Los resultados de pobreza confirmaron la creciente debilidad económica de las familias peruanas. En esa línea, cabe analizar también el estado de la clase media, que, por su nivel de ingresos, dejó de ser vulnerable y está menos expuesta a choques externos. Tras ser la primera minoría en 2019 (40% de la población), este grupo se debilitó durante la pandemia y se mantiene estancado ante el menor dinamismo del empleo y la economía, el impacto de anomalías climáticas y la inflación. Expandir la clase media requerirá impulsar la creación de empleos adecuados a través de mayor inversión y políticas que mejoren la productividad de los trabajadores.
Clase media estancada
Según el Banco Mundial, la clase media está compuesta por la población que percibe un ingreso diario entre US$14 y US$81 a precios del 2017 en paridad de poder adquisitivo. En el Perú, dicho rango equivale a un ingreso por persona mensual entre S/980 (más de dos veces el costo de la canasta básica de consumo) y S/5.700, según estimaciones del IPE.
La participación de la clase media en 2023 se mantuvo estancada en 33% ante el retroceso de la economía y la mayor vulnerabilidad de los hogares. Esta cifra se ubica lejos de su nivel máximo de 2019 (40%), alcanzado producto del crecimiento sostenido durante las décadas previas.
Desde el 2019, más de 1,8 millones de peruanos salieron de la clase media, ya sea porque pasaron a una situación de vulnerabilidad o pobreza. El mayor retroceso se ha dado en Lima Metropolitana y Callao, donde la clase media disminuyó de 60% en 2019 a 47% en 2023, dejando fuera a casi 1,2 millones de personas. Ello coincide con el descenso del empleo adecuado registrado en Lima de 69% en 2019 a 62% en 2023. En el resto del país, la clase media se redujo en mayor magnitud en regiones de la costa, como La Libertad, Tumbes y Arequipa. En total, 20 de 25 regiones aún no recuperan los niveles de clase media de 2019.
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Choques adversos
El estancamiento de la clase media se explica por la escasa generación de empleo adecuado en 2023 (52,7% de trabajadores), que representó una proporción similar a la del año previo (52,1%) y fue inferior a los niveles prepandemia (55,8%). La falta de mejores oportunidades laborales continuó limitando la recuperación de sus ingresos por trabajo, los cuales se ubicaron todavía 1,9% por debajo de 2019, en términos reales.
Frente a ello, las familias de clase media siguen agotando fuentes extraordinarias de liquidez (como fondos de CTS y AFP), lo cual agudiza su desprotección frente al desempleo y la jubilación.
Además, el 7,3% de la clase media, excluyendo Lima, manifestó haber experimentado en los últimos 12 meses algún desastre natural, como inundaciones, sequías y plagas. Esta proporción fue la más alta desde que se tiene registro en el 2007, y se incrementó fuertemente en la costa y sierra, tal como en el Fenómeno El Niño de 2017.
Según el BCR, estos eventos provocan disrupciones sobre el agro, la pesca y el acceso a infraestructura, que finalmente llevan a pérdidas de ingresos y otros efectos perjudiciales para su bienestar.
Panorama retador
Desde 2022, el IPE anticipa que la recuperación de la clase media a sus niveles prepandemia tomará una década si la economía crece a tasas inferiores al 5,0% registrado durante 2000-2019. Incluso, el ritmo anual de crecimiento de la clase media ya se ralentizó en más de la mitad desde 2014. Este pronóstico se viene confirmando con las cifras del 2023, lo cual exige priorizar políticas para una mayor inversión, productividad y crecimiento del país.
Impulsar el crecimiento de la economía peruana en el largo plazo y, con ello, expandir la clase media, requiere resolver las brechas estructurales vinculadas a la baja productividad laboral y la débil provisión de servicios básicos que persiste en el ámbito urbano. Junto a ello, el destrabe de grandes inversiones en minería, gas, irrigación e infraestructura, deberían ser la prioridad de las autoridades para generar los empleos que permitan revertir su estancamiento.