Vender una empresa es una decisión difícil. Pero aceptar una oferta por la compra de la empresa es un paso realmente complejo. Y es que no todo es dinero. Y esto es especialmente cierto para aquella raza de emprendedores que han labrado su presente y futuro a base de esfuerzo para trabajar horas sin límite, inteligencia para cometer un número manejable de errores y coraje para asumir los riesgos que todo empresario debe tomar si quiere crecer.
La decisión de vender el negocio que uno ha logrado en su vida tiene un componente emocional importantísimo. No considerar este elemento al momento de decidir vender suele ser un error. Error que lleva a que, muchas veces, luego del arduo esfuerzo involucrado en llegar a una oferta de compra razonable, la transacción no se cierre porque el vendedor no está conforme.
La traba emocional que paraliza al vendedor se suele reducir a preguntas como: ¿y qué voy a hacer después si ya no tengo adónde ir a trabajar? Si me van a pagar esa cantidad que me están ofreciendo, ¿me podrían pagar más? ¿No sacaría más plata si hago crecer el negocio un poco más antes de venderlo? ¿Qué haría con el dinero que me van a pagar si yo no sé hacer inversiones? Si después me arrepiento de haber vendido, ¿qué hago? La lista de preguntas continúa.
En verdad, las dudas anteriores no son más que excusas que la mente se inventa cuando el empresario no estuvo preparado emocionalmente para vender su negocio.
Así como hay que preparar a la empresa para venderla, el empresario también tiene que prepararse física y emocionalmente para el cambio de vida que va a experimentar.
Y digo que hay que prepararse físicamente, porque las nuevas rutinas y actividades del empresario que ahora va a tener más tiempo libre, pueden ser muy diferentes a las de su vida actual. Hay que prepararse emocionalmente para que la mente no le juegue malas pasadas y le haga perder una oportunidad que quizás no se va a repetir.
Si va a vender su empresa, ¿ya sabe qué va a hacer después? ¿Comenzará otro negocio? ¿Se retirará al campo? ¿Pasará más tiempo con la familia? ¿Apoyará proyectos de empresarios jóvenes? ¿Viajará por el mundo?.... En todo caso, el que tenga que responderse estas preguntas, más que generar ansiedad, debería considerar la situación como un premio al éxito de su negocio. ¡A prepararse entonces!