El rebote de la economía peruana en lo que va del 2021 esconde diferentes dinámicas regionales. Si bien el PBI nacional acumuló al tercer trimestre un aumento de 0,8% respecto al 2019, en ese período la actividad económica de la mitad de las regiones del país se ha mantenido aún por debajo de los niveles prepandemia.
En el resto, el mayor avance de los sectores minería y construcción fueron claves para recuperar las pérdidas del 2020 y superar la producción registrada en el 2019.
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Factor minero
Moquegua continuó liderando el crecimiento regional, al acumular hacia el tercer trimestre del año un avance de 14,1% frente al mismo período del 2019. El alto crecimiento provino de la actividad minera y sus encadenamientos con la manufactura.
Entre enero y setiembre del 2021, la fabricación de blísteres y cátodos de cobre se incrementó alrededor de 19% en promedio respecto a los niveles acumulados al tercer trimestre del 2019, debido a la mayor producción de este mineral (12%).
Otras regiones también impulsadas por la minería fueron Áncash e Ica. En la primera, los volúmenes producidos de zinc a lo largo del año fueron los más altos desde que se tiene registro y superaron en 42% la producción entre enero y setiembre del 2019.
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En el caso de Ica, el inicio de operaciones de Mina Justa y la normalización de actividades de la minera Shougang contribuyeron a que la producción del sector minero acumule un aumento de 28% al tercer trimestre del 2021 frente al mismo período del 2019, la mayor tasa en el ámbito nacional.
Sin embargo, la producción minera ha tenido un desempeño negativo en algunas zonas del país. La producción de cobre, por ejemplo, registra volúmenes inferiores a los acumulados a setiembre del 2019 en Cusco (-24%), Apurímac (-21%) y Arequipa (-12%), tres de las cuatro regiones con mayor caída de PBI frente a los niveles prepandemia.
En Madre de Dios, la región más rezagada, la extracción de oro muestra una contracción de 81% como resultado de las labores de interdicción contra la minería ilegal. Así, ante la falta de otros motores productivos, se acentúa la recesión económica que atraviesa esta región desde el 2017.
Construcción y empleo
La reactivación regional ha sido también favorecida por el alto dinamismo de la construcción. A setiembre del 2021, en 16 de las 24 regiones el sector exhibió tasas de crecimiento de doble dígito frente a los niveles alcanzados al tercer trimestre del 2019.
El sector construcción creció en Lambayeque (52%) y Piura (42%) casi al triple, en promedio, de lo que se incrementó en el ámbito nacional (18%), debido a una mayor ejecución de obras vinculadas a los proyectos Autopista del Sol y los Hospitales de Apoyo en Chulucanas y Sullana. En Áncash, además de un aumento de la inversión pública de 75%, se registró un incremento de la inversión minera de 53% respecto a los niveles acumulados entre enero y setiembre del 2019.
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El crecimiento del sector construcción, unido al buen desempeño agroexportador y a las menores restricciones de movilidad que han impulsado la reanudación de otros rubros vinculados a sectores no primarios como el comercio, han contribuido a la recuperación del empleo formal a escala regional. En efecto, excluyendo el fuerte impacto de la minería, los datos a setiembre del 2021 muestran una relación positiva entre la creación de nuevos puestos de trabajo formales y el crecimiento del PBI. Estas cifras revelan también la dificultad que enfrentan regiones como Cusco para revertir las pérdidas de empleos ante la lenta recuperación de sectores relacionados a la actividad turística como alojamiento, restaurantes y transportes.
Incertidumbre al 2022
El panorama de las regiones para el 2022 enfrenta una serie de riesgos que podrían aumentar las brechas de la recuperación económica. Por un lado, ante las expectativas de que la inversión privada se reduzca el próximo año (de acuerdo con el IPE, experimentaría una caída de 9% interanual), el sector construcción dejaría de ser un motor no solo para el crecimiento, sino también para la generación de nuevos empleos formales.
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Asimismo, la persistencia de un clima de conflictividad alrededor de la minería podría opacar el inicio de producción de proyectos como Quellaveco en Moquegua o la ampliación de Toromocho en Junín. Además, la paralización de las operaciones de yacimientos mineros daría cuenta de los perjuicios económicos de una limitada capacidad del Estado para resolver conflictos. Por ejemplo, si la paralización de Las Bambas se prolongase hacia todo el 2022, el PBI de Apurímac caería al menos en 60%.
Frente al ambiente de alta incertidumbre, resulta clave que el Gobierno genere un entorno favorable en el ámbito local que permita aprovechar el propicio contexto internacional de precios altos de los metales. De lo contrario, la recuperación económica seguirá siendo una realidad esquiva para las regiones más rezagadas del país.
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