(Bloomberg) - El concepto de oficinas abiertas que a todos les gusta odiar llegó para quedarse. El plano ideal de distribución de los asientos implica sentarse casi encima de los compañeros de trabajo, según una nueva investigación de la Harvard Business School. Lo que cambia, no obstante, es quién se sienta al lado de quién.
Durante dos años, los investigadores estudiaron la disposición de los asientos y la producción de 2 mil trabajadores en una empresa de tecnología no identificada, calculando la proximidad y la productividad de los participantes y analizando la rapidez con la que realizaban sus tareas. Cuanto más densa de personas productivas es el área, mejor es el trabajo en términos de productividad, efectividad y calidad de un trabajador cercano, fue la conclusión de la investigación.
Lo inverso rige para quienes se sientan cerca de trabajadores “tóxicos” o personas que infringen las normas en el trabajo. Los investigadores lo denominan el “efecto derrame”: la gente de escritorios cercanos se pega entre sí, tanto de formas positivas como negativas. Los trabajadores no pueden estar demasiado alejados para que esto funcione: fuera de un radio de 8 metros, el efecto disminuye.
Oficinas
El plano de oficinas abiertas cuajó como forma de activar la creatividad y la productividad. En la economía del conocimiento, ubicar a personas en estrecha cercanía permite un mayor intercambio de ideas, según la teoría.
El éxito de empresas como Google y Pixar se atribuyó, en parte, a sus espacios “colaborativos” de oficina. “Este estudio es muy consecuente con esa idea”, dijo el investigador Dylan Minor, catedrático adjunto invitado de Harvard. “Quienes están dentro de un espacio razonable efectivamente tienen un efecto en quienes les rodean”.
Aun así, la gente detesta las oficinas abiertas. Para algunos es una táctica evidente de las empresas para apiñar más gente en menos espacio y ahorrar dinero. Para otros, sólo es algo molesto y estresante y que causa distracción.
Una revisión de más de 100 estudios reveló que, a pesar de ciertos beneficios, las oficinas abiertas afectan los lapsos de atención, la productividad y la creatividad de los trabajadores. El problema radica en que las oficinas abiertas simplemente no se están haciendo de la manera correcta.
Para optimizar la eficiencia, las empresas deberían sentar a sus empleados según el tipo de trabajador, según el estudio de la HBS. Los investigadores identificaron dos tipos de personas: empleados altamente productivos que comúnmente generan un trabajo de menor calidad y personas más lentas que producen un trabajo de alta calidad. Los dos tipos de personas ejercen un efecto derrame mutuo, pero solo de manera positiva, reveló el estudio. La gente productiva hace que la gente lenta haga su trabajo más rápido, sin comprometer la calidad.
Y los que producen un trabajo de alta calidad también influyen de forma similar en los trabajadores más rápidos. Incluso si estos trabajadores se trasladan o abandonan la compañía, los efectos de sus competencias permanecen durante aproximadamente un mes, se lee en el informe.
“Esto sugiere una oportunidad”, dijo Minor.
Las empresas deberían usar la presión social resultante para obtener el máximo de sus empleados, mezclando los dos tipos de trabajadores en la distribución de los asientos de la oficina. “Se pueden juntar a algunos trabajadores con distintas fortalezas sin arruinar dichas fortalezas”, agregó Minor.
La empresa de tecnología no identificada que trabajó con los investigadores ya comenzó a implementar algunos de estos hallazgos. Si llegara a ser tan exitosa como Google, todos comenzaríamos a mezclarnos en base a nuestros propios conjuntos de habilidades. Así que vaya a comprar un buen par de audífonos: el concepto de oficina abierta no desaparecerá por ahora.