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No cabe duda que incluso si este diciembre ocurriera el cierre de algunas transacciones que vienen siendo negociadas –además de la de Makro, concretada la semana pasada– , este 2020 ha sido por lejos el año con menor volumen de transacciones de M&A de los últimos tiempos (con certeza, del último quinquenio).
Esto no significa que no haya existido actividad en el ámbito de las fusiones y adquisiciones en el Perú. Los actores estamos ciertamente ocupados y existe un número importante de procesos corriendo en el mercado.
Lo lamentable es que a la inestabilidad política con la que ya estábamos acostumbrados a lidiar se ha sumado la inestabilidad económica, social y, peor aún, la inestabilidad jurídica y regulatoria.
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Y si existe algo que puede impactar seriamente el valor de las empresas es la falta de claridad con relación al futuro.
Así, mientras más incertidumbre exista sobre la posibilidad de generación de los resultados o sobre la solidez de los ladrillos que construyen el ebitda, será más complejo convencer a un comprador del valor de la empresa en venta.
Y siendo ello algo tan sencillo de entender, y si la lógica debiera ser la creación de valor de un país, entre otros aspectos, a través del valor que adquieren sus activos (sus empresas), ¿por qué entonces nos empeñamos tanto en destruir dicho valor?
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TODO AL REVÉS
Lo increíble es que estamos sumándole a aquello que naturalmente genera incertidumbre, y no podemos controlar otra serie de factores negativos que sí podríamos evitar.
La inestabilidad política: pudimos haberla evitado perfectamente y no es materia de esta nota profundizar en ello.
La explosión e inestabilidad social: también pudimos haberla evitado si las fuerzas políticas hubiesen sido menos egoístas y más pacificadoras o contributivas.
La inestabilidad económica: pese a la pandemia, también pudo haberse reducido si se hubiese contado con cuadros mejor preparados, menos improvisados como consecuencia de las vacancias sucesivas y menos asustados por las comisiones investigadoras, acciones de Contraloría y venganzas políticas, que han sembrado un miedo absoluto en la administración pública, al punto de haberla paralizado o ralentizado al máximo.
La inestabilidad jurídica y regulatoria: sigue siendo destruida cada día con iniciativas populistas, nuevamente egoístas e interesadas y, lo peor del caso, ignorantes en términos de los efectos que pueden generar.
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NO DISTINGUIRNOS POR PRECIO, SINO POR VALOR
Lo lamentable, volviendo al M&A, es que hoy existen múltiples empresas que se encuentran en venta en la región y en el mundo, despertando el interés de fondos de inversión, family office, el sistema financiero y otros, pero parece que nos olvidamos que eso genera competencia y que en medio de esa competencia debemos distinguirnos no por precio sino por valor.
En pocas palabras, procesos de M&A van a existir, pero la pregunta es: ¿cuánto valor o competitividad en el mercado de M&A están perdiendo diversas empresas peruanas en medio de una situación que presenta al país con una de las mayores reducciones de PBI en el mundo, sin vacunas, con conflictos sociales en diversas zonas, con elecciones en abril, con cambios regulatorios que impactan directamente en los márgenes de las empresas (un ejemplo es el del sector agroindustrial) y con cambios hasta en la forma de poder comprar una empresa a partir de la tantas veces modificada y lamentable ley de control previo de fusiones y adquisiciones?
Todos los actores del mercado de M&A queremos que ocurra M&A, pero sobre todo deseamos que ocurra aquél que sea virtuoso: con empresas peruanas deseadas, valoradas y respetadas, y no con accionistas que tengan que vender a cualquier precio como consecuencia de una problemática de liquidez e incertidumbre absoluta que los obligue a salir corriendo impulsados por el miedo.
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