El uranio es parte del paisaje en la meseta de Macusani (Puno). Se lo encuentra en los cerros, en los pastos y hasta en los cultivos de tubérculos de las comunidades campesinas.
“Los comuneros que viven en la zona siembran sus papas sobre el uranio desde hace siglos y viven hasta los 90 años sin problemas”, refiere Gregorio Tasayco, gerente de exploraciones de Macusani Yellowcake, aludiendo a la ausencia de nocividad del mineral radioactivo en su estado natural.
MIRA: Litio: Minem y minera canadiense discrepan sobre necesidad de norma para minerales radioactivos
Los pobladores de Macusani han convivido desde tiempos inmemoriales con el mineral amarillo sin saber que se trataba de uranio, hasta fines de los años 70, cuando el Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN) verificó su existencia e inició su exploración.
Entonces se abrió para ellos una posibilidad de desarrollo que todavía no se hace efectiva.
“La expectativa por el uranio viene desde hace décadas”, apunta Edward Rodríguez, ex alcalde de la provincia puneña de Carabaya.
ENERGÍA NUCLEAR
Cuando el gobierno peruano comenzó a explorar Macusani tenía en mente descubrir suficientes volumenes de uranio para poner a funcionar una o varias centrales nucleares de 300 MW de potencia cada una (la generación eléctrica es su uso principal).
El IPEN descubrió ese volumen. Pero la ansiada explotación del mineral radioactivo se diluyó con el desplome de su precio internacional en los años 80 y 90.
En la década del 2000, sin embargo, una inusual burbuja (el precio se disparó de US$10 a cerca de US$140 la libra) desató una fiebre de exploración de uranio que puso en primer plano el trabajo del IPEN.
La meseta de Macusani volvía, así, a bullir de actividad, pero esta vez a cargo de una decena de empresas canadienses, australianas y chinas que buscaban capitalizar los hallazgos de la década de los 80.
Entonces ocurrió el desastre nuclear de Fukushima (2011) y el interés por el uranio volvió a apagarse. Hasta hace muy poco.
TRANSICIÓN ENERGÉTICA
El segundo trimestre del 2020 vio un repunte del precio del mineral radioactivo por vez primera en una década. Y los analistas pronostican un posible rally en los próximos dos años.
¿La razón? El cierre de varias grandes minas de uranio y la transición energética hacia tecnologías más limpias (que el carbón y el petróleo) circunstancia que está motivando la reactivación de los planes de construcción de reactores nucleares abandonados luego de Fukushima.
“Actualmente hay 442 reactores nucleares en operación, 52 en construcción y 431 planificados y propuestos, la mayoría a cargo de China”, señala el especialista en uranio Guido Arroyo.
Otra razón es el desarrollo de la tecnología de mini-reactores modulares nucleares (SMR), idea innovadora de Bill Gates que permite añadir potencia nuclear de forma rápida y barata, y que están adoptando países como Estados Unidos y Canadá.
De hecho, Arroyo cree que podría ser aplicada en Loreto, región separada del sistema interconectado nacional por la densa jungla amazónica.
“Varios reactores pequeños, de 100 MW, podrían resolver el problema energético en la selva”, indica el especialista. En una situación ideal, lo mejor sería producir en el Perú el uranio que esas plantas necesitan, como lo imaginaba hace tres décadas el IPEN.
Pero esa aspiración no estaría al alcance de la mano, debido a temas regulatorios, al entendible temor de la población frente a la radiación y a prioridades de mercado.
NORMATIVA TÉCNICA
“El problema de la explotación de uranio son los residuos que deja”, refiere Renan Ramírez, jefe del departamento de autorizaciones del IPEN.
Señala el caso de la mina alemana Ronneburg, explotada por la Unión Soviética durante la guerra fría, la cual está costando US$8.000 millones en actividades de remediación ambiental a Alemania.
Por esta razón, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) recomienda la implementación de una normativa especial para el manejo del uranio.
Esta normativa es aún incipiente en el Perú. Debido a ello, el Minem solicitó en 2019 la asistencia del gobierno de Estados Unidos para elaborar las normas técnicas que permitan explotar y procesar el uranio de Macusani.
Dichas normas debieron ser publicadas a fines del 2020. Todo apunta, sin embargo, a que no estarían listas hasta fines del 2022, “si hay interés” en sacarlas, apunta Ramírez.
El problema, explica el funcionario, es que los documentos deben pasar por un proceso de escrutinio entre el IPEN, Minem y Minam, además de por la capacitación y entrenamiento de profesionales calificados en la fiscalización y control de la minería de uranio, algo que no existe en el Perú y que podría tomar hasta cinco años. Pero hay otro problema.
¿URANIO O LITIO?
Cuando la central de Fukushima cedió ante las fuerzas de la naturaleza en 2011 (resistió el terremoto de escala 9 pero no el tsunami) el interés por el uranio comenzó a apagarse en el mundo y también en Macusani.
En los años subsiguientes las empresas que atiborraban la meseta fueron abandonando la exploración, hasta que solo quedo una monopolizando el edificio abandonado: Macusani Yellowcake.
Fue desarrollando esta labor solitaria que la canadiense descubrió litio en una zona alejada del yacimiento de uranio, un suceso extraordinario que vino a dar un segundo aire a la exploración en Macusani.
Dicho hallazgo, efectuado en 2017, vino a dar un vuelco a la estrategia de la empresa: en adelante el litio, y ya no el uranio, sería su foco.
Por esta razón se ha encargado de precisar en meses recientes que ambos metales se encuentran separados y no juntos en una misma mena. Esto significa que podría explotar el litio sin necesidad de una regulación para minerales radioactivos.
“Entre el uranio de Tantamaco y el litio de Falchani hay 30 kilometros de distancia. No es cierto, por tanto, que el litio y el uranio de Macusani están asociados”, asegura Rolo Zapana, metalurgista de Macusani Yellowcake.
El objetivo de la empresa es claro: explotar el litio en primer lugar y dejar el uranio para cuando se tenga lista la regulación para minerales radioactivos.
Por esta razón, Arroyo estima que la explotación de uranio no ocurriría antes del 2025. Es más, la Agencia Nuclear de Estados Unidos aventura como probable fecha el 2035.
Macusani Yellowcake ha delineado en Macusani 56.700 toneladas de uranio, que equivaldrían al potencial energético del gas de Camisea.
Nota: Para la elaboración de este artículo fue de gran ayuda el foro Minería de Uranio, organizado por Elite Consulting.
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