Lee la columna de Alberto Tejada, exministro de Salud. (Foto: La Nueve)
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Redacción EC

Se vive un momento de gran entusiasmo producto del fútbol. Su magia e inspiración son un verdadero motor de cambio social y probablemente la mejor herramienta de cohesión que dispone la juventud y, por supuesto, una gran oportunidad para construir una cultura de valores.

Hay muchas experiencias exitosas en el mundo con este objetivo. Por ejemplo, el fútbol es útil en el aprendizaje de un idioma extranjero, como se hace en la Europa políglota, aprovechando la motivación deportiva del participante, o sus intervenciones ejemplares como herramienta de paz y lucha contra la violencia y el racismo, o lo determinante que es para la promoción de la salud, como sucede con el proyecto Fútbol por Esperanza, que aprovechaba su competencia y convocatoria en África a fin de mitigar el contagio del sida.

La niñez es un fin supremo. Desde siempre el deporte ha jugado un papel fundamental en el desarrollo saludable de la infancia.

En ese contexto, La Federación Peruana de Fútbol (FPF) acaba de suscribir una alianza con Unicef que, apelando al alcance del Plan Centenario –con más de 200 mil niños y adolescentes que participan de forma regular en sus campeonatos– está interesada en impulsar la salud, la vida familiar, la participación comunitaria y establecer códigos de conducta e igualdad de oportunidades, entre otros fines.

Cuánto podríamos hacer con el fútbol si no apelamos solo al espectáculo sino a invitar al empresario con sus proyectos de responsabilidad social a un cambio de mentalidad, actitud e intervención comunitaria. Hay veces que aseguran ser más efectista con infraestructura, olvidando lo importante del desarrollo humano, la niñez, la salud y la educación con recreación.

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