Elon Musk, el inventor e inversionista de origen sudafricano que está detrás de la fabricantes de automóviles eléctricos Tesla Motors, la compañía aeroespacial SpaceX y otras iniciativas empresariales que están entre las más visionarias del mundo, como su proyecto de tren ultrarrápido Hyperloop, acaba de soltar una bomba en el blog de la primera de las citadas.
El empresario, que se formó como economista y físico, ha anunciado que publicará en una plataforma de código abierto (es decir, de acceso libre) todas las patentes (alrededor de 200) que protegen la tecnología de autos eléctricos de Tesla, y que no iniciará acciones legales contra quienes decidan sacarles provecho comercialmente siempre y cuando lo hagan “de buena fe”.
¿Qué significa esto? En la práctica, significa que Musk está compartiendo su propiedad intelectual más preciada con sus competidores actuales y potenciales. ¿Y por qué lo hace? Se barajan dos explicaciones, una de naturaleza comercial y otra más romántica o principista.
La primera tiene que ver con la frustración que dice sentir el sudafricano con el hecho de que el mercado de autos eléctricos aún no despega. Estos vehículos siguen representando tan solo el 1% de las ventas de los grandes fabricantes de autos. La única manera de revertir esto, parece entender Musk, es tomando una medida arriesgada como aquella con la cual acaba de hacer noticia.
Al mismo tiempo, y a diferencia de buena parte de sus colegas en la industria automotora, Musk parece estar realmente preocupado por el calentamiento global y siente que lo que está haciendo es también un servicio a la humanidad, sobre todo a las generaciones venideras. Esta posición principista es coherente con lo que ha sido su discurso público en los últimos años, que ha sido enfático en alertar sobre los riesgos del cambio climático.
“Dado que la producción anual de vehículos nuevos se acerca a los 100 millones por año y que la flota global es de aproximadamente 2 mil millones de autos, es imposible para Tesla fabricar autos eléctricos lo suficientemente rápido como para afrontar la crisis climática. Por la misma razón, significa que el mercado es enorme”, dice la referida publicación en el blog de Tesla Motors.
Fuera de ello, esta movida de Musk retroalimenta una interesante discusión que viene dándose en los últimos años sobre la idoneidad del actual sistema de protección de la propiedad intelectual para fomentar la innovación.
“Cuando empecé mi primera compañía, Zip2, pensaba que las patentes eran una cosa buena y trabajé duro para obtenerlas. Y quizá eran buenas hace mucho tiempo, pero en estos días con demasiada frecuencia solo sirven para ahogar el progreso, afianzar las posiciones de las compañías gigantes y enriquecer a quienes están en la profesión legal, más que a los inventores mismos. Después de Zip2, cuando tomé consciencia de que recibir una patente solo significaba realmente que uno había comprado un ticket de lotería para una demanda judicial, empecé a evitarlas tanto como fuera posible”, reflexiona Musk.
En su opinión, “el liderazgo en tecnología no se define por las patentes, pues la historia ha mostrado repetidamente que son una protección menor contra un competidor decidido, sino por la habilidad de una compañía para atraer y motivar a los ingenieros más talentosos del mundo”. Lo más importante de la innovación, parece entender, es la velocidad con la cual se da y con cuánta determinación una compañía decide ir por nuevas invenciones en lugar de atrincherarse en las anteriores.
Sin duda, una decisión que dará que hablar en muchos ámbitos. Mientras tanto, Musk seguirá merecidamente satisfecho con los logros que ya ha obtenido el modelo S, el más reciente automóvil de Tesla, que ha ganado prácticamente todos los premios habidos y por haber en la industria automotora.