El pasado 13 de febrero se llevó a cabo una edición más de uno de los evento deportivos de mayor audiencia en el mundo: el Super Bowl. El indicador tradicional del impacto mediático que tiene un evento es el costo del espacio publicitario que llegó en promedio a 6,5 millones de dólares por un comercial de 30 segundos. Tan importante como el costo promedio es la tendencia creciente que se evidencia.
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En plena pandemia, el PBI de Estados Unidos cayó 3,5% el 2020 mientras que el costo promedio del espacio publicitario de ese año aumentó casi 6%. Años atrás, en plena crisis financiera mundial generada en Estados Unidos, el PBI en el 2009 cayó 2.5% mientras que el costo promedio publicitario del Super Bowl crecía 11%.
¿Qué tiene el Super Bowl que aún en crisis mundiales se mantiene o crece con respecto al resto de la economía?
Tal vez una explicación es que este evento es una muestra de lo que es un sector cuando no depende del sector público. La NFL no depende de una federación internacional para su regulación interna ni tampoco depende subsidios del gobierno norteamericano para llevar a cabo sus actividades. Desde sus inicios, su modelo de negocio estuvo orientado a generar un contenido atractivo a los televidentes y asistentes a sus eventos.
El Super Tazón, como se le conoce en español, no es solo un evento deportivo sino también un espectáculo musical con una producción de nivel mundial. En algunos casos hay más expectativa por la puesta en escena musical más que en los equipos que llegaron a la final.
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El deporte de alto rendimiento entendió hace mucho tiempo que para que sea sostenible en el tiempo era necesario que no dependa del subsidio del estado sino que genere un modelo que genere ingresos por venta de entradas, derechos de televisión y patrocinios entre los más representativos. El sector público tiene un rol en el que genera las condiciones para el desarrollo de la industria deportiva más que otorgar subsidios económicos. Podemos citar el caso del Comité Olímpico Norteamericano el cual no recibe subvenciones económicas al igual que las Federaciones Nacionales de ese país.
¿El hecho que las organizaciones rectoras del Movimiento Olímpico en Estados Unidos como son el Comité Olímpico y las Federaciones no reciban subvenciones económicas del estado significa que están condenadas a no tener logros deportivos? Claro que no. El país norteamericano suele ser uno de los que más medallas obtiene en los Juegos Olímpicos de verano y de invierno.
En nuestro caso, tal vez la discusión no debería estar centrada en el presupuesto asignado al deporte de alto rendimiento por parte del Instituto Peruano del Deporte (IPD) sino en la capacidad de generar las condiciones para que las organizaciones deportivas se enfoquen en generar sus propios ingresos.