Dario Valdizán

La historia está llena de eventos que aparentan definir una época. Los textos que buscan discutirlo tienden a omitir el entorno en el cual se da el evento, dejando la sensación que se dan en un vértice independiente y termina generando más preguntas que respuestas. En el peor de los casos puede llevarnos a conclusiones erradas y, por ende, a la implementación de soluciones equivocadas. Si le sumamos nuestra tendencia como seres humanos a simplificar, puede ser una combinación peligrosa. Mas aún si se hace en el entorno de política pública. Miremos el caso de El Fenómeno de El Niño (FEN).

Es difícil medir el impacto que tuvo el FEN en el pasado directamente, más allá de lo obvio: la destrucción por lluvias u otras manifestaciones climáticas. Esto porque, como en todo, es parte de un ecosistema regente al momento de manifestarse el evento y que influye significativamente en las decisiones y capacidad de ejecución en el momento en que se manifiesta. Es decir, los eventos climáticos se dan en un ambiente económico particular. Estos choques económicos significativos en una región o en el mundo, son exacerbados por eventos climáticos, poniendo al límite la capacidad de respuesta de los gobiernos. La recesión de EE. UU. y la crisis de la deuda latinoamericana de la década de los 80 marcó el ambiente en el que se dio un FEN de magnitud extraordinaria (1983). Mientras que la crisis asiática en la década de los 90s rigió el entorno en el cual se dio un FEN de magnitudes similares (1997). Finalmente, el más reciente FEN del 2016/2017 encontraba un país políticamente dividido, con autoridades recientemente elegidas a todo nivel, en una región latinoamericana plagada por un menor crecimiento tras el boom en las materias primas del inicio del ciclo XXI. En conclusión, el ambiente importa y es clave mapear sus diferentes aspectos para sobreponernos a las dificultades y enfocarnos en la prevención que nos permita minimizar el impacto en el país de un FEN de magnitud importante, como el que es probable que experimentemos.

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¿Cuál es la coyuntura ahora? Actualmente, el mundo se encuentra dominado por tensiones geopolíticas persistentes, desaceleración económica con inflación, efectos del cambio climático en el comercio (por ejemplo, bajo niveles de reservorio por ausencia de lluvias ha afectado el volumen comercial en el canal de Panamá), y la presencia de un Niño global y Costero (que nos afecta principalmente) ya ha llevado a gobiernos a tomar medidas que han afectado el precio de ciertos productos de consumo directo. Por ejemplo, restricciones en exportaciones de azúcar y arroz por parte del gobierno de India. Este entorno dificulta la posibilidad de cuantificar el impacto directo del FEN y magnifica sus consecuencias. Lo que si podemos concluir es que el principal canal de afectación son productos agrícolas, agropecuarios y pesqueros, y que se traducen en presiones inflacionarias que afectan principalmente a países emergentes.

¿Cómo significa esto para nuestra región y especialmente en el Perú? ¿Con qué herramientas cuenta el gobierno peruano para contenerlo? Las vulnerabilidades estructurales difieren globalmente, por lo que el impacto del FEN no es equitativo. En Latinoamérica la menor participación de la agricultura en el PBI y en la canasta básica de consumo representa un menor riesgo frente a otras regiones. No obstante, países como Chile, Colombia y Perú, con una gran dependencia en sectores primarios como pesca y agricultura, se ven especialmente afectados a través de una menor biomasa marina y floración agrícola, cuyo impacto negativo se refleja en una menor producción económica, así como en el incremento en el precio de alimentos perecibles. Si bien se estiman mayores presiones inflacionarias para Colombia, seguido por Perú y Chile, el mayor impacto relativo se da en las familias más vulnerables debido a la mayor fracción de sus gastos destinado al consumo de alimentos.

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Al respecto, estas presiones esperadas por el FEN, coinciden con un momento en que los bancos centrales de la región buscan regresar sus tasas de interés hacia niveles neutrales y brindar un mayor soporte a la economía. Un riesgo es que la dirección de este ajuste monetario podría interrumpirse, al poner en pausa futuros recortes durante el primer trimestre de 2024.

Finalmente, el último informe del FEN señala una mayor probabilidad de un evento fuerte en comparación con meses anteriores, ¿Qué tan preparados están los países para enfrentar los estragos de El Niño? Chile y Perú cuentan con sólidos espacios fiscales y acceso a financiamiento multilateral, mientras que Colombia presenta espacios fiscales más limitados debido al menor acceso a fuentes de financiamiento. No obstante, una baja ejecución pública en Perú nos brinda una alerta de riesgo, especialmente en lo correspondiente a prevención frente a desastres naturales. Un ejemplo, lo podemos observar en el Plan Con Punche Emergencia, donde el gobierno asignó más de S/ 4 mil millones en el primer trimestre del año y a la fecha solo se ha ejecutado el 19%. Con ello, y tomando en cuenta la severidad esperada del FEN que se avecina, existe un riesgo significativo que no sea contenido adecuadamente. El gobierno debería desplegar los recursos a su disposición y los políticos poner al lado sus intereses partidarios y personales, y enfocar sus esfuerzos en reforzar las medidas de prevención necesarias. El tiempo nos juega en contra y el norte del Perú, principalmente, necesita de la ayuda. Es hora de que se involucren todos.

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