Los conflictos sociales, y la violencia y el caos que el Perú vivió entre diciembre del año pasado y enero de este año, le están cobrando, como se temía, parte de su onerosa factura al transporte aerocomercial y al turismo de nuestro país. Esa deuda, hoy a la industria de los viajes le toca pagarla, haciendo frente a una suerte de daño colateral ya inevitable.

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