La semana pasada, el contralor Edgar Alarcón criticó que el presupuesto de la refinería de Talara pasara de US$1.334 millones a más de US$4.000 millones. Para el presidente de Petro-Perú, la comparación es equívoca y el costo del proyecto es razonable. Follow@EconomiaECpe
— Petro-Perú ha anunciado que hará públicos los estudios sobre los costos de la modernización de la refinería de Talara. La contraloría tuvo acceso a estos documentos, pero emitió un informe muy crítico.
Ese es un tema al que he estado dándole vueltas. Parte del problema es que, si queremos comparar cotizaciones, tenemos que ver en qué nivel de ingeniería están. El primer análisis de Arthur D. Little fue hecho bajo un esquema de ingeniería conceptual, que es simplemente una idea. Luego pasa a una ingeniería básica, a una extendida, y finalmente a una ingeniería de detalle, donde hay mucha mayor precisión en los elementos a cotizar y [el presupuesto] puede crecer de manera significativa.
— ¿Cómo se llega a los US$5.400 millones de los que se habla hoy?
Esto empieza en US$1.334 millones en un primer nivel de ingeniería. Unos años después pasa a US$1.700 millones, una cifra que se anunció en los medios, pero de la que no tenemos detalles de qué incluían. Cuando se acaba el análisis de ingeniería, la inversión era alrededor de US$4.100 millones, pero se separa en tres partes: US$2.700 millones para unidades de proceso, que fue lo que se le adjudicó a Técnicas Reunidas; US$500 millones aproximadamente para obras complementarias, y US$815 millones para unidades auxiliares.
— ¿Las unidades de proceso son el ‘core’ de la refinería?
En realidad, todo es la refinería. Esto es como una casa: las obras complementarias son nivelar el terreno y pagarle al supervisor que va a mirar si la casa funciona, y las unidades auxiliares son como el garaje: puedes invertir en hacerlo o que un tercero haga la inversión y tú lo alquilas. En el caso de Talara, estaba contemplado tenerlo en libros de terceros, pero fracasaron los procesos de adjudicación y decidimos incorporarla.
— Una ventaja de que lo manejen terceros es que puedan ser más eficientes que Petro-Perú.
Esa es una forma de verlo. Otra es que ya se había anunciado un monto de inversión y cuando resultó que era mayor, se sacaron conceptos, pues tampoco se incluían las obras complementarias. Se forzó una cifra, pero en realidad la inversión era de US$4.100 millones y, sumando los gastos financieros, llegamos a un estimado de US$5.400 millones.
— ¿Por qué un estimado?
Porque haber diferido la adjudicación de estas unidades auxiliares va a generar mayor costos fijos. También por los gastos financieros. Entiendo que algunos no incorporen estos gastos, pero sí forman parte de la inversión en la medida en que se demore la culminación de la refinería. Si a una empresa le toma tres años hacer una refinería y a otra le toma 10 años un proyecto exactamente igual, el gasto financiero termina impactando en la segunda.
— Entendemos que la emisión de bonos estaba lista para salir cuando asumió el nuevo gobierno, hace nueve meses. ¿Por qué aún no sale?
Bueno, para mí han pasado ocho meses, tres como gerente general y cinco como presidente, esperamos que esto sea como un parto y salgamos pronto [risas]. Este proyecto nació sin financiamiento cerrado. Existía una ley que facultaba al Estado a avalar US$1.000 millones. Esto era insuficiente y la forma en que fue constituida esa garantía hacía que, si entrábamos en default, el Estado haría cinco pagos anuales de US$200 millones. Nominalmente eran mil millones, pero en valor presente era un valor menor. Finalmente nos pusimos de acuerdo con el MEF y nos fuimos por la idea de la emisión de bonos sin la garantía del Estado y por crédito con bancos garantizado por la Compañía Española de Seguros de Crédito a la Exportación (Cesce).
— Aun si no hubiera nada irregular en el monto total de inversión, se critica que esta sea sumamente cara.
Una refinería tiene dos componentes principales: el tamaño y la complejidad. El tamaño de Talara es de mediano a chico, pero la complejidad es alta. Existen ocho refinerías similares en todo el mundo.
— ¿Por qué no buscaron otras soluciones?
Hay que evaluar tres momentos. El primero es antes de iniciar la refinería. ¿El Perú debió haber invertido en una refinería? Hay aspectos a favor y en contra, pero no soy el indicado para señalar esto. El segundo momento es cuando entramos nosotros. La decisión era si seguíamos con el proyecto. Ya se habían invertido US$1.600 millones y había compromisos contraídos por unos US$500 millones más. Si parábamos la refinería, no se podía vender la infraestructura civil, pues básicamente eran pilotes. Habríamos tenido que registrar la pérdida de esos activos y nuestro patrimonio se hubiese vuelto negativo. Además hubiéramos tenido que voltear al Estado y decirle “dame la plata para pagar la deuda”. El tercer momento era evaluar el gasto incremental y ver si su rendimiento justificaba seguir.
— ¿Justificaba?
Sí. No solo el incremental, sino la inversión total. El proyecto nos da crecimiento en capacidad de procesamiento. También nos da competitividad al poder procesar crudo pesado, que es más barato, y al aumentar la proporción de gasolinas y diésel en nuestro portafolio, con lo que mejora nuestro precio promedio de venta. Y nos da continuidad en el mercado. Hoy existe una norma que impide comercializar en gran parte del territorio nacional diésel con más de 50 partes por millón de azufre. Eso se va a extender a las gasolinas y a todo el Perú en algún momento, como ya sucede en otros países. Y nuestras refinerías no tienen capacidad de procesar crudo para obtener combustibles de bajo azufre, íbamos a tener que cerrarlas. A estas tres razones vinculadas con la empresa, se suman dos adicionales: un combustible con bajo azufre es menos nocivo para la salud y con la refinería se pueden poner en valor las reservas de petróleo de la Amazonía, al procesar el crudo pesado que hay allí.
— ¿Cómo va la reparación del oleoducto norperuano?
El oleoducto tiene dos grandes momentos. El primero es dejarlo operativo con la tecnología pasada que tenemos hoy, de hace 40 años de antigüedad, pues lo invertido en actualización tecnológica no lo vuelve vigente. Creemos que a finales de junio o inicios de julio ya deberíamos estar operando. En el ramal norte y el tramo 2 no deberíamos tener problemas, pero en el tramo 1 no podemos reparar determinadas partes del ducto en épocas de lluvias, pues está sumergido.
— ¿Quién está a cargo?
Hemos contratado a empresas especializadas de primer nivel para temas específicos.
— La segunda etapa sería la actualización tecnológica.
Sí, y para eso hay que cambiar el modelo del negocio y mejorar las condiciones para explorar y explotar el petróleo de la selva. Con la deuda que tendremos por Talara no vamos a poder endeudarnos más, así que estamos explorando desarrollar una asociación en participación, para que sea un tercero quien haga la inversión.
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