[Francisco Rosales es profesor asistente en ESAN]
Cada vez es más potente el interés de las corporaciones internacionales por utilizar una moneda criptográfica propia. Algo que puede ser conveniente y también muy peligroso.
El intento más reciente es Libra, la criptomoneda de Facebook que se lanzaría el 2020.
El anuncio tuvo un impacto positivo, aunque efímero, sobre el precio de criptomonedas como Bitcoin o Ether, al validarse ante el mercado el uso de la tecnología sobre la cual están construidas. Sin embargo, a esto le sucedió una secuencia de manifestaciones de preocupación de reguladores y políticos.
El problema no es solo que Facebook haya visto mellada su reputación sobre sus políticas de seguridad de datos (Cambridge Analytica), sino que Libra planea tener un tipo de cambio estable, haciendo uso de una reserva de activos que respalde su valor.
En principio, esto último suena a que Facebook tendría un seudobanco central. Pero, ¿quiénes estarían a cargo de este? Serían gigantes de medios de pagos y tecnológicos, telcos y ‘exchanges’ de criptomonedas, como Visa, Mastercard, PayPal, Spotify, entre otras marcas.
Por lo pronto, el CEO de Calibra (ente autónomo a Facebook), David Marcus, ha dicho que no lanzarán Libra antes de que las preocupaciones se disipen.
Esta impresión, sin embargo, se desvanece si consideramos que también ha manifestado que, si EE.UU. no lidera la innovación de monedas digitales y medios de pago, alguien más lo hará, en alusión a los avances en China o Rusia. Es claro que, más temprano que tarde, con Libra u otra opción, nos encaminaremos a una sociedad sin efectivo.