Rita Casana recuerda una frase que la marcó cuando decidió convertirse en empresaria industrial: “Vas a sufrir seis años”, le dijeron cuando decidió comprar Celta, una empresa metalmecánica que tenía deudas con el negocio comercial que manejaba Casana. “Pero luego vas a ver que la industria rinde”. Follow@EconomiaECpe
Hoy, Casana, ganadora del premio LEC 2017 en la categoría de empresa mediana por su trabajo al frente de su firma, N&A, puede dar fe de que, en efecto, la industria le rindió más frutos de los que esperaba, pero también de que el inicio fue sumamente duro.
Incluso más difícil la tuvieron Edgar Marín y Javier Echevarría cuando empezaron con sus respectivos negocios. Marín y Echevarría también han sido reconocidos en los Premios LEC y acompañan a Casana en una mesa redonda organizada por El Comercio y EY sobre el desafío de ser industriales exitosos en un país que no se reconoce como cuna de este tipo de empresarios y donde el sector manufacturero viene pasando por años de caídas en producción y malos resultados.
Les preguntamos si ellos también tuvieron seis años de sufrimiento. Se ríen y responden prácticamente lo mismo: “Fueron más que seis”. Sacan cuentas y concluyen que probablemente les tomó una década estabilizar sus negocios.
Marín aún tiene fresca en su memoria la mañana en que su esposa lo invitó a desayunar y le dijo que tenían que cerrar su emprendimiento, Energiquímica Industrial, empresa que hoy es líder en la producción de diversos sistemas de energía. Estaban sobreendeudados y el negocio parecía no dar para más. Pero Marín evaluó escenarios y llegó a una conclusión. “No podíamos cortar la única arteria que nos iba a dar de vivir en el futuro”.
Su sueldo de empleado de una compañía de baterías se convirtió, además de sustento familiar, en pilar financiero de la compañía. Vendieron uno de los dos carros que tenían y algún mes de planilla lo pagaron con dinero de la tarjeta de crédito.
FORMALIDAD: DESAFÍO PARALELO
“Yo empecé como informal”, revela Echevarría cuando narra los inicios de lo que hoy es Hagroy Electronics, su compañía de soluciones de industria electrónica para seguridad. Comenzó con su propio capital y dinero de familiares. Al empezar a crecer, el crédito informal fue una salida, pero muy costosa. Su ambición y su talento para innovar y aprovechar oportunidades lo llevaron por el camino de la formalidad.
¿Qué les ofrece la formalidad a estos tres empresarios a cambio de pagar impuestos, cumplir obligaciones laborales y, en algún caso, soportar competidores que no lo hacen y pueden vender más barato sus productos? Tres cosas: acceder en mejores condiciones al sistema financiero, ser capaces de exportar y poder convertirse en proveedores del Estado.
Casana, Echevarría y Marín prueban que el camino de hacer industria formal no es fácil, pero tampoco imposible. No necesitaron una política de industrialización para lograrlo: crecieron sin subsidios ni protecciones por parte del Estado. Sin embargo, comparten un clamor común: que justamente ese Estado no los asfixie en su condición de empresarios medianos formales. En tiempos donde la producción del sector manufacturero acumula meses de caída, sus vivencias son un claro llamado de atención.
Los tres han tenido problemas con la Sunat, por ejemplo. A Casana y a Marín les han ‘congelado’ las cuentas bancarias. A ella, por atrasarse en un pago; a él –increíblemente–, por pagar equivocadamente un mes de más. “¿Cómo le iba a cancelar el mes que debía a la Sunat si mis clientes no tenían dónde pagarme?”, se pregunta Casana. Logró superar el ‘impasse’ con financiamiento de su banco.
En el caso de Echevarría, el problema ha estado en Aduanas. Su empresa importa maquinaria poco común en el Perú, por lo que ha debido enfrentarse a la arbitrariedad y discrecionalidad de Aduanas para valuarla a su entrada al país. “Traer maquinaria es una locura, le ponen el valor que quieren”, reclama.
Pero otro gran problema con el Estado , según los tres, es que es un mal comprador. El problema de Casana con la Sunat, por ejemplo, se debió a la demora de cinco meses de un ministerio, del que fue proveedora, para pagar sus facturas. Y Marín, para quien el Estado representa el 70% de sus ventas, afirma haberse topado con muchas licitaciones direccionadas. “Y cuando sí puedes ganar, luego te hacen la vida imposible con penalidades”, sostiene.
Sin embargo, su condición de formales hoy es innegociable. Solo trabajan con proveedores que también lo sean y ya han empezado a pedirles certificaciones y homologaciones. “Hay una cadena de beneficios para quienes trabajan dentro de las reglas”, sentencia Echevarría.
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