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En el escarpado corazón de la isla sur de Nueva Zelanda, un desierto de altitud elevada donde los hombres de la Tierra Media libraron la batalla final en las películas de “El Señor de los anillos”, se transformó nuevamente en un campo de batalla.
Ecologistas y agricultores se pelean por la Cuenca Mackenzie, zona famosa por sus praderas de color marrón quemado y lagos de azul cristalino... y ahora, por enormes sistemas de irrigación que están expandiendo círculos de pasturas verde esmeralda por todo el terreno de aspecto marciano.
“Es como verdear el desierto de Nevada o California”, dijo Annabeth Cohen, investigadora de agua dulce del grupo ecologista Forest and Bird. “Esta es una área única de renombre mundial por sus paisajes increíbles y lagos gélidos y alberga a más de 60 especies nativas que no se encuentran en ninguna otra parte del planeta. Irrigar un lugar como la Cuenca Mackenzie es temerario”.
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Los neozelandeses están comenzando a prestar atención. El cambio de cara del medioambiente en Mackenzie es otro ejemplo más de las consecuencias de una intensa actividad de producción de lácteos que están molestando a los electores cuatro meses antes de unas elecciones generales. En todo el país, vías fluviales que antes eran prístinas quedaron contaminadas por vertidos agrícolas.
LÍMITES AMBIENTALES
Los motores del crecimiento económico del país se basan en gran parte en la explotación de recursos naturales y estos están llegando a sus límites ambientales, declaró la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos en un informe publicado en marzo. El grupo con sede en París observó que los niveles de nitrógeno aumentaron más en Nueva Zelanda que en cualquier otro país desarrollado entre 2000 y 2010 y afirmó que la intensificación de la industria láctea era un factor de peso.
Esto se debe a que una vaca lechera normalmente excreta 25 litros de orina rica en nitrógeno por día, según Dairy New Zealand, una asociación profesional de la industria. Eso se filtra a las napas subterráneas y termina en ríos y lagos, donde alimenta la floración de algas tóxicas. Los vertidos del ganado también están llegando a las vías fluviales y aumentando el conteo de bacterias hasta niveles peligrosos. SAFE, un grupo de defensa de los derechos de los animales, dice que las 6,6 millones de vacas del país producen la misma cantidad de estiércol que 100 millones de personas. Nueva Zelanda tiene 4,7 millones de habitantes.
Las autoridades locales están monitoreando la calidad del agua, lo que incluye el status de las especies de agua dulce, e imponiendo límites sobre nitratos y fosfatos en una campaña del Gobierno para garantizar que se pueda nadar en el 90 por ciento de los ríos y lagos neozelandeses para 2040, frente a su estimación actual de 72 por ciento.
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‘MUY MOTIVADOS’
“Los granjeros están muy motivados para lidiar con los problemas’, dijo William Rolleston, presidente del grupo de lobby Federated Farmers New Zealand. “Llegar al punto en el que surgieron problemas en nuestras vías fluviales llevó mucho tiempo y harán falta décadas para volver a donde queremos, pero estamos avanzando en la dirección correcta”.
Esto no impidió que estallase una lucha por el futuro de la Cuenca Mackenzie, de 4.300 kilómetros cuadrados, un destino turístico cada vez más importante donde queda la montaña más alta de Nueva Zelanda, el monte Cook.
“Si hay un lugar de Nueva Zelanda donde deberíamos decir basta de lácteos, es este”, dijo Gary Taylor, máximo ejecutivo de la Environmental Defence Society. “Es frío y de altitud elevada y tiene suelos naturales delgados. No es un ambiente natural adecuado para la agricultura intensiva”.
(Fuente: Bloomberg)