El 2023 termina con cifras desalentadoras para la economía. El BCR, en su último reporte de inflación, redujo la proyección de crecimiento para el año a menos de 1%. ‘Shocks’ climáticos impactaron directamente la actividad agrícola y la pesca, pero también hubo caídas en el resto de sectores (excepto comercio y servicios), asociadas a fuertes caídas en el consumo e inversión privados.
El mercado laboral refleja bien esta preocupante situación. A fines del tercer trimestre, según la Encuesta Permanente de Empleo Nacional, la fuerza laboral estaba estancada, mientras que la inactividad había aumentado considerablemente, particularmente en el área rural, donde aumentó en 20%. La tasa de actividad cayó entre hombres y mujeres, en todos los grupos de edad y niveles educativos, excepto entre egresados universitarios, entre los que se mantuvo estancada.
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En la misma dirección, el empleo cayó 1% impulsado por el área rural, donde la caída fue de cerca del 6%. Entre grupos de edad, la caída más fuerte ocurrió entre los más jóvenes, entre los que alcanzó cerca del 8%; así también entre los grupos de menor nivel educativo. Solamente en aquellos con educación superior se observó crecimiento que no alcanzó a compensar la caída en el resto de la fuerza laboral. En consecuencia, la tasa de desempleo aumentó cerca de 1 punto porcentual (0,8%), casi todo en el área urbana. Los grupos más afectados han sido jóvenes y trabajadores con educación superior.
Por tamaño de empresa, la caída se concentró en las empresas más pequeñas (hasta 10 trabajadores), mientras que los sectores más afectados han sido agricultura, manufactura y construcción, con caídas de entre 6% y 7%.
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La informalidad continúa bordeando el 72%, más alta entre jóvenes (85%) y trabajadores hasta con educación secundaria (82%). Pero incluso entre aquellos con educación universitaria supera el 40%. Asimismo, como es ya un rasgo estructural, el área rural tiene los niveles más altos de informalidad, por encima de 90%.
El empleo adecuado y el subempleo reflejan bastante bien la falta de progreso en términos de calidad de los empleos. Los datos de Lima Metropolitana así lo sugieren. En efecto, a pesar de que el desempeño del conglomerado urbano de la capital contrasta con el resto urbano del país, mostrando crecimiento en la fuerza laboral y el empleo, así como reducción en la desocupación, el mayor crecimiento se ha dado en el subempleo por ingresos, que se elevó en 17,4% mientras que el empleo adecuado creció en apenas 2,5%. Si la comparación se hace con relación al período prepandemia, el incremento del subempleo ha sido de ¡dos tercios!
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Claramente, lejos de ir en la senda de reducir los déficits estructurales y mejorar la calidad de los empleos, los retrocesos lamentablemente han continuado.
¿Qué podemos esperar del 2024?
La expectativa, tanto del BCR como en analistas privados, es que la economía mejore en el año que comienza. La mejora en la calidad del empleo requerirá, sin embargo, mejoras significativas en la productividad y estas no se condicen con la persistentemente alta informalidad.
Que en este contexto el rescate de Petro-Perú siga siendo tema central en la agenda del gobierno solo refleja la falta de un norte que haga abrigar esperanzas de mejoras sustantivas para los peruanos.
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