La agricultura no tradicional ha mostrado un gran desempeño durante los primeros nueve meses del 2022, superando significativamente el nivel alcanzado en el 2021. Sin embargo, el sector aún presenta desafíos importantes que podrían afectar el crecimiento de los principales cultivos de exportación en los próximos años.
‘Boom’ agroexportador
En las últimas dos décadas, las exportaciones del sector agropecuario moderno se han incrementado de manera exponencial, al multiplicarse por 20 entre el 2000 y 2021. En consecuencia, han pasado a representar casi la mitad del valor de las exportaciones no tradicionales y el 13% de las exportaciones totales. Este resultado ha sido impulsado por el favorable desempeño de productos como las uvas, arándanos y espárragos, cultivos en los que el Perú ha alcanzado el liderazgo de exportación a escala mundial.
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En efecto, en los últimos tres años, el agro ha sido el sector que más ha aportado a la recuperación del empleo formal. Alrededor del 47% de empleos formales generados entre setiembre del 2019 y setiembre del 2022 se dio en el agro, lo que implica la creación de más de 100.000 puestos de trabajo formales en dicho sector.
Un gran crecimiento conlleva un gran desafío
El arándano se ha convertido en el ejemplo más claro del éxito de la agricultura no tradicional en el Perú. El país pasó de no comerciar este cultivo en el 2012 a ser el principal exportador a escala mundial en el 2021, atendiendo a cerca del 25% de la demanda global. Para el cierre del 2022, considerando el desempeño en lo que va del año, se proyecta que el arándano superará por primera vez a la uva como el cultivo de exportación más importante del país.
Sin embargo, la rápida expansión de la producción ha contribuido a la caída sostenida de los precios del arándano durante los últimos 10 años. Estos pasaron de US$11,5 el kilogramo en el 2013 a un promedio de US$5,6 durante los primeros nueve meses del 2022, una reducción de más del 50%.
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El cultivo de arándano no es el único que se ha visto afectado por menores precios. Entre enero y setiembre del 2022, el valor de las exportaciones de palta se redujo en 9% debido a que su precio se contrajo en 18%, pese a que su producción aumentó en 11%.
Para Gabriel Amaro, director ejecutivo de la Asociación de Gremios Productores Agrarios del Perú (AGAP), este problema cobra mayor relevancia en el contexto actual, en el que la escasez de fertilizantes y de combustibles ha elevado significativamente los costos de producción. Según indica, muchos productores han tenido que vender al costo o incluso a pérdida para mantener su cartera de clientes.
¿Qué se puede hacer?
Para Amaro, la clave para sostener a la industria agropecuaria está en diversificar las exportaciones. Ello se puede lograr abriendo nuevos mercados o ampliando las variedades de cultivos de tal manera que no se pierda el valor de los productos peruanos.
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En ese sentido, Eduardo Watson, gerente de Finanzas de Hortifrut Perú, una de las principales empresas exportadoras de arándanos, indica que muchos productores estarían buscando campañas más extensas para asegurar otras ventanas de exportación a fin de evitar la saturación del mercado y aprovechar mejores precios.
Por otro lado, Amaro resalta el impacto negativo que han tenido los recientes cambios a la regulación laboral al incrementar los costos salariales del sector. Con la reforma del régimen laboral agrario, el sector tiene los mayores salarios mínimos al otorgar bonificaciones adicionales equivalentes al 30% de la remuneración mínima vital. Además, modificaciones como la restricción a la tercerización laboral, la modificación a las relaciones colectivas y el nuevo Código de Trabajo generan incertidumbre respecto a la normativa laboral, lo cual puede desviar inversiones hacia otros países y desincentivar a empresas más pequeñas a permanecer en la formalidad.
Las condiciones para apostar por la agroindustria, una de las estrellas de la economía peruana, pueden deteriorarse sin predictibilidad en un sector con un amplio horizonte de inversión. Sin mayor inversión hoy, se corre el riesgo de desacelerar la producción en los próximos años y, con ello, de generar miles de empleos de calidad de forma descentralizada.