Moisés Naím tiene a su cargo la conferencia de apertura del CADE 2015, que inicia este miércoles. En esta segunda parte de la entrevista concedida a Día_1, este venezolano, considerado uno de los 100 líderes del pensamiento global (Gottlieb Duttweiler Institut de Suiza), habla de política y economía. Moisés Naím dirigió la revista “Foreign Policy” por 14 años, fue director ejecutivo del Banco Mundial y es autor de “El fin del Poder”.
Entre el 2004 y el 2013, la región vivió un ciclo de extraordinario crecimiento económico y progreso social. ¿Estamos en peligro de perder lo alcanzado?
Señalo dos cosas: impedir que haya retrocesos y manejar una tasa de crecimiento de la prosperidad que va a ser más lenta […]. Lo que el Perú tiene que hacer es garantizar que no haya retrocesos, debe saber que la tasa de crecimiento de las mejoras de las condiciones de vida de las clases medias va a seguir prosperando, pero a menor velocidad que la que se tenía cuando existían los ingresos de los commodities que financiaban el crecimiento de las clases medias.
América Latina es la región más volátil del mundo. No es la primera vez que enfrentamos un menor crecimiento, pero usted sostiene que este tiene nuevas características. ¿Cuáles son?
América Latina es la campeona de los ‘booms’ seguidos de los ‘cracks’. Desgraciadamente, la región tiene una propensión a vivir épocas de gran expansión seguidas por momentos donde colapsa la economía. Esta vez es diferente porque el ajuste va a enfrentar a una América Latina que tiene la mayor clase media de su historia […] Esta es una clase media activada, despierta, conectada, politizada, que siente que tiene derechos adquiridos que no va a querer perder. En el pasado, estos ‘cracks’ económicos que venían después del ‘boom’, normalmente terminaban con una carga mayor sobre los pobres, pero eran pobres que tenían muy poco y terminaban teniendo menos aun. Eso es diferente a ser clase media y sentir que estás a punto de volver a caer por debajo de la línea de pobreza.
¿Cuál es el papel de la empresa aquí?
Con frecuencia se cae en debates acerca del Estado y el sector privado, y cómo es el balance entre los dos. Esos debates son más o menos inútiles. No hay duda de que hacen falta el Estado y la empresa. Hay que apoyar la creación de empresa.
Según leí en un informe del Banco Mundial, el Perú tiene un 70% de los trabajadores en el sector informal, y en el área de manufactura, estos trabajadores del sector informal alcanzan un cuarto de la productividad de los trabajadores que están en el sector formal. Esto es solo para mostrar lo importante que es que a las empresas se les dé la oportunidad de crecer, de formalizarse, de tener crédito, de mejorar y al mismo tiempo también de cobrarle impuestos.
¿El mundo podrá sobrevivir a la plaga de la corrupción? En el Perú hay candidatos a la presidencia que están involucrados en escándalos de corrupción.
Tu percepción, al igual que la de millones de personas, es que vivimos en un mundo más corrupto. Pero hay buenas noticias. Por supuesto que la corrupción en América Latina es un cáncer, sin embargo, están pasando cosas. Primero, hay una recién adquirida intolerancia a la corrupción: la gente está en la calle desde México hasta Argentina y el Brasil […], lo mismo en Chile con el escándalo de la presidenta Bachelet y en Guatemala, donde el presidente ha sido acusado de corrupción, derrocado, pero con mecanismos institucionales.
Segundo, se está exigiendo que se haga algo al respecto; no hay una convivencia pacífica con la corrupción. Y tercero, y lo mejor, es que está ocurriendo de una manera institucional. En Guatemala ocurrió de una manera perfectamente institucional, en Brasil el sistema judicial se activó y ha puesto en la cárcel al presidente, al dueño de una de las empresas de construcción más grandes del país, Odebrecht […]. La intolerancia a la corrupción se está enfrentando a través de procesos institucionales y no como era en el pasado, cuando simplemente venían los militares y decían “vete de aquí que yo voy a poner orden en todo esto”.
En “El fin del poder” usted dice que “hoy, el poder se ha hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder”. ¿Cómo se aplica a Latinoamérica? Venezuela va a una medición electoral en las parlamentarias del próximo 6 de diciembre, ¿es posible un cambio de poderes ahí?
Venezuela es una dictadura del siglo XXI, es decir, es una dictadura que toma todo tipo de precauciones y hace todo tipo de trucos para no parecerlo, para parecer una democracia. En Venezuela no hay división de poderes: el poder del Tribunal Supremo de Justicia, el Poder Judicial es un apéndice del Gobierno, el Tribunal Electoral está bajo el control de la presidencia, la Asamblea Nacional también. En una democracia hay división de poderes, un libre juego de ellos, de pesos y contrapesos, eso no existe en Venezuela, eso está bajo el control supremo, total y asfixiante del Gobierno. Ahora, con respecto a “El fin del Poder”, te quiero hacer notar cuánto poder tenía Chávez al comienzo y cómo poco a poco lo fue perdiendo, cómo después de su muerte, cuando lo tomó [el poder] el presidente Maduro y cómo hoy nadie va a argumentar que es más poderoso de lo que era cuando llegó a la presidencia endosado por Chávez. En Venezuela hay una concentración del poder enorme, pero no hay tampoco duda de que ese poder concentrado está siendo cada vez más menguado.