En el marco de la Cumbre Perú Sostenible, realizada en nuestro país el 3, 4 y 5 de octubre, McKinsey Global Institute (MGI) presentó su informe “The hard stuff: Navigating the physical realities of the energy transition” (Lo difícil: Navegar por las realidades físicas de la transición energética).
Dia1 conversó con Mekala Krishnan, socia de McKinsey Global Institute (MGI) y una de las ponentes principales en la Cumbre Perú Sostenible, respecto a este último informe que busca entregar al público el mensaje de que no podemos limitarnos a considerar la problemática solamente desde la financiación y la economía. Es importante también comprender los retos físicos asociados a la transición.
¿Cuál es el mayor reto que identifica McKinsey Global Institute en el estudio realizado para avanzar en la transición energética?
En nuestra investigación lo que hicimos fue analizar lo que llamamos los retos físicos asociados a la transición energética. Este tema se ha analizado mucho desde el punto de vista económico o político, pero lo que queríamos hacer era empezar por el núcleo de la transición energética, es decir, ¿qué necesitamos construir?
De lo que estamos hablando, por supuesto es un problema económico y financiero, pero en el fondo, es un problema de ingeniería, de física y de logística. Y así, nuestro punto de partida fue entender dónde estamos hoy en términos de despliegue de tecnologías para la transición energética.
Nos dimos cuenta de que habíamos desplegado alrededor del 10%, en algunos lugares incluso menos, de todas las tecnologías que necesitaríamos en 2050 para cumplir los compromisos mundiales. Así, nos preguntamos: ¿qué tenemos que hacer para completar el 90% restante?
Hemos identificado 25 retos físicos para convertir un sistema energético de altas emisiones en uno de bajas emisiones y los hemos distribuido en siete ámbitos.
¿Cuáles son estos desafíos físicos que deben afrontarse?
Un ejemplo de reto físico sería: ¿cómo aumentar las energías renovables variables, como la solar y la eólica? Aumentarlas de forma que gestionen la fiabilidad del sistema eléctrico cuando el sol no brilla y el viento no sopla. Otro ejemplo de desafío físico sería la capacidad de los vehículos eléctricos para satisfacer a los pasajeros.
¿Qué tendencias tecnológicas se deben usar para hacer frente a los retos de transición energética?
Hemos creado el primer catálogo con todas las piezas del rompecabezas que deben encajar para la transición energética y los hemos dividido en tres niveles, según la dificultad que representan para su consolidación.
En los desafíos del nivel uno hemos tenido un gran progreso en los últimos años. Por eso, al ritmo y la velocidad actuales, es probable que tengamos lo necesario durante los próximos años para la transición energética. Un ejemplo serían los vehículos eléctricos para pasajeros. Lo que hemos descubierto es que, incluso en Estados Unidos, donde los pasajeros recorren largas distancias, los vehículos eléctricos actuales pueden satisfacer las necesidades típicas de casi el 70% de los hogares. Todavía hay que trabajar para abordarlo, pero con el rumbo y la velocidad actuales, vamos bien encaminados.
Luego nos encontramos con el nivel dos, un conjunto de once desafíos en los que hicimos progresos. Estamos hablando de tecnologías maduras que necesitan acelerar sustancialmente su despliegue. Un ejemplo de ello sería la construcción de estaciones de carga para vehículos eléctricos. Sabemos cómo construir estaciones de recarga, pero estamos en una etapa muy temprana.
Otro ejemplo son los minerales que se necesitan para la transición, como el litio, el cobalto, el cobre, los metales de tierras raras, entre otros. En teoría, tenemos suficientes recursos en el mundo, pero la oferta minera existente y la capacidad de refinado no están a la escala necesaria para la transición. Así que necesitamos una aceleración drástica para desbloquear la oferta.
Pero luego llegamos a los retos más difíciles, los retos de nivel tres. Hay 12 de estos retos de nivel tres que son especialmente exigentes e importantes para la transición. Entre el 40% y el 60% de las emisiones de dióxido de carbono relacionadas con la energía corresponden a estos doce retos.
Por ejemplo, la industria del hidrógeno. El hidrógeno es una molécula muy prometedora para la transición energética, es capaz de producir mucho calor y puede servir como insumo en muchos de los procesos industriales, como sustituto de los combustibles fósiles. Pero también es una molécula problemática, ya que es difícil de comprimir, es inflamable y su producción y transporte son costosos. Además, la aplicación del hidrógeno tiene interdependencias con el sector energético. Se necesita mucha energía para producir hidrógeno de bajas emisiones y la cantidad de hidrógeno de bajas emisiones que producimos es minúscula. Es menos del 1% de toda la producción de hidrógeno.
Otro ejemplo es el almacenamiento de las energías renovables. Aún no sabemos qué hacer en los periodos en los que el sol no brilla y el viento no sopla. Así que aumentar la energía solar y eólica también nos obliga a pensar en aumentar las baterías, aumentar las interconexiones de la red y mantener la energía de reserva.
¿Qué podemos hacer para que este tipo de tecnología se generalice?
Creo que tenemos que hacer dos cosas diferentes. La primera es que tenemos que seguir innovando en estas tecnologías y en el diseño del sistema en general. Así, por ejemplo, en el caso del hidrógeno, tenemos que seguir fabricando electrolizadores más eficientes para que la producción de hidrógeno sea más fácil, o tenemos que seguir innovando en las tecnologías de almacenamiento en baterías para que funcionen mejor, tengan un menor costo, etcétera.
Creo que debemos seguir innovando tanto en las tecnologías, como en los sistemas en los que se implementan, para mejorar su rendimiento y abaratar su coste.
Por ejemplo, para el transporte por carretera, la tecnología de las baterías funciona muy bien en vehículos eléctricos de pasajeros. El problema es cuando se ponen las baterías en un camión. Los camiones recorren largas distancias, y transportan grandes pesos, así que la capacidad de la batería para el transporte por carretera y cargas pesadas es difícil. ¿Cuál es la solución? Con la tecnología de baterías actual, entre el 20% y el 45% de los camiones de larga distancia no pueden satisfacerse. Esto se puede resolver con innovación. Además de seguir mejorando el rendimiento de las baterías, también se podrían rediseñar las rutas de los camiones para que, cuando tengan que frenar, puedan cargar la batería.
La segunda es toda la cuestión de la financiación. Si los países necesitan adoptar estas tecnologías, deben ser rentables. Pero incluso en ese caso, estamos hablando de muchas inversiones de capital. Y esas inversiones de capital, si queremos alcanzar nuestros objetivos de cero emisiones netas, deben realizarse pronto. No se pueden retrasar si queremos llegar a cero emisiones netas en 2050, por lo que eso crea un desafío financiero.
¿Cuánta inversión se necesitaría para lograrlo?
Hemos analizado, no en este informe, sino en investigaciones anteriores, cuánto tendríamos que invertir para la transición energética.
Lo que encontramos es que hoy en día estamos gastando alrededor de US$5,7 mil millones en todo el mundo en el sistema energético y el uso de la tierra y la agricultura, etc. En el futuro, para la transición debe aumentarse a US$9,2 mil millones en todo el mundo. Pero lo más importante que debemos tener en cuenta es que la mayor parte de ese gasto de US$5,7 mil millones se destina a tecnologías de altas emisiones, como la energía de carbón, la energía de gas, los vehículos con motor de combustión interna, y solo el 25% a tecnologías de bajas emisiones.
De cara al futuro, esa cifra debe invertirse exactamente. Tenemos que gastar el 75% en bajas emisiones y el 25% en altas emisiones. Así que, de nuevo, todo se reduce a que tenemos que hacer que estas tecnologías de bajas emisiones sean competitivas y asequibles.
¿Quiénes tienen que apostar por ello, público, privado o ambos en conjunto?
Otro problema con la financiación es el reto para las economías emergentes y las economías en desarrollo. Lo que descubrimos es que necesitarían gastar entre dos y tres veces más en porcentaje de su PBI, a comparación que el mundo desarrollado. Porque para estas economías, incluida la India, de donde soy, no se trata solo de descarbonizar, sino de hacer crecer su sistema energético con bajas emisiones. Es una dinámica muy diferente y las necesidades de financiación son también más amplias.
No solo tenemos que hacer que estas tecnologías sean más asequibles, sino también tenemos que conseguir un mayor flujo de capital hacia las economías emergentes y las tecnologías más arriesgadas. Esto a menudo significa colaboraciones públicas y privadas, pensando en subvenciones, financiación en condiciones favorables y financiación mixta.
¿Cómo está Perú en esta transición energética? Y, ¿qué podemos hacer para desarrollar más tipo de tecnologías y hacerlo más masivo para nuestro país?
La semana pasada estuve en la “Climate Week” en la Asamblea General de la ONU y hubo dos mensajes que se alinean con esta pregunta.
En primer lugar, para que el capital privado invierta en estas tecnologías y en las regiones, necesita sentir que el entorno político y la economía están en plena transición, para así darles certeza y confianza de que las inversiones que llegan no conllevan riesgos. Definitivamente, creo que es necesario que haya señales políticas claras y un marco regulatorio claro que permita un piso para el capital privado.
El segundo aspecto es la idea de la combinación de financiación pública y privada. Para la escala de capital necesaria para la transición se necesita también de la financiación privada, ya que la financiación pública por sí sola no va a ser suficiente.
Si nos fijamos en los datos de Perú, hay algunas cosas que realmente llaman la atención. La primera es que Perú está subenergizado, como en muchas partes del mundo en desarrollo, en relación con el mundo desarrollado.
Lo segundo que llama la atención cuando se piensa en Perú es que tiene muchos recursos naturales que podrían posicionarlo bien para aprovechar oportunidades de inversión. Hay acceso al sol, al viento, recursos forestales, muchos de los materiales que necesitamos como cobre, plata y zinc. Perú está bien posicionado para participar en las cadenas de valor mundiales entorno a estos materiales necesarios para la transición.
¿Cuáles son las tecnologías que más han crecido en América Latina y también en Perú?
Permíteme hablar del mundo y luego de América Latina. Hemos visto en los últimos cinco años el despegue de tres tipos de tecnologías. La primera es la solar, donde se ha experimentado un aumento espectacular. En los últimos cinco años se ha producido entre el 60% y 70% de todo el despliegue de energía solar que ha habido en el mundo. Esta es una cantidad masiva que realmente hemos comenzado a acelerar.
Por otro lado, en realidad, en la que hemos visto mucho impulso nuevamente en los últimos cinco años, son los vehículos eléctricos. En los últimos años hubo mucho impulso en las tecnologías de almacenamiento de baterías que sirven para las tecnologías de almacenamiento de red, es decir, baterías de cuatro u ocho horas que pueden proporcionar respaldo a la red cuando el sol no brilla.
A nivel mundial solo hemos implementado el 10% de los activos de energía de bajas emisiones que necesitamos para 2050, el 3% de los vehículos eléctricos que necesitaríamos para 2050. Una fracción minúscula, aproximadamente el 1% de las tecnologías de almacenamiento que necesitaríamos para 2050. Así que incluso en estas áreas que han experimentado un impulso masivo, todavía estamos en etapas muy tempranas.
En América Latina, creo que el área en la que hemos visto más impulso tiene que ver con el sector de la energía y la ampliación de la energía solar.
El caso de Perú es interesante, si se analiza su combinación energética, hay mucha energía hidroeléctrica en ella, pero si se analiza la penetración de la energía solar y eólica en Perú, en realidad es inferior a la media de América Latina y mucho más baja que la media mundial. Por eso creo que es una oportunidad para pensar en la expansión de esas formas de energía en Perú. Por supuesto, tenemos que resolver los problemas de financiación de los que hemos hablado, pero creo que las energías solar y eólica tienen mucho potencial en Perú, potencial sin explotar.