard tienen que ser construidos alrededor de estos frentes.
Si se llegara a generalizar el uso de la economía del bienestar, utilizando los indicadores de bienestar como complemento a los económicos, así como el uso del tablero de control de indicadores, las naciones tendrían mejores herramientas para diseñar, ejecutar y monitorear sus planes de gobierno.
De esta manera, las poblaciones podrían gozar de mayores impactos positivos a su bienestar y también estarían mucho mejor informadas y posicionadas para evaluar y elegir mejor a sus gobernantes.
Este tema podría ser una valiosa y novedosa plataforma para los nuevos políticos que quieran intervenir positivamente en la política de nuestro país, que tanto necesita de un cambio radical en favor de su alicaída y sufrida población.