La segunda mitad del año estuvo marcada por un deterioro de las expectativas de recuperación económica tras las restricciones por la COVID-19. Si bien el rebote de los principales indicadores sobrepasa las contracciones que se registraron en 2020, su dinamismo es más lento comparado con el período prepandemia.
Expectativas deterioradas
El efecto más importante se dio en la percepción empresarial sobre el futuro de la economía. Desde marzo, el índice de expectativas a tres meses -tanto en relación al Producto Bruto Interno (PBI) como a nivel sectorial- se encuentra en fase negativa, por debajo de los 50 puntos. Además, las expectativas sobre el futuro de la economía a 12 meses se había recuperado entre septiembre y octubre, pero volvió al terreno negativo al siguiente mes, noviembre.
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Ello sucede en medio de un clima de incertidumbre, que se explica por el factor de la pandemia, en menor medida, y otro derivado de la coyuntura política tras la victoria electoral del presidente Pedro Castillo, sumado a su gestión gubernamental, indicó el exministro de Economía y Finanzas, David Tuesta. La narrativa de una Asamblea Constituyente, así como los nombramientos cuestionados en distintas instituciones del Estado y las acciones de los dos presidentes del Consejo de Ministros que han habido hasta el momento han contribuido a que las expectativas estén deprimidas, explicó.
“Lo que observa es una no vocación de impulsar al sector privado, por eso están deprimidas [las expectativas], y eso es, en principio, lo que puede terminar definiendo la posibilidad de generar inversión privada, que es lo que termina generando empleo, consumo y crecimiento sostenible”, expresó Tuesta.
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Desde mediados de este año, las proyecciones de crecimiento para el 2022 realizadas por empresas, analistas y el sector financiero también mostraron un deterioro. Actualmente, la estimación más optimista de expansión del PBI para ese periodo gira en torno a 3,1%, que significa una reducción de 0,9% comparado con la cifra de enero.
Y es que, según el exministro, las prioridades del Estado continúan siendo erradas, lo que da una percepción al sector privado de que no existe un real compromiso del Gobierno para mejorar la situación actual. Estas señales de falta de gestión generan una alta desconfianza y bajas expectativas en la inversión, acotó.
“No se ven señales de que se pueda dar un cambio hacia un escenario más adecuado para atraer la inversión necesaria”, consideró.
Inversión privada
La inversión privada en el país tendría un rebote esperado de 36% tras el primer año de pandemia, según el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP). Este crecimiento de la inversión privada recoge el efecto rebote, pero también el buen ritmo en el sector construcción, explicó Hugo Perea, economista jefe para Perú del BBVA Research. Dentro de ese último sector resaltó la autoconstrucción, reflejada en un mayor dinamismo en el consumo de cemento.
Es por ello que, consideró el especialista, al tercer trimestre de este año la inversión privada tuvo un desempeño favorable, donde se esperaba una “moderación significativa” por la alta incertidumbre vinculada al aspecto político. No obstante, señala que para el cuarto trimestre se muestra una “ralentización” en la inversión privada.
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“El año va a cerrar muy bien, pero como tendencia más reciente, estamos empezando a ver alguna ralentización. [...] Empieza un poco a perder impulso el componente de inversión privada [al cuarto trimestre], que está más en línea con el deterioro de las expectativas o la confianza empresarial, que está en terreno pesimista”, indicó.
De acuerdo al BCRP, el crecimiento de la inversión privada sería nulo para el 2022. Perea sostuvo que se espera que exista una cierta incertidumbre vinculada al entorno político, incluso al tema sanitario, agregó. El dinamismo en la inversión podría aumentar con una mejor confianza empresarial.
“Si la confianza mejora, por supuesto que se vería un mayor dinamismo en la inversión privada. La inversión privada responde mucho al sentimiento, a los anuncios que hagan las autoridades, al entorno del clima de negocios que genere el contexto general de la economía y de la política. Si ese entorno mejora, si el clima para los negocios mejora, seguramente veríamos un mejor desempeño”, acotó.
Una tendencia similar se observaría en la inversión minera, marcada por la reciente paralización de operaciones en Las Bambas, que solo se expandiría en 3,4% el próximo año tras un rebote de casi 23% estimado para el 2021.
En la inversión minera también se observaría una tendencia similar. Se estima un crecimiento de 23% para el 2021 -con el efecto rebote- y una expansión de 3,4% para el 2022, según el BCRP. Perea sostiene que ello se debe a que los grandes proyectos mineros están culminando su construcción para pasar a la fase de operación, por lo que el flujo de inversión será menor.
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Añadió que la inversión en exploración minera es relativamente positiva, pero que la tendencia va a ser cautelosa al haber un entorno de “mucha incertidumbre”, dado que se trata de un sector que invierte al largo plazo.
Empleo
A nivel del empleo en Lima Metropolitana, la Población Económicamente Activa (PEA) ocupada para el periodo septiembre-octubre-noviembre aún no alcanza los niveles prepandemia. Comparado con el periodo similar de 2019, el nivel de trabajadores es 3% menos. Parecida situación se registra en la PEA ocupada asalariada y, en menor medida, en las personas independientes.
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El laboralista Ricardo Herrera explicó que esta lenta recuperación se explica a través de empleos temporales o part-time, mientras que la mayor recuperación se ha dado en el sector informal.
“Todavía no recuperamos el empleo formal en las dimensiones que teníamos antes de la pandemia. [...] Hay algunas medidas que se han dado precipitadamente, como la supresión de la suspensión perfecta de labores en sectores económicos en los que todavía no había una clara recuperación como el sector turismo, ‘call center’ o ‘fast foods’”, apuntó.
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En el caso de puestos de trabajo formal en el sector privado, la cifra en octubre supera en 9% lo registrado en el mismo mes de 2020 y 1,2% comparado al periodo similar del 2019. Sin embargo, la recuperación muestra contrastes por sectores. El crecimiento respecto al 2019 es más fuerte en agro y construcción, mientras que en servicios, rubro que abarca casi la mitad del empleo formal, aún no se llega a los niveles de octubre del 2019.
El abogado laboralista explicó que en el agro, el índice de trabajo formal ha mejorado con el crecimiento de las exportaciones agrarias, lo que a su vez “ha permitido pagar sobrecostos laborales”. No obstante, precisó que existe una alta informalidad, principalmente en otros subsectores del agro como el rural. Otro sector que ha disminuido en empleo formal privado ha sido manufactura, dado que aún no se recupera por una falta de capacidad de consumo en el mercado interno, acotó.
Herrera señaló que el aumento del empleo dependerá de la inversión privada.
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