Migiva Group, compañía de Víctor Lumbroso, reúne a las empresas del ejecutivo, diversificadas entre los rubros pesca, agricultura y acuicultura, etc. (Foto: Alessandro Currarino/GEC)
Migiva Group, compañía de Víctor Lumbroso, reúne a las empresas del ejecutivo, diversificadas entre los rubros pesca, agricultura y acuicultura, etc. (Foto: Alessandro Currarino/GEC)
Paola Villar S.

Cuando cumplió 60 y dejó de trabajar para otros, Víctor Lumbroso reconoció que apenas era el inicio de un nuevo camino. Nacido en Marruecos hace casi 90 años, veterano de guerra y jubilado como trabajador de mecánica, el empresario ya había echado raíces en el Perú y estaba dispuesto a fortalecerlas.

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Fue entonces cuando decidió ingresar al sector pesquero; un rubro en el que tenía nulo conocimiento. ¿El objetivo? Incursionar en algo nuevo y empezar de cero, sin importar los obstáculos. ¿El producto? Harina de pescado, que desde la década de 1990 –época en la que Lumbroso inició su negocio– era cada vez más demandada. “No tenía ni plata para pintar las máquinas de la fábrica chica que monté en Chancay. Me prestaron pescado para iniciar, pero no me alcanzaba el dinero para producir”, añade.

Para el , su nuevo comienzo parecía no tener un punto de partida claro. Pero no se detuvo. Tras un exhaustivo análisis del Banco Continental, que implicó la inspección de su fábrica, logró acceder a capital. En diez años pasó a ser el tercer productor de harina de pescado del Perú, con cuatro fábricas y veinte barcos a su nombre.

"Mi consejo de negocio es nunca bajar la guardia y tener una política de puertas abiertas. A mi oficina hasta el último obrero podía venir a verme. Siempre hay que escuchar a todos, no solamente a los jefes", comenta Víctor Lumbroso. FOTO: ALESSANDRO CURRARINO/EL COMERCIO
"Mi consejo de negocio es nunca bajar la guardia y tener una política de puertas abiertas. A mi oficina hasta el último obrero podía venir a verme. Siempre hay que escuchar a todos, no solamente a los jefes", comenta Víctor Lumbroso. FOTO: ALESSANDRO CURRARINO/EL COMERCIO
/ ALESSANDRO CURRARINO

Su búsqueda por diversificar no quedó ahí. Lumbroso dio el salto al mundo de la agricultura tras comprar un lote de ochenta hectáreas para cultivar uvas. Para su mala suerte, se topó con un asesor extranjero que perdió 40 hectáreas de cosecha; un duro golpe para un negocio que recién arrancaba.

Fue lo peor en ese momento, según recuerda. Pero su impulso le exigió seguir. Lumbroso y su equipo aprendieron de los errores y llegaron a cultivar arándanos, mandarinas, entre otros frutos.

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A Lumbroso le tocó enfrentar diversos obstáculos de joven que hoy reconoce que forjaron su empeño: debió encargarse del taller de mecánica de su familia tras el fallecimiento de su padre a los 13 años, y a los 20 tuvo que formar parte del ejército francés en la guerra de Independencia de Argelia. Hoy, sus diversas empresas emplean a más de 8.400 personas, y su plantación anual asciende a 635 hectáreas. Lumbroso nunca dejó de perseverar.

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