(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).

Desde 1922, que es el primer año del que se dispone de estadísticas reportadas por el , hasta el 2017, la de la economía peruana se ha multiplicado por un poco más de 38. Esto quiere decir que el tamaño de la economía peruana a lo largo de los últimos 95 años ha crecido a un ritmo promedio anual de 3,9%.

En el mismo período, la producción de cobre se ha multiplicado por un poco más de 70, lo que se traduce en un ritmo anual de expansión de 4,6% a lo largo de casi un siglo.

Pero otra forma de verlo es que, a valores del 2007 -que es el año base vigente- la participación del cobre en el total de la producción peruana pasó en estos años de representar 3,4% del PBI a 6,2% del PBI. Así, en casi un siglo, la importancia relativa de este metal en la producción nacional prácticamente se ha duplicado. Y la tendencia podría seguir al alza en los próximos años conforme se materialicen los proyectos que se espera entren en operación en los próximos años.

Sin embargo, esta situación crea un riesgo. Recordemos que hace algunos años se hablaba de que la crisis financiera y posterior recesión global iba a tener un impacto más limitado en la economía peruana que en otros países, debido a que teníamos una fuente diversificada de divisas, ya que exportábamos casi por igual metales preciosos y metales base.

Los problemas en un lado podían ser paliados por la mejora en el otro, ya que -se dijo entonces- la correlación entre la evolución de los precios en ambos grupos era negativa (solamente se dijo, porque la correlación de precios durante la crisis resultó positiva).

En todo caso, la diversificación, incluso al interior del sector minero, era mayor que la actual: hace poco más de 10 años, el peso del cobre en la economía fue solo de 4,3% del PBI. En valores corrientes, las exportaciones de cobre del Perú representaron en el 2017 un 6,4% del PBI o un poco más del 30% de las exportaciones totales. Y aunque en el 2012 los valores exportados de oro y de cobre fueron similares (de hecho, el de oro fue ligeramente superior), en el 2017 el cobre superó en 70% al oro.

En ese sentido, apuntalar el crecimiento de los próximos años solamente en el dinamismo de un producto acentuaría la concentración que ya estamos viendo.

Sin embargo, la formalización, generación de divisas y recaudación asociados a los nuevos proyectos mineros generan una nueva oportunidad para mejorar la calidad del capital físico y también del humano.

No pensemos sólo en el crecimiento, sino en la oportunidad de usarlo como vehículo hacia el desarrollo.

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